||CUARENTA Y DOS||

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|42|Paz y Calma

La sonrisa calmada de sus labios no tenía precio. Era el mejor despertar de su vida. No solo por la increíble vista que tenia de la ciudad pintada de colores templados de aquella madrugada, que coloreaban también la habitación de una paz que jamás sintió en su vida. Y sin contar que tenía una mejor vista mucho más hermosa que el mismo Encanto; su bella amada dormía cómodamente acurrucada en su pecho con una sonrisa tranquila mientras parte de su cadera era cubierta de la delgada sabana de la cama que cubrían sus cuerpos de los recuerdos de la noche anterior, donde solo quedaron como evidencia el sudor, las marcas de besos y rasguños junto con los fluidos y la tensión de sus músculos. Fue una noche perfecta y no dejaría que fuera la última. Fácilmente podría acostumbrarse a despertar con ella a su lado.

La observo detalladamente perdiéndose en su exquisita piel color canela, adornada con algunos pequeños y sutiles lunares que quería aprendérselos de memoria. Sin duda se sentía el hombre más afortunado del maldito mundo. La abrazo más a su cuerpo, provocando que su corazón latiera fuertemente cuando ella gustosa entre sueños se acomodó aún más. No quería despertarla y si fuera por él se quedarían todo el día en aquella habitación y le haría tantas veces quisiera el amor, pero para su desgracia tenían que levantarse y llevarla a su casa. Ambos tenían compromisos y no podían simplemente dejarlos –aparte que Héctor es capaz de matarlo si se le ocurría faltar o llegar tarde al trabajo–. La admiro por última vez; con delicadeza movió aquellos cabellos rebeldes de su rostro. Sus dedos acariciaron su mejilla suavemente hasta llegar al mentón, obteniendo un quejido por parte de ella que oculto su rostro para que no la tocara.

Esbozo un risa y se separó un poco para descubrir su rostro, lentamente se acomodó y acercándose a su rostro comenzó a repartir pequeños y dulces besos en todo rostro recorriendo un camino invisible por toda su piel desde su mentón pasando por su cuello y deteniéndose en sus hombros. Ella soltaba risas, aun hundida en el sueño e intentaba apartarlo, pero solo lograba hacerlo reír. Bajo sus caricias y besos hasta llegar aquel par de senos, enterró su rostro entre ellos sintiéndose cómodo. Mirabel soñolienta lo aparto de su cuerpo suavemente para poder ver su rostro recién levantado. Ambos sonrieron al encontrar los ojos del otro, sus pupilas estaban tan dilatadas que parecía ser solo negro y sus corazones latían con felicidad al mismo ritmo.

Camilo se acomodó encima de ella apoyando sus brazos a los costados de ella.

–Buenos días, mi mariposita –susurro con una voz ronca antes de depositar un dulce beso en su frente.

–Buenos días, mi apuesto camaleón –respondió con el mismo tono mientras enrollaba sus brazos en su cuello y lentamente lo atrajo hacia ella.

Juntaron sus frentes y rieron a la par, estaban felices. No solo por haber tenido relaciones, estaban felices de despertar con el otro y ver que no fue un sueño su reconciliación. Ella tomo la iniciativa para acercarlo más y comenzar a besarlo de manera lenta y gentil, saboreando los labios del otro. Camilo la envolvió en sus brazos acercándola aún más sintiendo la fricción de ambos cuerpos desnudos. Ella no ponía resistencia y se dejaba llevar, soltando leves jadeos mientras que sus manos se perdían entre los rizos de él.

Ambos comenzaban a sentir la humedad y la calentura en sus cuerpos, sabían que tenían que parar, pero era casi inevitable. Camilo fue el que la aparto lentamente, dando cortos besos en sus labios antes de separarse por completo tumbarse a su lado con la respiración algo agitada.

–Sera mejor que nos vayamos antes que pierda el control y vuelva hacerte mía –susurro excitado con una sonrisa.

Ella giro su cabeza y le sonrió agitada. No lo pensó dos veces cuando lo volvió a abrazar.

Deja que se callen...||CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora