33. Colapso

185 21 1
                                    

Mi hermana y mi esposa se habían caído bien. Más que bien de hecho, las había dejado solas una hora solamente y ya parecían ser las mas intimas amigas y cómplices.

Eso sería el sueño de cualquiera, sino es que hacían complicidad para estar contra mí.

Legalmente, era el tutor de Vera, o bueno, de los papeles falsos de Vera, mientras que estaba en el centro de salud mental, yo sabía que era el momento ideal de que saliera, de hecho, antes de casarme con Victoria se lo propuse a sus doctores, me dijeron que estaba teniendo una buena racha pero necesitaban dos meses mas sin ninguna crisis, ahora las cosas habían cambiado.

Aunque los doctores decían que era buen momento a pesar de la crisis que tuvo una noche antes, me daba pánico. Antes mis padres no sabían donde estaba yo, ahora conocían mi nuevo nombre, sabían quien era mi esposa e incluso la ubicación de mi nuevo hogar. Mi jodido padre se había presentado en el palacio como si nada, ¿que era lo que impedía que no lo hiciera otra vez? ¿O mi madre? ¿O cualquiera de mis hermanas? Que me culparan si no confiaba en la jodida familia que nos dio la espalda y causó la muerte de Vera. No podía permitir que algo así volviera a suceder.

Sin hablar de la prensa, que se las arreglaban para saber donde estábamos cada minuto del día, tuvimos que cambiar de auto tres veces antes de venir acá.

Así que llámenme egoísta, inconsciente o mal hermano por no querer ponerla en riesgo.

Estábamos de regreso al palacio, luego de dejar a mi hermana con la promesa de que el viernes volvería por ella para salir. Y no era mentira, si la sacaría de ahí, solo que aun no estaba seguro de que el palacio fuera el mejor lugar para ir.

Victoria iba mi lado en el auto, aun molesta por haberle mentido, y un poco más por no aceptar inmediatamente la propuesta de que Vera fuera con nosotros al baile de mascaras.

Recibí un mensaje de Kyle, el hombre que se encargaba de una de las exposiciones de la galería, quien también fue el encargado del proyecto de la biblioteca, avisándome que acaba de dejar el oficio correspondiente para aprobar su presentación, respondí afirmativamente y guardé el teléfono para regresar mi atención a mi esposa.

—¿Cuánto tiempo vas a estar molesta?

—¿Cantó tiempo estuviste mintiéndome?

—¿Qué tengo que hacer para que dejes esa actitud conmigo? —Susurré cerca de ella, estaba desesperado, dispuesto a utilizar todas mis armas.

—Busca un giratiempos y dime la verdad cuado tuviste que haberlo hecho.

—Hey, ya utilizas referencias culturales y todo— bromeé, ganándome una mala mirada de su parte, sí, ya entendí, no estaba feliz.

—¿No hubo un momento, uno solo, en el que pensaste "Debería decirle a mi esposa, la cual ya confió en mí, qué mi hermana esta viva"?

—Lo hubo, cielo, pero el pánico de poner en riesgo a mi hermana me ganó.

—¿Y tú crees que yo iba a ponerla en riesgo? Cuando me contaste lo de Dante hubiera sido un gran momento, ¿sabes? Me duele pensar que no confiabas mí para decírmelo, pero me duele más que hayas creído que yo no iba a guardar el secreto, o que iba a poner en riesgo a Vera. Me miraste a los ojos, Joseph, me dijiste que tu hermana murió y la encontraste en su cama desangrada. ¿Cómo pudiste mentirme de esa manera sin titubear? ¿Y dejarla ahí todo ese tiempo? No lo entiendo, perdóname pero no.

Un latido en mi cabeza hizo presencia, el estrés quería pelear conmigo y yo iba perdiendo.

—Fui un imbecil, lo acepto. Y créeme que si tuviera un maldito giratiempo lo usaría, pero, ¿hace cuanto decidimos que ya dejaba de ser un acuerdo y nuestro matrimonio era real? ¿Hace cuanto tomamos la decisión de no divorciarnos? Incluso cuando yo ya estaba seguro de que te amaba, seguía creyendo que lo nuestro tendría fecha de caducidad, qué sentido tenía contártelo si supuestamente en un mes me iba a alejar de tu vida. Y claro que una vez que la idea de contarte se hizo segura en mi cabeza quise correr a decírtelo, pero estábamos tan felices en Londres que no quería arruinarlo, y lo fui posponiendo más y más, porque soy un idiota y no pienso, y no soy tan seguro y tan inteligente como me gustaría. Y lo siento muchísimo, joder.

Cuando la corona se rompeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora