26. Pasado expuesto

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—Dime que no es verdad que tienes un hijo

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—Dime que no es verdad que tienes un hijo.

Mi cuerpo entero se congeló en ese momento, mi mente trataba de entender lo que estaba sucediendo y lo único que podía pensar era en cómo sabía eso. Y como podía responder.

La mirada de Victoria era una mezcla de confusión y enojo. Quizás decepción. No lo sabía bien, porque en ese momento cerró los ojos y tomó un suspiro muy grande.

—Victoria, yo...— quise contestar, juro que sí, pero las palabras no salían de mi boca.

—Entonces, ¿es cierto?

La puerta de la habitación se abrió en ese momento, volteamos a la par y vimos a la reina de Baréin entrar.

—Lo lamento, majestades, me enviaron a buscar a la reina, pero si interrumpo les diré que en un momento más y-

—No, no se preocupe. No interrumpe nada, adelante Victoria ve con ellos.

Si antes su mirada no reflejó decepción, lo estaba haciendo en ese momento. Me arrepentí casi al instante en el que le dije implícitamente que se fuera, pero ya no había marcha atrás pues salió de la habitación con la otra reina dejándome ahí. Las seguí solo unos segundos después, aunque ya estaban de regreso en el jardín, hablando con los otros presentes, riendo y actuando como si no hubiera pasado nada.

Me acerqué lentamente a su lado, intentando tomar su mano la cual retiró disimuladamente. Sería una larga tarde hasta que volviéramos a estar solos.

El resto de la tarde a penas y me miró, aunque me permitió sentarme a su lado. Tuve un par de intervenciones en la charla del nuevo proyecto de las rutas, una noche antes la había dedicado a estudiar sobre el tema y Victoria me prestó sus análisis para tener idea una general y panorámica del asunto.

Aún me preguntaba cómo había terminado precisamente yo, que odiaba la política, participando activamente en un acuerdo entre dos países, pero era un punto más de la enorme lista de cosas extrañas que me habían pasado en la vida.

Un par de horas después de charla política, de un poco de halagos y algunos temas más triviales, nos despedimos y agradecimos al conde Liam por ser nuestro anfitrión ese día, volviendo al palacio.

—Victoria, ¿te importaría si firmamos el acuerdo en cuanto lleguemos al palacio? Dagraophem es encantador, pero tenemos que regresar ya a Baréin a resolver algo.

—Por supuesto, haré un par de llamadas para que mi asistente vaya preparando todo, ¿todo bien en Baréin? ¿Algo en lo que podamos ayudar?

—Nada grave, pero ya sabes cómo es esto que necesitan firmas, autorizaciones y presencias, ya sabes.

Ambos reyes se despidieron de mí, ya que viajaríamos en autos distintos, prometí visitar Baréin con Victoria pronto y que nos enviarían fotos del bebé.

Cuando la corona se rompeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora