||CUARENTA Y SIETE||

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|47|La entrada del infierno

Se tensó al sentir como aquellos brazos delgados la envolvían como si fueran amigas de toda la vida. No sabía cómo reaccionar, miro de reojo a Hiro con una expresión de pánico y auxilio. Él solo rio y le sonrió de lado para que se relajara. Dio un brinco del susto cuando la menor la separo de forma brusca, la sostenía de sus hombros mientras le regalaba una enorme sonrisa. Como las de Miguel, pensó. En verdad tenían mucho parecido no solo lo físico, si no también aquella aura tan alegre y servicial.

–Miguel me ha hablado tanto de ti, que emocionaba conocerte al fin, morenita –sonrió con dulzura y amabilidad; provocando que los nervios de Mirabel se calmaran y pudiera corresponder su sonrisa–. El no mentía cuando dijo que tienes la apariencia de un ángel.

Mirabel se ruborizo avergonzada, logrando hacer reír a los cuñados.

–Él también me ha contado tanto de ti, te tiene mucho aprecio.

–Fui con mi mamá las únicas que apoyaron su relación cuando toda nuestra familia estuvo en contra –confeso con melancolía, para volver a sonreír–. Tengo ganas de molestar a ese pendejo.

–Socorro, tu madre me indico específicamente que no molestaras a Miguel en su cumpleaños.

Mirabel rio con dulzura al verla malhumorada para después sacarle la lengua a su cuñado. Sin duda era una copia más joven y femenina de Miguel.

–¿Entonces ella es el regalo de Miguel? –pregunto Mirabel mirándolo sorprendida.

–El regalo más caro...

–Y sexy del mundo –interrumpió la menor con una sonrisa juguetona.

Hiro puso los ojos en blanco, se estaba arrepintiendo de traerla a Colombia. La simple idea de tener que aguantar no solo a un Rivera que le causaba dolor de cabeza ahora tendría a cuatro en casa –si contaba a sus hijos–, se dirigió al puesto de aguas y se sirvió un caballito de mezcal para él. Socorro seguía abrazando a Mirabel con cariño.

–Sírveme uno.

–No, no puedes beber aquí –le dijo serio–, aquí el límite de edad es a los veintiuno y tú tienes veinte.

Socorro desvió la mirada con fastidio haciéndolo irritar.

–Mejor vete a cambiar, antes de que el idiota de tu hermano te descubra antes de tiempo –la regaño para después suspirar y mirar compasivo a Mirabel–. Podrías asegurarte que se vista y no cree ningún desastre, es peor que Miguel cuando se ponen ebrios.

Mirabel asintió con una pequeña sonrisa, cual fue correspondida por una agradecida. La colombiana la miro, Socorro no parecía molesta ni irritada por tener una "niñera", se mostraba tranquila y sonriente.

–¿No vamos, Mirabel?

Ella lo dudo un poco, miro a todos lados para avisarle a Camilo, ya que según se reunirían allí. Al ver que no había rastro de él, miro a la mexicana y le sonrió asintiendo. Tal vez su novio estaba ocupado con algo importante.

Ambas comenzaron a retirarse del lugar despidiéndose de la mano de Hiro; quien solo les sonrió complacido de que ellas se lleven bien. Socorro comenzó a hablarle de todo su viaje y lo que sabía de ella por parte de su hermano y cuñado, poco a poco Mirabel se sentía cómoda con ella. Las dos reían y hablaban como si adolescentes se trataran. Tenía una conexión con ella idéntica como la que tenía con su hermano, tal vez solo era algo por sus edades casi parecidas o sus vidas humildes a lado de gente tan importante en el entretenimiento, pero se sentía tan cómoda a su lado y Socorro pasaba por lo mismo.

No fue hasta que en una búsqueda rápida entre las mesas del evento se encontró con una imagen que no le gusto para nada. Su sonrisa se borró al instante de ver a Camilo en una de las mesas principales abrazando a Teresa en su pecho y lo que hizo que se enfureciera fue ver como él beso su frente. Estaba tan tranquilo como si Miguel y Alberto no fueron con él para avisarle que le esperaba en el otro lado del campo.

Deja que se callen...||CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora