||ONCE||

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|11|Intentarlo

Ambos admiraban en completo silencio como la fuerte tormenta que invadía la ciudad, no había nadie a su alrededor. Eran las altas horas de la noche y la única fuente de luz que tenían eran los faroles del estacionamiento. Se encontraban ocultos bajos el techo de la entrada del teatro, manteniendo su distancia uno del otro. Después de su plática en el taller no sabían que es lo que ocurriría entre ellos, pero no volverán a quedarse callados. Camilo se vistió con una vieja sudadera anaranjada que tenía en su camerino junto con unos lentes sin cristal y un gorro que ocultaba sus rizos. A veces ella se sorprendía como tan fácil Camilo podía convertirse en otra persona solo para no llamar la atención y ser libre por unos solos momentos.

La miro de reojo, ella seguía distanciada a unos cuantos pasos de él, Mirabel se mostraba tranquila admirando la noche lluviosa. A sus ojos ella se veía completamente hermosa con las luces blancas artificiales iluminando su piel canela.

–¿Trajiste paraguas? –pregunto Camilo con sus manos guardadas en los bolsillos de su pantalón.

–No y ¿Tu?

–No esperaba que lloviera –respondió alzando sus hombros sin mucha importancia–, estos días fueron soleados para que una tormenta aparezca de la nada.

Ella lo miro, rio en voz baja para después girar a verlo sonreírle con ternura. Camilo por su lado se sonrojo levemente al verla acercarse más a él, acortando la distancia. Su fijo su vista a su mano que esperaba que fuera tomada.

–¿La abuela te regañara si te mojas? –pregunto tranquila y algo juguetona con su mirada perdida en el estacionamiento.

Él levanto devuelta a su rostro al escuchar su pregunta.

–Creo incluso me regañaría si respiro mal –murmuro soltando una pequeña risa.

Lentamente saco su mano de su bolsillo para rosar sus dedos con los de ella; quien al sentirlo no dudo en tomar su mano con la suya, entrelazando sus dedos. Una acción tonta que los hizo sentir una calidez dentro de su pecho.

–Recuerdas cuando me obligaba a pararme derecho todo el tiempo porque encorvaba mi postura.

–Ibas a tener una joroba si no intervenía –comento ella sonriente haciendo que su sonrojo fuera más bello.

Ambos siguieron admirando la lluvia caer en el desolado estacionamiento, Camilo apretó un poco el agarre de sus manos y Mirabel recargo su cabeza en su hombro, a veces quisiera que su relación fuera algo normal que sus abuelos no se hubiera casado para no creyeran que eran primos, pero cuál hubiera sido la probabilidad que un apuesto hombre prodigio en las artes escénicas se fijara en ella. Tuvieron mucha suerte en conocerse y crecer juntos.

Los eran de dos mundos completamente opuestos; pero se atraían con tanta facilidad que negarlo sería su mayor pecado. Mirabel se separó y él la miro curioso, a lo que ella respondió con una sonrisa ladeada.

–¿Quieres mojarte?

Él soltó una carcajada y la miro sonriente mostrando aquellos dientes perfectos.

–Esperaba que me lo pidieras –susurro.

Deshizo el agarre de sus manos y antes de que ella lo mirara con duda; Camilo la cargo sin problemas en sus brazos, como si de una princesa en apuros se tratara. Sonrojada y avergonzada lo miro sorprendida en lo que se aferraba a su cuello al tener miedo que resbalaran. Él rio y la calmo con un pequeño beso en su mejilla.

Cerro sus ojos con fuerzas cuando por fin salieron del refugio del tejado, sintió como las múltiples gotas de lluvia comenzaba a chocar contra su rostro y ropas, no tuvo de otra que refugiarse en el pecho de su amado y ocultando también aquella sonrisa cálida. Él la miro de reojo, sonriendo al verla tan cómoda entre sus brazos, encamino tranquilamente hacia su auto, disfrutando aquella sensación fresca de la tormenta. Estaba tan embobado en la figura tranquila de su amada que al momento de casi llegar a su destino, no se fijó en el pequeño bache que estaba camuflado como un simple charco. Ambos terminaron cayendo espalda contra el suelo. Mirabel lo miro preocupada al caer encima de él, tomo su mejilla y antes que preguntara si se lastimo o algo; Camilo le sonrió adolorido.

Deja que se callen...||CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora