Capítulo 8

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Hola de nuevo!!! Les dije que la semana que entra iba a publicar, pero decidi hacerlo antes. Mil gracias a las personas que se dan el tiempo de leerme, ojala les este gustando el fic. Si me votan y recomiendan los amare aun mas ;) 

Y... les tengo una propuesta, estuve comentando con los integrantes del grupo en Facebook que quisiera hacer un Hangout, o sea una videollamada para que pregunten cosas del fic, futuros proyectos, incluso de algo que escriban, en fin conocernos mejor. No se que les parezca la idea, si les gusta la idea y quieren participar envienme un MP para ponernos de acuerdo. Si se juntan 5 por lo menos lo programare para el miercoles de la semana próxima. 

Espero que les guste el capítulo. 

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El piano denota elegancia y a su madre le encantaba tocarlo, es por eso que aprendió, aunque también tuvo que ver la insistencia de su padre. Es buena, eso lo sabe de sobra, solo le hubiera gustado la presencia de su madre. No la conoció, y las fotografías no cuentan.

A lo largo de su vida ha visto una cantidad de fantasmas, sin embargo, el único al que quisiera ver alguna vez es el de su madre. A veces iba a los lugares que le gustaron en vida, con la esperanza de poder verla, sin éxito. A veces, los fantasmas están ligados a lugares u objetos, ella podía dar fe de ello.

— ¿Tocas el piano? — la voz de Jem, el hombre que la recogió en el aeropuerto, la detuvo a mitad de la nota.

—A veces. — respondió bajando la tapa para cubrir las teclas. — ¿Pasa algo?

—No... Si. — enarco una ceja, eso fue raro. — Hace unos días, cuando nos contaste que podías ver fantasmas, me preguntaba... ¿Has estado en el puente Blackfriars? — esa última pregunta la confundió, tenía esa sensación de saber que no era su pregunta original.

—Siempre encuentro buena compañía. — respondió con un bufido. Recordó a cierta rubia altiva que la miro con claro reproche cuando paso por ahí, cubierta con baba de demonio. Asqueroso, aun recuerda que esa fue la primera palabra que dijo. — Tengo mis dudas de si en realidad fue una Cazadora de sombras, sobre todo porque siempre critica mi "poco decoro" a la hora de vestir. Las faldas no me van. — agrego con una mueca.

—Jessamine no ha cambiado nada. — sonrió Jem con cariño al recordar a la delicada rubia. — ¿solo la has visto a ella? — pregunto con esperanza.

— ¿La conoces? — pregunto Vanessa sin caber de la impresión. Si no mal recordaba, Jessie murió a finales del siglo XIX, el hombre frente a ella no parecía siquiera llegar a los treinta.

—La conocí. — rectifico el muchacho. En sus ojos se mostraba el peso de alguien que ya ha vivido demasiado, se dio cuenta Vanessa demasiado tarde. — Hace mucho tiempo.

—Eres algo así como inmortal. — no fue una pregunta, sino una afirmación.

—No. — negó divertido con la cabeza. — Después te cuento la historia. — le prometió mientras se dirigía a la puerta sin esperar respuesta.

—Dijo que la cuidaras. — pronuncio Vanessa apresuradamente haciendo que Jem se detuviera en seco y se girara. — Y que no dejaras que hiciera nada estúpido.

El rostro del hombre era el vivo retrato de la incredulidad y la satisfacción. Algo así como felizmente triste.

—También... ¿siempre se comporta como si creyera que es de lo mas encantador? — esa pregunta siempre ha rondado por su cabeza y hasta ahora se le presentaba la oportunidad de responderla seriamente, no la desperdiciaría.

—Es de familia. – respondió Jem encogiéndose de hombros, sonriendo con nostalgia. — Gracias.

Vanessa supo que no fue un simple gracias, sintió como si con esa simple palabra le regresara la calma.

Justo cuando estaba por salir dijo las últimas palabras.

—También te extraña. — termino la frase inconclusa de hace un momento.

—Tanto como yo a él. — y eso fu lo último que dijo antes de salir definitivamente.

—Misión cumplida. — sonrió Vanessa con un deje de tristeza.


La habitación de Ian estaba repleta de los libros que antes pertenecieron a Nina, su hermana. Había fotos de toda su familia en el escritorio donde descansaba una computadora y en algunos estantes. La pantalla plana tenia conectado el Wii, su hermanito seguía siendo un niño después de todo.

—Y estoy aprendiendo a tocar la guitarra. — termino de relatar Ian desde el centro de su cama enseñándole la guitarra que sus padres le compraron.

—Eso fue lo que dijiste la última vez. — sonrió Nina y tomo asiento a su lado.

—Sí, quería que lo supieras. — bajo la mirada. — Siempre supe que eras tú.

—Lo sé. — suspiro Nina. — Lamento haberme ido, tenía que hacerlo.

— ¿El hombre de cabello blanco hizo que te fueras? — la pregunta de su hermano la desloco, si fuera otra persona probablemente le gruñiría en respuesta, pero viniendo de Ian era un asunto totalmente distinto.

— ¿Cómo sabes de él? — pregunto Nina con cautela.

—Había muchos gritos y sangre... — abrazo a su hermano, odiaba que de todas las personas a las que les pudo ocurrir, fuera precisamente a Ian. — y él me llevaba cargado como si fuera un costal. — frunció el ceño y Nina rodo los ojos, típico. — Luego... creo que me desmaye, pero lo vi.

—El me ayudo a encontrarte, Ian. — le explico su hermana con suavidad.

— ¿No regresabas por él?

¿Qué debía responderle? Técnicamente si fue su culpa, aun así le parecía desagradable culparle sin estar presente.

—Algo así. — respondió después de unos minutos. — Tenía que mantenerlos a salvo, lejos de todo esto.

—Mama y papa no querían creerte, pero lo hicieron. — Ian es un niño inteligente, siempre lo supo. Ya esta mas que confirmado por el cambio de tema. — Están arrepentidos.

—Lo sé, los amo a todos Ian, no lo duden. — beso el tope de su cabeza. — Sobre todo a ti, enano.

—Ya no soy un enano, crecí. — Ian se soltó del abrazo de su hermana y se puso de pie para demostrarle su altura. — Lo ves.

—También cambiaste. — sonrío Nina con nostalgia. Había crecido unos buenos doce centímetros, quizás más desde la última vez que se vieron, cuando estuviera en su etapa adolescente llamaría la atención de las chicas (y chicos), por ese cabello rubio desordenado y vivaces ojos cafés. Probablemente también seria alto, definitivamente más alto que ella con su uno sesenta. — Aunque de seguro te sigue gustando Missy.

—No es cierto. — se cruzó de brazos con el ceño fruncido.

—Te pusiste rojo. — observó Nina con una ceja enarcada. — No te preocupes, mama no se enterara. –- le guiño un ojo.

—Ya lo sabe, por tu culpa. — la acusó profundizando su ceño fruncido.

—Algún día tendría que enterarse. — se encogió de hombros sonriendo.

—Te extrañe. — la abrazo de vuelta, sin importar la conversación jocosa que acababan de tener.

—Yo también, Ian. —- le devolvió el abrazo. — No sabes cuánto. 

Cazadores de Sombras: Ciudad de Luces (2° parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora