Habían pasado dos semanas y un día desde la muerte del rey. Oficialmente en Dagraophem, ese era el tiempo que se tenía que cumplir de luto, al menos el luto político, durante ese tiempo estuvo estrictamente prohibida cualquier celebración en el país, todos en el palacio vestimos exclusivamente de negro, y las cortinas y banderas que vestía la estructura era del mismo color, esa tarde, todo aquello sería cambiado a los típicos colores que ya estábamos todos acostumbrados: verde y dorado.
Nuestros días luego de asistir al segundo sepelio, donde despedimos por última vez a las bajas que hubo en el palacio, se volvieron más estables.
Victoria y yo nos levantábamos, nos dábamos los buenos días y procedíamos a trabajar, ya que era el encargado del proyecto de la galería de arte, había tenido algunos días ocupados, pero me había asignado una oficina cerca del pasillo en el que estaba la oficina de Victoria, así que cuando daba el medio día la buscaba para almorzar juntos, en las comidas nos acompañaban Circe y Ruder además. Luego, ambos volvíamos a nuestras actividades programadas, y por la noche volvíamos a la habitación, para hablar sobre nuestro día, los avances de nuestros trabajos, y luego ir a dormir.
Habíamos creado una rutina en la que me sentía cómodo, no sabía cómo eran los matrimonios normales, es decir aquellos que no eran por contrato y no involucraban a la realeza, pero el nuestro cada día se sentía más real, no sabía si había sido por lo qué pasó durante el atentado o lo qué pasó cuando salimos del búnker, que algo había cambiado ese día que nos volvió más cercanos.
—Joseph, — mi esposa me sacó de mis pensamientos, entrando a mi oficina—. ¿Estás ocupado?
—No, justo iría por ti para comer, ya he terminado por hoy.
—Vale—, se sentó frente a mí— me gustaría que nos acompañaras hoy en la junta del Consejo real. Es la primera desde el atentado y presentarán a tres nuevos miembros ¿puedes?
—Claro que sí, ahí estaré. ¿Quién más se dio de baja?
A los pocos días de que sucedió eso, algunos miembros del consejo presentaron su renuncia, según me contó Victoria, su exposición de motivos fue que se sentían amenazados por seguir en sus puestos, y solicitaban su jubilación adelantada. De igual manera, eran sólo los mayores que podían hacer eso, pero Victoria no planeaba detenerlos, su propósito era, según explicó, sustituir a tantos integrantes como fuera posible.
Quería personas más capaces y que fueran más leales a ella, pues aquellos señores eran leales a su padre, además fueron varios de los que se opusieron a ella muchas veces en el pasado, por el simple hecho de ser una mujer joven.
—Qira, el duque de Alba. El señor que usa cabello falso y que votó a favor de Levi cuando fue su juicio.
—Ah ya se cual, menos mal.
—No creas—, apoyó sus codos sobre mi escritorio, y recargó su barbilla en sus manos—, es algo sospechoso que se vaya ahora, se siente como si huyeran de algo más ¿miedo por el atentado? Cuando fue el último, cuando yo tenía doce, ninguno de ellos presentó renuncia.
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Cuando la corona se rompe
RomanceJoseph tiene cuatro empleos, hace malabares con las cuentas cada mes y cada día qué pasa se siente más y más atrapado. Victoria es la heredera de uno de los reinos más ricos del mundo, pero para poder acceder al trono necesita un esposo. La propue...