Capítulo 32

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¡Hola! Estoy feliz, muuuuuy feliz, la primera parte del fic ya tiene mas de 10,000 lecturas, eso me puso eufórica momentáneamente. No me queda mas que agradecerles a todas esas personas que me siguen, a los lectores silenciosos, quienes me han agregado a su lista de lectura... MIL GRACIAS. Sin ustedes, no tendría los ánimos de seguir escribiendo.

Tristemente (al menos para mí) este fic esta a punto de terminar, solo le quedan unos cuantos capítulos y bye, bye Nina; de todas formas aún estoy trabajando en la Crónicas de Nina Sawyer que son una serie de microhistorias sobre su vida, así que si quieren saber algo acerca de ella o su extraña familia, es el momento de preguntar, acepto sugerencias. 

Todavía tengo mis dudas sobre si habrá otra secuela, no creo, pero si mente no se queda satisfecha, probablemente verán algo nuevo en cualquier momento. Sin mas, les dejo el capítulo.    

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Eso no se lo espero ninguno. Ni siquiera Jace o Clary, incluso Alec que la habían visto hacer cosas para nada comunes, ¿Cómo rayos eso podía hacer posible? Nadie noto la expresión de Sebastian, nada sorprendido solo suspiro como si llevara una buena cantidad de tiempo esperando que alguien se diera cuenta.

— ¿Cómo la Virgen María? — pregunto Maryse escéptica.

—Con ella fue el espíritu Santo, no un ángel. — corrigió la madre de Nina rodando los ojos.

—No sabemos en qué momento ocurrió, tampoco lo esperábamos, sinceramente. — continuo el padre de Nina. — Angela tuvo unos sueños agitados algunas noches, nunca recordaba nada. Dos semanas después la prueba de embarazo dio positivo.

— ¿Cómo están tan seguros que fue un ángel? — pregunto Alec con incredulidad.

Ambos, George y Angela se miraron antes de asentir.

—Nuestra casa en Virginia era grande, tenía un gran patio trasero y me encanta a jardinería, esa noche decidimos dar un paseo por el bosque para celebrar la noticia... nos encontramos con una... persona. No parecía hombre o mujer, solo sangraba y gemía, es la imagen más perturbadora que he visto nunca. — todos se tensaron.

—Nos quedamos paralizados unos minutos y después me acerque a ayudarle, y lo siguiente que supimos es que una gran luz nos cegó. — relato el padre de Nina, su mente volando por los recuerdos. — Jamás volvimos a verle, aunque no he podido olvidarlo, de eso hace veinte años.

Ninguno se atrevió a hablar después de esa revelación.

—Tenemos que encontrarla de inmediato. — dijo Clary mas para sí misma que para los demás.

— ¿Tienen algo que le pertenezca? — pregunto Valerie a los padres de Nina, sorprendiéndoles por segunda vez consecutiva.

—No, no realmente. — respondió Angela sin ocultar su frustración.

Sebastian se dirigió a la salida sin decir nada y antes de que alguien pudiera seguirlo Jace fue detrás de él y obviamente su parabatai no pudo dejarlo atrás sabiendo lo impulsivo que este era.

— ¿A dónde crees que vas?

Sebastian no dejo de caminar hacia la salida mientras respondía:

—A ningún lugar que te importe.

El día, extrañamente soleado y luminoso no contrastaba en lo absoluto con el estado de ánimo de los presentes. Todos querían encontrar a Nina por distintas razones, algunas mejores que otras. Jace agradeció que Edward — el calvo — no estuviera presente en la casa de los padres de la rubia. No es ningún secreto el hecho que se detesten mutuamente.

—Tengo que recordarte que gracias a nosotros aun no estás volviéndote loco en la ciudad silenciosa. — le recordó el rubio con suficiencia.

—Tengo que recordarte que gracias a tu Ángel todavía estas en el mundo de los vivos. — le respondió sin dejar de moverse. — No te metas en mis asuntos y encuentra a tu amiga la rubia.

Arrojo algo en el aire mientras decía esas palabras.

Jace alcanzo el anillo antes de que tocara el piso.

— ¿Qué? — pregunto el rubio pero Sebastian ya había desaparecido.

—Al menos nos dejo con que encontrarla. — dijo Clary con la mirada puesta en el anillo.

— ¿No estás preocupada? — le pregunto Jace a su esposa mientras le abría la puerta para volver al interior de la mansión Sawyer.

—No. — respondió con simpleza.


Sebastian se paro frente al Instituto de Nueva York, pocas veces había estado aquí y no precisamente en son de invitado, sin embargo, esta vez todo era diferente. La puerta del Instituto se abrió para él, invitándole a entrar. Sabía que cuando eso ocurrió era porque el Ángel tenía una misión para los nefilims, en especial para él. Rodó los ojos y entro, tenía algo que recuperar.

Sus pasos eran silenciosos cada vez que se movía, al parecer todos estaban conmocionados por la desaparición de la rubia, a su punto de vista solo perdían el tiempo; la rubia ruidosa sabe defenderse bien, sobrevivirá.

Entro cuidadosamente en la biblioteca para tomar lo que le pertenecía. Su espada, Phaesporos, descansaba tranquilamente en una vitrina de la segunda planta; no le importaba porque decidieron conservarla, ahora la quería de regreso, a quien pertenecía realmente.

Abrió la vitrina con una runa y saco su espada, se sintió bien entre sus manos, probablemente darle la espada fue la única cosa buena que hizo su padre todo el tiempo que estuvo a su lado.

Una daga paso rozando su costado izquierdo incrustándose en la pared revestida de madera.

— ¿Qué haces aquí? — esa voz no le era nada familiar.

—Más rubias. — dijo cuando se giro para ver a la propietaria de esa voz.

—Soy castaña clara. — le frunció el ceño y le lanzo otra daga que esquivo con facilidad, estirada británica que no sabe cuando darse por vencida.

—Esto sería más entretenido si por lo menos acertaras. — se burló Sebastian. — Déjame pasar niña.

—Tengo dieciocho años. — le contradijo nuevamente, retrocediendo el paso cada vez que el interpelado avanzaba hacia ella.

— ¿Te doy miedo? — le pregunto invadiendo su espacio personal, sabia la respuesta, aun así quería oírla.

— ¿Qué...?

—Yo me encargo Vanessa. — una mujer castaña de suave acento inglés los interrumpió. — Alguien te está llamando.

—Pero...

—Ahora. — y la rubia se fue enfurruñada. Sebastian sonrió. — Se donde esta Nina.

— ¿Qué te hace creer que quiero saberlo? — ni siquiera se molesto en preguntarle quien era.

—El Ángel te dejo entrar. — explico con tranquilidad, el acento inglés se hizo presente. — Tienes una misión.

—No lo creo. — bufo pasándola de largo.

—Nina esta en las catacumbas de París.

— ¿Por qué no le dices eso a alguien que le interese? — estaba a punto de salir al corredor cuando una daga se atravesó justo frente a él.

—A ti te interesa. — miro al hombre que lanzo la daga a unos metros de donde estaba el. Era alto, casi tanto como Sebastian y tenía una expresión en su rostro de alguien que ha visto demasiado. — Vamos a ir todos por Nina, probablemente Jace y Clary ya estén en camino.

— ¿Qué gano a cambio?

—Un favor. — respondió el nefilim muy seguro de sí mismo. Sin rastros de ironías o mentiras en su voz.

—Jem... — Tessa abrió los ojos sorprendida, esperaba todo menos que Jem apareciera. — No podemos...

—Es un trato. — sonrióSebastian, una sonrisa que no presagiaba nada bueno.

Cazadores de Sombras: Ciudad de Luces (2° parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora