||SESENTA Y UNO||

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|61|Deja que se callen: el sacrificio (parte 1)

Las finas manecillas del reloj de su muñeca marcaban más de las cuarto cuarenta de la maldita madrugada, él seguía sin dormir y dudaba si lograría hacerlo. Perezosamente se recargo en su asiento de cuero negro y miro de reojo la enorme ventana que mostraba las luces nocturnas de Encanto. Cerró sus ojos y suspiro con fastidio antes de sacar del bolsillo de su chaleco negro aquella memoria con el adorno del sol de bronce. Miro cada detalle de este, lo hizo girar en frente a su rostro. Él se lo había regalado a Matías en su primer mes de "pareja".

Lo sujeto en un puño al recordar su muerte. No quería matarlo, pero lo descubrió y no tuvo más opción. Él no sentía empatía por nadie como para querer guardar su secreto. Nunca fue su opción hacerlo delante de Camilo y Alberto, pero él no se callaba. Aun así le disparo para una muerte lenta. Jamás sintió nada por él y la muerte lenta era una forma de vengarse de todo lo que le hizo; filtrar su rechazo, consolarlo cuando solo quería ganarse su confianza –aunque él también tuvo que hacer todo un escándalo para que todos no sospecharan– y jugar muy sucio con los sentimientos de Mirabel.

Mirabel...giro su rostro a su escritorio donde la noticia ya estaba en su manos y en menos de una hora cruzara por todos los medios. ¿Enserio sacrificaría su libertad por ella?

Estaba en deuda con Camilo y su familia.

{...}

Siete años atrás, cuando su protagónico termino al igual que su contrato. Él estaba realmente mal, no quería volver a Italia y continuar con la actuación; aunque tenía el talento para ser considerado el mejor actor de todos los tiempos, no le apasionaba seguir con ello y mucho menos hacerse cargo del negocio familiar. No tenía opción era hijo único y su abuela confía demasiado en él para seguir sus pasos. Se sentía libre en Colombia, guiando a la mafia que su familia mando solo por una misión. No quería irse, no solo por eso, si no que allí conoció por primera vez aquel cálido sentimiento que era enamorarse por primera vez de un estudiante de intercambio de la misma Italia.

Y no fue el único que noto que no quería irse...

–¿Me podrías decir porque mi nieto Camilo vino casi rogándome que te ayudara con una nacionalidad Colombiana, joven Paguro? –la voz firme y dominante de Alma "Madrigal" García lo saco de sus pensamientos.

Suspiro y miro con seriedad a la matriarca del imperio Madrigal, sentada en una pose amenazante del otro lado de su escritorio.

–No hay nada que preocuparse, mi señora, su nieto no tiene idea del verdadero negocio de los Paguro...nunca fue mi intención que le rogara –cerro su mirada por unos instante antes de volver ver de manera indiferente a la mujer–, pero tanto usted como yo sabemos cómo es el negocio, sé que es mucho pedirle protección no solo para mí, si no también para mis hombres en este país.

Alma lo mira desconfiada y él seguía firme con sus palabras.

–Sabes que lo más importante para el negocio es la lealtad no con tu gente, si no con la familia misma –habló ella–, sé lo difícil que es este mundo cuando no tienes más opciones que seguir los pasos de los que estuvieron antes de ti –suspiro–. También cómo te entrenaron, muchacho, entreno de la misma manera a mi amada Dolores, pero un paso en falso llegaran a descubrirte, tendrás que renunciar a todo y dedicarte al otro lado de las cámaras.

–Disfrutare todo lo que pueda, mi señora, sabe que no hay familia más leal que los monstruos marinos del norte de Italia –habló dejando caer el emblema de plata de su familia con el grabado de un monstruo marino–. No solo estaré en deuda con usted y su familia, daría lo que fuera para pagarle a Camilo, pero enserio quiero tener una oportunidad de vivir antes de dedicarme a esto y usted lo sabe mejor que yo –finalizó con una mirada hacia el retrato de un hombre de postura igual de dominante que Alma. Era su difunto esposo y el padre biológico de Pepa.

Deja que se callen...||CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora