Capítulo XXXIII.

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Suspiro pesadamente antes de dejarme caer sobre la cama. Ha sido un día completamente agotador y lleno de alegrías, lágrimas, abrazos...

Ted y Phoebe se quedaron dormidos luego de que los llenara de besos y les prometiese que cuando despertaran seguiría aquí. Son dos niños maravillosos y soy una mujer muy afortunada por ser su madre, pienso esforzarme para ser la mejor para ellos.

Christian no se separó de mi lado ni un sólo instante y se lo agradezco. Me encantan su cercanía y sus cuidados, aunque en varias ocasiones me incomodaba un poco que quisiese hacer todo por mí. Soy ciega, no inútil. Preferí callar lo que pensaba para no herir sus sentimientos, pues entiendo perfectamente que vivió sin mí durante meses y mi ausencia le dolió tanto que ahora soy vital para él.

-¿Estás cansada, nena? -Me estremezco al escuchar su manera de llamarme. Asiento medio adormilada y sonrío como una tonta -¿Quieres darte un baño?

-Sí... -Susurro. No me he duchado y creo que el agua sobre mi piel me ayudará a relajarme. Justo lo que necesito.

-Vamos a darle un baño, Sra. Grey. -Me toma entre sus brazos como si mi peso y el de una pluma fuesen exactamente el mismo y camina conmigo hasta depositarme sobre un suelo que siento frío bajo mis pies.

Escucho como abre un grifo y el agua comienza a correr. Regresa a mi lado y comienza a quitarme la blusa, apenas sus dedos tocan mi piel un estremecimiento delicioso recorre mi cuerpo.

-¿Qué estás haciendo? -Las palabras escapan de mis labios antes de que pueda detenerlas.

-Disculpa, yo... -Casi puedo sentir que está sonrojándose -Estoy acostumbrado a esto... -Se detiene abruptamente y sus manos rompen su contacto con mi piel -Si necesitas algo, sólo llámame.

Asiento y comienzo a deshacerme de mis prendas apenas escucho la puerta cerrarse. Busco a tientas la ducha y me dispongo a entrar pero tropiezo con una de las baldosas y termino tumbada sobre el suelo. Un grito de dolor se me escapa y dos segundos después me encuentro entre los brazos de Christian.

-Dios, Ana, ¿Estás bien? -Niego con la cabeza y señalo mi barbilla. Él me toma el rostro con delicadeza y revisa la zona que le indiqué. Murmura algo ininteligible y luego planta un suave beso bajo mis labios -Tendrá un gran moretón, Sra. Grey.

-Disculpame por rechazar tu ayuda. -Susurro apenada.

-No te disculpes, Ana. No me recuerdas, esto es muy nuevo para ti. -Asiento de acuerdo -Pero ahora ¿Me permites ayudarte? No quiero que vuelvas a caerte.

-Será un placer, Sr. Grey. -Aleteo mis pestañas y acaricio su rostro dulcemente -Eres maravilloso. -Me pongo de puntillas y uno mis labios con los suyos.

Mi cuerpo parece cobrar vida y se pega al suyo hasta que no existe ni un milímetro entre nosotros. Su lengua traza un recorrido sobre mis labios, como reclamando algo que sabe le pertenece. Mi boca parece captar el mensaje y se amolda a la suya a la perfección.

Sus manos viajan a mi espalda, haciéndome sonrojar. Traza suaves círculos con sus dedos que arrancan ligeros gemidos desde lo más profundo de mi garganta.

-Creo que necesita descansar, Sra. Grey. -Murmura con la voz entrecortada. Suelto una risita nerviosa y me aparto un poco de su lado para intentar aligerar el ambiente que de pronto se ha vuelto pesado, cargado de una tensión sexual palpable.

Es mi esposo, no tendría nada de malo que hiciéramos el amor... No. Debo conocerlo mejor. Debo recordarlo antes de entregarme a él.

-¿Me ayudará, Sr. Grey? -Tomo su mano y me guía a la ducha. Él continúa vestido pero aún así se introduce bajo el agua tibia a mi lado, provocando que su camisa quede completamente pegada a su pecho.

Cincuenta Sombras en el Ayer©.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora