||UNO||

1.2K 100 69
                                    

|01|Invitacion

Corría con todas prisas por las calles del centro de Encanto, se le hacía tarde; como siempre. Había salido de sus clases y tenía que apurarse si no quería que sus hermanas la regañen por no poner de su parte en el negocio familiar. La pobre joven ya tenía suficiente de que todos la crean un estorbo o una inútil en la universidad como para tener que andar aguantando a Isabella por su falta de participación. Hacia lo mejor que podía, quería demostrarle a su madre que podría ser igual de eficiente como Isabella y Luisa en su pequeña casa de té medicinal. Ignoro a todos los niños que la saludaban alegres, no quería distraerse con tanta facilidad. Después se disculparía con ellos.

Sonrió al ver el negocio al otro lado de la avenida, no obstante cuando estaba a punto de cruzar sin fijarse, término chocando con alguien que salía de la esquina. Ambos terminaron golpeándose contra el suelo. La chica sobo su cadera adolorida ante impacto; lo que le faltaba chocar con alguien. Cerró los ojos con fuerza esperando que la persona la insultara y le gritase, pero grata fue su sorpresa al escuchar aquella voz calmada:

–Mariposita, ¿Estas bien? ¿No te golpeaste fuerte? –la voz del hombre sonó preocupada.

Ella abrió los ojos y sonrió en grande al encontrarse con su tío Bruno mirándola con preocupación y terror que su querida sobrina se haya hecho daño. El hombre le extendió su mano frente a ella, Mirabel no dudo en tomarla para levantarse y abrazar al hombro con cariño.

–Tío, no esperaba encontrarte –expresó realmente sorprendida de ver al hombre mayor. Ellos dos eran muy unidos desde que ella era una bebé. Por no decir que era el único que la trataba normal y sin ningún trato diferente por su forma de ser.

Bruno correspondió el abrazo con el mismo afecto, por su trabajo apenas lograban comunicarse de vez en cuando y con todo lo de su nueva obra el tiempo libre lo ocupaba para dormir o comer.

–Tu madre me llamo para que viniera y no quise perder la oportunidad de ver a mi sobrina favorita.

Mirabel sonrió, se sentía más relajada ahora. Acompaño a su tío a la tienda de té. Ambos hablaban con unas sonrisas sobre los nuevos proyectos del hombre en la gran industria del entretenimiento y ella le contaba lo difícil que era turnar sus tiempos entre el trabajo con la universidad. Bruno abrió la puerta de cristal para que ella pasara primero, provocando que el sonido de la campanita resonara por todo el negocio. La casa de té, tenía verías tonalidades celestes y verdosas. Adornado con varias plantas –la mayoría medicinales–, y siempre se encontraba envuelto en un tranquilo y relajante ambiente. Los ojos de la joven se abrieron aun con más alegría al ver a su abuelo bebiendo pacíficamente una taza de té mientras que a su lado se encontraba su madre; quien incomoda esperaba a su hermano menor.

–Abuelo Pedro –exclamó contenta corriendo a abrazarlo.

El anciano de piel morena esbozo una ligera risa dejando devuelta su taza sobre el plato de porcelana. Recibió a la menor de sus nietas entre sus brazos mientras que ambos gemelos compartieron miradas; Julieta se mostraba intranquila rascando nerviosamente su brazo. Bruno por su parte se mostraba extrañado de ver a su padre, tomo asiento a lado de su hermana.

–Papá, que sorpresa...–realmente no tenía palabras para expresar lo extraño que era ver a su padre después de tanto y mucho menos sin la compañía de su esposa.

Mirabel soltó a su abuelo sin muchas ganas al escuchar el grito de Luisa llamándola para que le ayudara con algunas cajas. Se despidió de un último abrazo de su abuelo y salió corriendo detrás del mostrador. Padre e hijos se quedaron solos por un momento, no había muchos clientes así que Julieta podía tomarse un descanso con ellos.

–Es raro verte sin la señora Alma –comentó indiferente el gemelo menor dejándose caer sobre la silla y cruzando sus brazos sobre su pecho.

Pedro suspiro, sabía que Bruno ni a Julieta no le agradaban a su esposa. Aun así mantuvo la compostura y los miro de forma calmada; no quería problemas. Era importante para él mantener un margen con sus dos familias.

–Quise pasar un rato con mis dos oruguitas –dijo con una sonrisa nerviosa.

Los gemelos arquearon la ceja, era difícil de creerlo después de siempre evitar sus reuniones o festejos por andar con la otra familia Madrigal. Ya bastaba con que ambos compartieran el mismo apellido como para decir que mágicamente quiere pasar más tiempo con ellos. Pedro apenas se comunicaba con ellos por cortas llamadas. Desde que él se casó con el amor de su vida hace diecisiete años, las cosas cambiaron mucho en su humilde familia.

Julieta no aguanto más y suspiro cansada.

–Papá, sabes que siempre serás bienvenido con nosotros –su voz sonaba tranquila, aunque también sonaba seria–, pero ¿Cuál es la verdadera razón de que estés aquí?

El anciano resoplo al ver que fue descubierto.

–Quería invitarlos a una cena de gala esta noche en Casita. Hoy es el festejo del primer papel protagónico de Antonio y vamos a celebrarlo –miro a ambos con una sonrisa inquieta como nerviosa–. Son mis hijos y quiero que convivamos.

Los gemelos compartieron miradas inseguras, estaban felices por su sobrino, pero la simple idea de asistir a "Casita". Como llamaban a la misión donde vivía la actriz de tercera edad con su hija, no les convencían. Los dos no tenían problemas con Pepa la única hija de Alma, la querían con si fuera su hermana –llegando a bromear que eran trillizos de lugar de gemelos–. El verdadero problema era Alma, siempre los ponía en un rango demasiado inferior solo por crecer en tan malas condiciones, ellos nunca se quejaron de crecer en la calle. Su padre hizo lo mejor que pudo para criarlos bien después de escapar de Venezuela cuando eran unos simples bebés. Alma al ser siempre de la farándula tenía una postura demasiado estricta y controladora.

Julieta mordió su labio inferior pensándolo mucho, sabía que Bruno solo iría si ella iba con su familia. Así que no quedo de otra que resoplar rendida y mirar a su padre.

–De acuerdo iremos, pero cualquier insulto o maltrato hacia una de mis hijas o mi esposo yo me largo –comento seria.

–Si ella va, yo iré, solo por Pepa y mis sobrinos.

Pedro sonrió de lado estaba contento de que aceptaran, lo hablaría con su esposa en verdad quería que sus dos familias se llevaran bien. Por otro lado escondidas en la puerta del almacén se encontraban las tres hijas escuchando atentamente la conversación de los mayores. Ninguna estaba emocionada de ir, en especial Mirabel, se sentía incomoda de volver a reencontrarse con Camilo después de casi cinco años.

Si algo sabían las tres hermanas era que tenían que estar al tanto de que Mirabel no se topara con la señora Alma, cosa que las molestaba un poco, pero lo harían para cuidarla. Sería una larga noche.

Deja que se callen...||CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora