||CINCUENTA Y CINCO||

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|55|¿Ahora qué?

Eran apenas las cinco de la madrugada, la mañana estaba coloreada de colores templados, la suave y refrescante brisa veraniega movía con delicadeza las cortinas de su habitación. Los pájaros comenzaban a levantarlos con sus hermosos cantos, pero aun con la mañana perfecta envolviéndolos en una paz genuina. Camilo seguía atormentándose en mente, acariciaba con miedo y delicadeza el vientre desnudo –y aun plano– de su prometida. ¿En serio su hijo está ahí? ¿Dentro de ella?

Después del tan escandaloso y problemático anuncio del embarazo, ambos se fueron con intenciones de hablar, cosa que nunca hicieron y todo el trayecto hacia la casa a las afueras de Encanto las preguntas, los miedos y el pánico de saber que pasara ahora en adelante los atormentaba.

Tenía la espalda de ella contra su pecho, los dos se encontraban solo con la parte baja de su ropa interior. No hubo relaciones, ni palabras, simplemente cuando llegaron se desnudaron para dormir con las mente atormentada. Mirabel dormía tranquilamente, aun tenia lágrimas secas en sus mejillas. Él la escucho sollozar entre sueños, cosa que lo daño. Al igual que ella, estaba destrozado como confundido, pero no lo demostraría, tenía que ser fuerte por los dos. Porque de algo está seguro y era que tendrían a ese bebé. Ella no tenía el coraje ni las agallas de pensar tan siquiera la opción del aborto. Y aunque ella lo quisiera, él no estaba preparado para apoyarla en esa decisión.

Cerró sus ojos cansados de nuevo, la atajo más hacia su cuerpo sin separar sus manos del vientre. En cierto punto no le extrañaba que esto pasara, ellos eran muy cuidadosos con usar protección, pero hubo varios descuidos que por la calentura de la situación los cegaba. Respiro hondo antes de esconder su rostro en el cabello oscuro de ella. Olfateando el delicioso aroma de su shampoo de frutos rojos.

Planeaban tener hijos, sí, pero un futuro no ahora donde las cosas estaban tensas. Mañana seria la cena familiar, sabía que había riesgo alto que haya caos entre ambas familias. Apenas se toleraban y Bruno se lo advirtió varias veces.

De repente su mirada se abrió con sorpresa, se separó de la cabeza de ella para mirarla de reojo, sintió como Mirabel posaba sus manos sobre las suyas y comenzaba a acariciar con tanta delicadeza sus nudillos.

–¿Ahora qué haremos? –pregunto en un susurro tranquilo. Sin ganas de llorar o lamentarse ya se había desahogado lo suficiente la noche anterior.

Ahora las náuseas matutinas –que ya sabía que no eran por estrés– comenzaban a invadirla. Logrando que el asco y las ganas de vomitar aparecieran con más intensidad. Como si su cuerpo le gritara: "Ya sabes que estas embarazada, te toca sufrir".

Aun con el cuerpo lleno de dudas y malestares que no la dejaron descansar del todo aquellas cortas horas de sueño, ella giro su cuerpo entre las sabanas delgadas de su cama para quedar frente a él, Camilo poso su manos en su cadera y Mirabel enredo sus piernas con las de él. Era momento de hablar.

–¿Qué haremos? –volvió a preguntar con autentico miedo en sus palabras.

Camilo suspiro, tomo la mano de ella y la guio hasta sus labios para depositar un pequeño y dulce beso en ella. Mirabel lo observo levemente sonrojada y con un brillo en su mirar. Él volvió a cerrar sus ojos para mentalizarse. Comenzó a pensar las palabras correctas para animarla y que sus temores no se notaran. Ambos ya no eran adolescentes pubertos pero tampoco eran del todo adultos experimentados. De su grupo de amigos eran los más jóvenes con tan solo veintidós años, los demás no tuvieron problemas en convertirse en padres; Teresa se veía muy calmada para sus casi veinticinco años y Alberto la apoyaba sin quejas teniendo sus veintisiete a pronto de ser veintiocho, razón que no les afecto mucho en aceptar el embarazo no deseado e incluso Miguel se convirtió en padre al decidir en adoptar a los gemelos con tan solo veintiséis.

Deja que se callen...||CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora