||CUARENTA||

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|40|Nuestra noche

Sus ojos seguían perdidos en el negro de sus pupilas, la castaña mirada de ella oculta bajo el cristal de sus antejos brillaba con intensidad ante aquel color castaño-verdoso de él.

–¿Qué haces aquí? –preguntaron al mismo tiempo en un hilo de voz, ante la simple idea que no podían creer que el otro este ahí después de semanas sin verse o hablarse.

Al darse cuenta de su sincronización desviaron sus rostros evitando que el otro viera el sonrojo intenso de sus mejillas. Se sentían como unos malditos adolescentes enamorados por primera vez; ya ni su adolescencia eran así.

Mirabel fue la primera en salir de su trance al notar la pequeña colección de discos de vinilo que tenía Camilo en su costado.

–¿Miguel? –fue lo único que logro soltar de sus labios.

Camilo reacciono miro los discos que encontró, dándose cuenta que Miguel le tendió una trampa. Maldijo en un susurro que por suerte ella apenas logro escuchar, pero no le tomo importancia. Él suspiro y aun sin atreverse a mirarla respondió:

–Sí...–dijo en un tono perdido– Miguel me insistió que los quería de regalo, hizo un drama y todo –explico haciendo un ademan con la mano, volvió a suspirar y la miro algo cansado–, aparte con todo lo de la obra o entrevistas y ni hablemos del acoso, quise despejarme un poco hoy. No sabía que te encontraría.

Ella esbozo una pequeña sonrisa, que lo hizo sentir más seguro.

–¿Puedo? –pregunto apuntando a su lado para poder sentarse.

Él asintió haciéndose a un lado para que ella pudiera ver los discos también. Mirabel se acomodó su falda y tomo asiento muy cercas de él y en un silencio tranquilo ambos siguieron viendo los discos.

–Me imagino que iras a su fiesta –murmuro Mirabel, aun manteniendo su mirada fija en la portada de los viejos discos de vinilo.

–¿Te incomoda? –susurró mirándola de reojo.

Negó moviendo su cabeza con suavidad para luego dejar salir un leve soplido de sus carnosos labios. Devuelta el silencio los invadió, no era incomodo pero tampoco se sentían a gusto. Sabían, no, necesitaban hablar. Los dos jóvenes amantes anhelaban volver a abrazar, besarse y sentir la piel del otro...pero se mantenían tranquilos en la silenciosa habitación.

–¿Cómo te ha ido? –preguntó ella.

Meh –expresó alzando los hombros–. Dramas, acoso, soledad, aguantar a la gente...–hablaba con aburrimiento haciendo un ademan con la mano– lo normal ¿A ti? –pregunto mirándola con atención.

–Escuela, ayudar en casa de té, peleas con mi familia...lo normal –respondió con el mismo tono para luego sonreírle sin muchas ganas.

–Perdón si te cause problemas.

Negó.

–Sabía que eso iba a pasar –murmuró con tristeza en lo que acariciaba una de las portadas desgastadas de un álbum.

Camilo suspiro, al igual que ella desvió la mirada. No fue hasta que sintió como tomaba su mano y entrelazaba sus dedos con los de ella. Sonrojado y confundido levanto la mirada, encontrándose con aquella sonrisa tranquila en su rostro. Trago saliva, acción que la hizo reír.

–No causas problemas, jamás lo has hecho –sus mejillas se sonrojaron; era la primera vez que tenía el valor de ser ella quien arregle las cosas–. Eres mi luz al final del túnel.

Sus ojos se abrieron con sorpresa, ruborizado desvió la mirada y con su mano libre le mostro el dedo medio a ella. Mirabel volvió a reír, sabía que lo había avergonzado, al parar de reír se acercó a su dedo y la beso para molestarlo. Como él lo hacía con ella. Camilo se quejó entre risas limpiándose se mano con su sudadera y así comenzaron a molestarse mutuamente sin llegar a separar sus manos del otro.

Deja que se callen...||CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora