||TRES||

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|03|Verte

Bruno respiro hondo, su hermana se encontraba sujetada a su brazo. Ambos gemelos encabezaban la familia, al mismo tiempo que la protegían de otra que los intimidaban. Ellos no crecieron en riquezas y fama como los gran Madrigal; ese no era su ambiente y se sentían indefensos. Él respiro hondo mirando de reojo a Julieta, quien compartió mirada con él para darle a entender que estaba preparada. Era siempre la misma rutina cada vez que ambas familias se juntan. Él levanto su mano y toco una de las enormes puertas verdosas.

–Recuerda, lo hacemos por papá –le recordó en un susurro.

Julieta asintió, cerro sus ojos, tratando de mantener la compostura. Y los abrió al momento que las enormes puertas se abrieron dejando que toda la luz de adentro chocara contra su rostro. Isabella sonrió divertida golpeando discretamente el hombro de Luisa al ver al joven de cabellera corta y oscura, cuerpo delgado, piel ligeramente bronceada y unos ojos oscuros que brillaban con la luces de la casa. El asistente personal de Alma sonrió dulcemente al encontrarse con la mirada de la hermana del medio; provocando que ella se sonrojara y desviara la mirada. Él esbozo un risa tratando que su sonrojo tampoco se notara, volvió a una postura más profesional para mirar a los gemelos del esposo de su jefa.

–Bienvenidos, el señor Pedro los espera en el living –comento cordialmente y en un tono sereno haciéndose a un lado para que la familia entrara.

Bruno y Julieta respiraron hondo adentrándose en la enorme mansión. La gemela mayor mordió su labio inferior insegura. Agustín por su lado se mantenía firme protegiendo a sus hijas de su suegra. Había gente importante vestida de trajes de alta costura hablando entre ellos mientras que algunas de las mujeres adineradas miraban con desprecio a las jóvenes que caminaban. ¿Esto no era una cena?

Mirabel se sentía intimidada ante todas aquellas miradas juzgadoras, sentía que la desnudaban. No quería estar allí.

–¿Julieta?¿Bruno?

Toda la familia levanto su mirada hacia las escaleras principales encontrándose con Pepa sonriendo de emoción de al fin ver a sus hermanastros. Sin dudarlo levantó la falda de su vestido y elegante, pero a la vez rápida bajo las escaleras para abrazarlos con cariño. Ellos le correspondieron el afecto sintiéndose a salvo con ella. Por otro lado Mirabel tembló al ver a los tres nietos Madrigal mirándolos con seriedad, aunque Camilo la miraba solo a ella con odio. Desvió la mirada intimidada, Luisa la tomo de los hombros y la guio hacia donde la pelirroja los llevaba. No era secreto que los tres grandes Madrigal odiaran a su familia sin ninguna razón que ellas conocieran; más allá del desprecio de Dolores hacia Isabella o Camilo hacia Mirabel. Antonio simplemente las ignoraba, a sus doce años prefería no meterse mucho con la familia del señor Pedro. Los tres al igual que su madre y abuela eran celebridades en la pantalla, Camilo y Antonio eran los mejores actores en telenovelas u obras de teatro mientras que Dolores desde joven siempre estuvo en los musicales y en la pasarela. Una familia llena de grandes celebridades de toda Colombia.

Miro hacia adelante sonriendo levemente al encontrarse con la señorita Pepa ofreciéndoles unas copas de vino tinto a los hijos de su padrastro mientras les hablaba de todas sus frustraciones al no tener a su esposo a su lado esos meses. La relación de ellos tres fue lo único bueno que trajo el matrimonio de Alma y Pedro. Julieta y Bruno la calmaban sabían del todo estrés y ansiedad que ocultaba la actriz desde que se retiró por causas de su salud. Las tres hermanas sonrieron al ver como en el living solo se encontraba su abuelo leyendo tranquilamente uno de sus amados libros de Eustasio Rivera, Tierra de promisión. Al notar la presencia de su familia sonrió calmadamente, dejo el libro en la pequeña mesa de café en lo que se levantaba con dificultad. La edad ya cobraba factura, tomo su bastón y se acercó a ellos. Realmente estaba feliz de ver a sus tres hijos reunidos, al igual que a sus hermosas nietas.

Agustín lo ayudo a acercarse con cuidado, haciéndolo reír.

–Es bueno volver a verte, Agus –exclamo con una sonrisa divertida.

–Siempre será un placer verte, Pedro.

El anciano volvió a esbozar una risa antes de estar de frente a sus queridos gemelos. Ellos lo abrazaron con cariño y cuidado. Ver a su padre siempre les causaba alegría, pero tuvieron que separarse al escuchar un carraspeo por parte de la dueña de la casa. Bruno y Julieta se separaron del anciano casi como si de una orden militar se tratara. A Alma no le gusta perder tiempo y hacer esperar a sus invitados. Inconscientemente Isabella y Luisa escondieron la figura de Mirabel detrás de ellas antes que hagan enojar a un más a la matriarca.

–Querido –hablo Alma en un tono serio mirando a su esposo–, es momento de ir a dar el brindis por el magnífico papel de nuestro Antonio.

–Voy, amor –respondió tranquilo y con una pequeña sonrisa.

Ella asintió más calmada y después dirigió su mirada a su hija. Pepa intento ocultar su copa de vino pero fue demasiado tarde al notar el ceño fruncido de su madre.

–Pepa arregla tu vestido y deja de beber –recalco–. Es hora que estés con Antonio en la sala principal de lugar de estar aquí perdiendo el tiempo.

Y sin más la anciana se retiró siendo seguida por su esposo; quien los mira con culpa, hablaría con ella después. Al cerrarse la puerta los dejaron a todos en un silencio incómodo. Bruno tomo la copa de las manos de la pelirroja y Julieta arreglo cualquier defecto del vestuario, le sonrió con cariño a su hermanastra intentando calmar sus cambios de humor tan problemáticos. Y los tres salieron hacia el salón principal, sin antes Julieta compartiera una mirada preocupada con su esposo. Agustín capto la indirecta y suspiro mirando a sus tres hijas, en especial a Mirabel.

–Lo mejor es que te quedes aquí mientras dan el anuncio –dijo en un tono rendido.

–¿Qué? –titubeo la chica.

Él la tomo de los hombros para que la mirara, estaba siendo serio.

–Quédate aquí, Mirabel, es una orden. No queremos que Alma se enoje.

–P-pero –intento mirar a sus hermanas en búsqueda de ayuda, pero ellas solo desviaron la mirada.

Derrotada, bajo su rostro y acepto. No era la primera vez que la excluían. Agustín beso su cabello antes de soltarla e irse con las demás. Y antes de que la puerta se cerrara pudo ver a Antonio a lado de su madre y abuela. Los tres parados en medio de las escaleras preparados para ser el centro de atención de esa noche. Ella suspiro, solo había ido por petición de su abuelo y tío. No le agradaba nada estar con esa familia ni lugares como ese.

Encamino por la habitación ambirando la gran colección de libros de su abuelo. Tanteo cada contra portada con las yemas de sus dedos, leyendo cada título que se encontraba. Y cuando estaba a punto de tomar uno de los que le llamo la atención sobre salto al escuchar la puerta de su lado dejando caer el libro al suelo. Aterrada se agacho para recogerlo disculpándose torpemente que no era lo que pensaba.

–Sigues siendo igual de odiosa –escucho una voz irritada detrás de ella.

No tardo en reconocer aquella voz masculina y tan cambiada. Sus ojos se abrieron con sorpresa y lentamente giro para verlo.

–Camilo... 

Deja que se callen...||CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora