Capítulo 12

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—Entonces, ¿Qué se supone que haremos? — preguntó Lilly estirada cuan larga es en el sofá de dos plazas, sus piernas sobresalían de un extremo.

—Que haré, no quiero que estés involucrada en todo lo que venga a continuación. — Nina hizo especial énfasis en el verbo hacer para dejar claro su punto.

—Estas totalmente equivocada si crees que me quedare al margen. — la contradijo su amiga sentándose casi por reflejo. — Ya estoy hasta el fondo en esto, de todos modos. — dijo como quien no quiere la cosa.

—Créeme, esto ni siquiera se acerca al fondo. — replico Nina con voz cansina dejándose caer en el sofá individual frente a Lilly. — Suficiente tengo con mi hermano. Si por mi fuera nadie tendría que intervenir en este asunto.

—Cuando preste mi departamento como cuartel de operaciones no pareció molestarte. — comento Lilly cruzándose de brazos. — Está bien que quieras hacerte cargo de todo, aun así no está de más recordarte que no estás sola. Puede que no sea la más fuerte, ni la más inteligente, Dios sabe que lo más pesado que he cargado en mi vida son todas las bolsas de compras cuando voy al centro comercial, pero no voy a darte la espalda Nina Sawyer. Voy a creer en ti cuando tú no lo hagas.

—Odio cuando te pones sentimental. — hablo la rubia con la voz medio quebrada, conteniendo las lágrimas. La abrazo inesperadamente, las muestras de afecto espontaneas solo se le daban con su hermano.

—No es cierto. — le devolvió el abrazo. — Me amas por eso. Claro y por mi impresionante sentido de la lealtad.

—Lo que digas. — bufo sin deshacer su abrazo.

—Debí estudiar psicología en vez de filosofía. — dijo Lilly en voz alta. — Quizá escriba un libro de autoayuda.

Nina rio en voz alta. Bueno, ella sería su primera lectora.


—Ya se enteraron. — fue lo primero que dijo Maryse sobándose las sienes. Ahora era ella quien estaba a cargo del Instituto de Nueva York, pronto sería trabajo de sus hijos. — No se tomaron muy bien que hayan ocultado información sobre la niña rubia.

—Nunca fue una niña, mamá. — replico Alec suavemente.

—Ahora están tragándose sus palabras. — comento Vanessa, la invitada de Londres mientras afilaba su cuchillo. — Lo que deberían hacer es pedirle perdón de rodillas, si es necesario.

—La Clave no piensa lo mismo.

—Por supuesto que no. Jamás aceptarían que hicieron algo mal. — rodo los ojos con indignación. — Incluso yo quise gritar en aquella ocasión para decirles que si nos íbamos al Infierno no sería más que su culpa, pero mi padre no me dejo. — recordó enfurruñada. — No estaba tan mal encaminada.

—Dejaste muy claro tu punto. — asintió Simon.

Vanessa simplemente se encogió de hombros, tenía tiempo guardándose eso. Ya era hora de sacarlo.

—Quieren interrogarla, otra vez. — anuncio Clary.

—Nina se va a negar antes de siquiera planteárselo. – esta vez fue Alec quien hablo.

—Creo, que de entre todos, haría una excepción por ti. — dijo su parabatai. — Le agradas.

—Por supuesto que lo hace. — la mirada de Vanessa se fijó en Jace. — Supongo que no viste su rostro cuando levantaste la mano, pareciera que la hubieran golpeado en el estómago.

—Vanessa...

—Nada de eso. Se decepciono de ti. — interrumpió a Jem y señalo a Jace. — Todos los que levantaron la mano se arrepintieron en cuanto lo hicieron, pude verlo. No fue justo. Es un milagro que aún se digne a ayudarles. Yo en su lugar, les hubiera dado la espalda.

—Que linda. — comento Isabelle con sarcasmo.

Vanessa se dio por desentendida. Le daba igual lo que dijeran, sabía que esta vez tenía razón.

—Tiene que venir a dar su testimonio para la Clave o irán por ella. — siguió Clary con la anterior conversación.

—No creo que quiera vernos después de la última vez. — apostillo Simon.

—Tendrá que hacerlo. — sentencio Jace y todos, menos Maryse lo entendieron.

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Cazadores de Sombras: Ciudad de Luces (2° parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora