||CINCUENTA Y OCHO||

291 28 12
                                    

|58|Familia Madrigal (parte 1)

Las manecillas del reloj de su muñeca se movían más rápido de lo que él esperaba. La ansiedad y preocupación invadía todo su cuerpo y le hacían perder cada vez más la cabeza. Los fuertes rayos del sol de las tres y media de la tarde golpeaba con fuerza la autopista de la ciudad. El calor era insoportable, pero eso no le importaba en ese jodido momento. Sentado en el asiento del copiloto, se colocó sus lentes de sol y se amarro sus rizos en una coleta. Estaba hecho ira por tener que seguir a la egocéntrica y estricta hermana a las afuera de Encanto, teniendo en cuenta que su cena era en un par de horas.

Gruño con ganas de golpear algo, aun así prefirió controlarse y tomar del portavasos del auto aquella cajetilla de cigarros a medio acabar junto con el encendedor. Saco uno y lo coloco en sus labios para después girar su mirada a su compañero.

–Perdón por molestarte, sé que estabas con Teresa en una de sus citas con el ginecólogo –comento frustrado mientras encendía el cigarro y volvía a dejar las cosas en el portavaso–, pero necesitaba seguir a Dolores sin que ella se diera cuenta.

Abrió la ventana de su lado y expulso el humo. Sin poder evitarlo miro a lo lejos el auto de su hermana manejando con toda tranquilidad del mundo.

–No es nada –respondió Alberto con seriedad y la mirada fija en el casi desolado camino–, eres mi amigo, Teresa me saco a patadas cuando escucho el apellido Salazar, pero por favor dime que Mira sabe de esto.

Camilo dio una larga calada antes de asentir con una expresión más neutra.

–No soy idiota como para preocuparla si llego tarde para nuestra cena, ella sabe lo importante que es para mí cuidar a mi madre y sin alterarse solo me dio ánimos y me aseguro que hará lo que sea para no crear caos en ambas familias –susurro un poco más calmado al recordar sus palabras, miro su cigarrillo antes de tirar las cenizas por la ventana; se sentía afortunado de tenerla, cualquier otra mujer hubiera mandado a la mierda a su madre–. Además le pedí Arturo que si empiezan a alterarla o la critican que se la lleve sin importar que, solo quiero que ella este bien al igual que mi bebé.

–Pero ¿Por qué tanto escándalo que Dolores se llevara a tu madre? –le pregunto en un tono sereno mientras lo miraba de reojo.

Él suspiro, el tema de su familia era algo delicado y difícil de explicar para cualquiera que no haya pisado Casita.

–Mi mamá, no ha salido de Casita por más de una década, los primeros meses desde la muerte de mi padre, ella no se atrevía salir, tengo vagos recuerdos de lo estérica y malhumorada que estaba todos los días que incluso se reusaba a comer. Nunca acepto como tal la muerte de mi padre, hasta hace poco. Ahora sin sus medicamentos que la drogaban solo por unos minutos de lucidez para luego ser por completo un zombi andante, se altera con mayor frecuencia –expulsó el humo por la ventana–. No sé qué planea, pero no me agrada que la sacara sin permiso y mucho menos sin el mío que he sido el que la cuidaba estos meses.

Volvió a gruñir furioso, apretando con fuerza el extremo del cigarro, terminándolo por maltratarlo por completo que era inútil volver a usarlo.

Su compañero no dijo absolutamente nada, podía entender muy poco de la situación, pero sea lo que sea él lo apoyaría.

–No sé quién sea con el que hablo Dolores, pero no dejare que nada le pase a mi madre –exclamó entre dientes dejando la inservible colilla de cigarro en el cenicero del auto.

Estaba con un océano de sentimientos negativos, porque sabía lo que era capaz de hacer su hermana solo para "proteger" la maldita imagen de la familia Madrigal. Ella no tenía límites. Escucho un suspiro cansado por parte de su compañero pero ni siquiera se dignó a verlo solo siguieron su camino hacia los límites de Encanto.

Deja que se callen...||CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora