7. La noche que bailamos bajo las estrellas

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No estaba preparado

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No estaba preparado.

Sin duda no estaba preparado para conocer a tantas personas con tantos títulos.

Entre los duques, marquesas, condes, vizcondes y barones, me sentía mareado; todos ellos nos habían preguntado cómo nos conocimos, noté que la mayoría nos miraba con duda, sospechando que había más allá de la bonita historia de amor que nos habíamos inventando. Era verdad, claro, pero era algo que no los incumbía.

Victoria y yo caminábamos tomados de la mano por todos lados, con una copa de vino cada uno en la restante, hizo un pequeño resoplido, cuando vio al rey beber de una copa igual a las nuestras.

—No debería de estar bebiendo, pero es un testarudo que quiere que las cosas se hagan a su manera siempre. ¿Sabes que es lo que más me enoja? —, negué —,que el doctor claramente le dijo, que si se cuida podría vivir dos o tres años más, pero a él no le importó, es más importante comer cosas que le hace daño, y beber y no asistir a las sesiones de tratamientos, dice que de todas formas se va a morir, ya sea ahora o en un año. Y lo odio por eso.

Lucía bastante molesta, creí que en algún momento se iría a darle un golpe a su padre o a arrebatarle la copa, pero entonces sucedió algo extraño, o más bien alguien:

Un hombre joven, con un traje ostentoso que tenía un par de monedas o medallas extrañas colgadas de él se posó frente a nosotros, y la expresión del rostro de mi prometida cambió drásticamente de enojo a una sonrisa del tamaño de Júpiter.

Jamás, en todo el tiempo que llevábamos conociéndonos, había sonreído así.

—Alteza—. El hombre hizo una reverencia y Victoria asintió elegantemente con la cabeza a su saludo.

—Lavi, te presento a mi novio, Joseph. Cariño, él es Lavi, duque de Kelian.

—Un gusto —, separé mi mano de la de Victoria para saludarle con una sonrisa de boca cerrada y luego rodeé con mi brazo la cintura de la princesa —, me alegra conocer al ¿quinto? duque de la tarde.

—Lamento ser el quinto y no el primero, teniendo en cuenta de que soy el anfitrión; pero estaba resolviendo unos asuntos reales.

—¿Algo por lo que deba preocuparme? —Preguntó Victoria, aún sin quitar la sonrisa del rostro.

—Para nada, Vic—. Él posó su mano en su hombro y mis ojos se clavaron en la pequeña caricia que le hizo —. Son sólo solemnidades, tú solo preocúpate por disfrutar de la velada y de verte tan hermosa como todos los días, que eres la imagen de la nación.

Victoria soltó una risadita tímida, que a penas logré reconocerla, se sonrojó y le dio un apretón al brazo del duque. Parpadeé, sorprendido por el acto tan poco característico de ella.

—Bueno, tengo que irme, espero disfruten de la reunión y cualquier cosa que necesites, alteza, dímelo por favor, sabes dónde encontrarme.

Le guiñó el ojo y caminó en dirección contraria a donde estábamos volteados, vi como se alejaba, con su estúpido porte de duque y su cabello rubio bien peinado.

Cuando la corona se rompeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora