||VEINTIDOS||

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|22|Desahogo

–¡Tío, Beto! –gritaron emocionados dos niños idénticos, al momento que vieron al italiano bajar del auto que estaciono frente a su casa.

Los dos gemelos corrieron hacia los brazos del hombre que consideraban su tío. No tenían más de cuatro años, con una piel blanca con pecas casi invisibles a simple vista y una cabellera castaña clara levemente ondulada. Eran Luan y Luis, los hijos adoptivos de Miguel. Ambos vestían su pijama de superhéroes.

Mirabel sonrió con ternura al ver como el pecoso se agachaba para recibir a los niños con los brazos abiertos. Los cargo entre sus brazos con una sonrisa alegre. Ella termino de bajar del auto de Teresa mientras que ella y Luca; quien iba en el lado del copiloto se enfocaban en estacionar correctamente el auto en la cochera de la casa del mexicano. Miro sorprendida el lugar no era muy grande pero no era para nada pequeño, tenía varios detalles característicos del país de origen de su amigo y uno que otro detalle oriental.

Miguel salió de la casa asustado de haber perdido de vista por un momento a los gemelos. Suspirando de alivio al verlos sanos y salvo con el italiano.

Chamacos del demonio, dejen a su tío en paz –los regaño.

Los niños no obedecieron se encendieron en el hombro de su tío. Acción que les causo ternura al italiano y a la colombiana –quien hacia todos sus esfuerzos de sonreír después de todo lo que paso con su familia–. Después de haber salido lastimada de la casa de té de su madre, se fue a llorar un rato sentada en las escaleras de una de las iglesias del centro. Se sentía traicionada y rota, saber que ni le dieron una oportunidad de tener una relación con Camilo, solamente se negaron como si ella no supiera las consecuencias de amar a su novio. Necesitaba a alguien en esos momento que no dudo en llamar a Teresa para que la consolara –o al menos la escuchara–, la venezolana al escucharla llorar por el otro lado de la línea no dudo en tomar las llaves de su auto, recoger a Alberto y un Luca que prefirió dejar un momento su enojo con su mejor amigo para ir también a consolarla. Y terminaron llegando a las zonas residenciales privadas donde vivía Miguel junto con su familia que les abrió las puertas para quedarse la noche.

–Eres bueno con los niños –murmuro ella sonriéndole a uno de los pequeños; quien también le devolvió la sonrisa con algo de pena.

Scorfano esbozo una leve risa.

–Mi hermana me dio tres princesas y una bestia como sobrinos, se podría decir que tengo experiencia con los niños –respondió de manera melancólica mientras se dejaba abrazar por los menores.

Mirabel sonrió con dulzura, le recordaba que Camilo también era bueno con los niños aunque prefería no mostrarlo en público. Pensar en eso la hizo feliz, con solo la idea que en algún futuro también quieran tomar la decisión de formar una familia.

Seguiría perdida en sus fantasías, si no fuera que se acercó Teresa junto a Luca, la primera sonreía –como siempre– mirando al mexicano, mientras que el segundo miraba también con una sonrisa como los niños amaban a su mejor amigo.

–Al grano Miguel, vinimos por tu tequila y músicas rancheras –exclamo Teresa colocando su brazo en el hombro del mexicano–. Aquí venimos a desahogarnos con el experto.

Él soltó una carcajada sonora y antes que pudiera contestar fue interrumpido por su esposo quien salía de la casa con una expresión seria. Saludo de manera cordial a sus invitados antes de ir directamente con el hombre que cargaba a sus gemelos.

–Ok, chicos, despídanse de su tío, es hora de que se vayan a dormir –comento sereno tomando a ambos infantes con ayuda del italiano.

–Nooo –exclamaron tristes los dos al ser separados.

Deja que se callen...||CamimiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora