Capítulo XXXVIII.

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-¡Anastasia! -Christian toma mis muñecas y comienzo a forcejear para que me suelte, pero es inútil, tiene mucha más fuerza que yo.

-¡Sueltame! ¡No me toques! -Gruño con toda la rabia que siento y él parece notar que hablo en serio, pues en seguida aleja sus manos de las mías.

Me paso las manos por el cabello, visiblemente frustrada. Las lágrimas han aparecido nuevamente y las limpio con una rudeza impropia de una dama. Christian intenta acercarse pero no se lo permito, si él da un paso adelante, yo doy uno atrás, por lo que nos encontramos ahora dentro del baño y en cualquier momento lograré arrinconarme contra la pared.

-Ana, ¿qué sucede nena? -Frunzo el ceño y desvío mi rostro para que no vea esa chispa de emoción que él mismo me ha dicho tiende a aparecer en mis ojos cuando me dice de esa manera.

Sigo evitando su cercanía hasta que mi espalda choca contra los fríos azulejos de la pared. Christian aprovecha para pegarse a mi cuerpo y acariciar sutilmente mi rostro. El calor de su cercanía, la dulzura de sus caricias, la suavidad de su anatomía junto a la mía casi logran hacerme olvidar todo lo que ahora sé... Casi.

-¿Por qué? -Susurro débilmente, ya sin fuerzas para continuar forcejeando para que deje de tocarme. Sólo quiero abrazar a mis hijos y no estar cerca de él -¿Por qué, Christian? -Repito cuando no escucho ninguna respuesta de su parte.

-¿Por qué, qué? Anastasia, por amor a Dios, no entiendo qué te sucede. -Me acuna contra su pecho y gruño mientras los sollozos comienzan. Él me abraza con más fuerza de modo que mis lágrimas empapan por completo su camisa.

-No mientas más, ya sé toda la verdad. -Murmuro en un hilo de voz, sintiendo como el dolor se hace más agudo en mi pecho, exactamente en mi corazón.

-¿De qué mierda estás hablando Ana? ¿Cuál verdad? -Se aparta de mí apenas unos centímetros, tal vez para encontrar una respuesta en mi mirada, pero ahí no hay nada. Ya no hay siquiera un gramo de vida.

-¡Que tienes otra mujer! -Grito con todas mis fuerzas -¡Ya sé que me engañas! ¡Sé que quieres que ella ocupe mi lugar! -Apenas termino de decir esto último me desplomo sobre el suelo con las manos sobre mi rostro mientras sollozo y mi cuerpo se agita con violencia.

-¿Qué? -En su voz se escucha su evidente confusión.

-No te atrevas a negarlo, Grey. Sólo dime, ¿Por qué? Si tenías algo con ella cuando me creías muerta, debiste decírmelo. No tenía derecho a juzgarte. -Limpio mis lágrimas y lentamente comienzo a calmarme -Si quieres estar con ella, no pienso impedírtelo. Te amo, y mi mayor deseo es que seas feliz. Lo que no estoy dispuesta a permitir es que se convierta en la madre de mis hijos... -Como un resorte, me levanto y alzo la barbilla, intentando parecer intimidante -...Theodore y Phoebe son mis hijos. Yo soy su única madre. Si estuve lejos de ellos no fue por decisión propia, así que ninguna otra vendrá a querer ganarse ese cariño que ellos tienen hacia mi.

-Ana, ¿De qué estás hablando? ¡Yo no tengo otra mujer! -La ira vuelve a hacerse presente y tomándolo por sorpresa, lo empujo -¡Joder, Anastasia! ¿Quién te dijo esa estupidez?

-¿Qué importa cómo lo sé? ¡Sólo deja de negarlo!

-¡No. Tengo. Otra. Mujer! -Dice en un tono de voz que me hace estremecer, haciendo énfasis en cada palabra -No sé dónde escuchaste eso, nena, o quien te lo dijo, pero no es cierto. Desde que te conocí hace ocho años no he tenido ojos para ninguna otra mujer. Cuando creí que habías muerto, mi vida se concentró en Ted y Phoebe, ya que eran lo único que me importaba, fue gracias a ellos que pude seguir adelante. -Niego con la cabeza y abro la boca para hablar, pero en unos segundos está frente a mí y coloca uno de sus dedos sobre mis labios, haciéndome callar -Es mi turno de hablar, Sra. Grey. -Murmura, esta vez más calmado -No he estado con otra mujer que no seas tú desde hace nueve años. No ha pasado siquiera por mi mente. Cuando no estuviste, tu recuerdo no me abandonaba, estabas siempre en mi mente y en mi corazón. Anastasia, no podría estar con otra mujer, ¿No lo entiendes? -Intenta tomar mis manos pero se lo impido. Suspira, visiblemente frustrado -Te amo, nena. Sólo a ti. Siempre has sido sólo tú... Siempre serás sólo tú.

Cincuenta Sombras en el Ayer©.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora