Cicatrices de Oro.

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Me siento abrumada y sorprendida por todas las personas qué hay a mi alrededor, quizás suene patética pero estuve encerrada en el mismo lugar los últimos años en los que mis capacidades de socializar se atrofiaron. Pero ahora estoy aquí y soy libre.

Me corrijo mentalmente, aun no soy libre porque tengo que ocultar como me veo y cual es mi nombre, estoy en esta fiesta pero tengo que fingir que soy una persona distinta, mis cadenas son distintas ahora pero siguen existiendo y ni siquiera puedo culpar a Joseph por ello, sé que el solo quiere protegerme, él me salvó de morir, pero aun no tengo la oportunidad de poder vivir,

Me mantengo en la solitaria esquina viendo a todas las personas disfrutar de la fiesta, hasta que un rubio se detiene frente a mí.

*El conde Liam.*

—Es una hermosa noche, ¿no crees?

Su voz me envuelve de una manera única.

—Lo es— respondo tímidamente, viéndolo rápidamente antes de que note lo atractivo que me parece.

— ¿Te gustaría bailar conmigo la siguiente canción? —Pide extendiendo una mano hacia mí la cual dejo en el aire.

—No— respondo tajante y me digo a mí misma que no debo actuar así—. No se bailar— explicó antes de que piense que soy grosera.

—Yo puedo enseñarte. Vamos— insistió— es demasiado egoísta de tu parte privar a todos los presentes de apreciar tu belleza.

Me sonroje ante sus palabras, tomando un impulso de valor sujeto su mano aún extendida y me arrastra, no literalmente, hasta el centro de la pista. Me da pánico que las personas me puedan ver, he vivido tanto en las sombras que no me acostumbro a estar bajo el reflector de miradas, pero cada uno de los presentes sigue en lo suyo mientras que el único que mantiene sus ojos en mí es el conde Liam.

—Es un vals sencillo, dos pasos a la derecha y uno a la izquierda— asentí, moviéndome tal como lo dijo— solo tienes que dejarte llevar.

Sonreí, dándome cuenta que era tan sencillo como lo había explicado. La música era instrumental y tranquila, la mano del Conde me sujetaba con firmeza de la cintura, haciéndome sentir nerviosa al tenerlo tan cerca. Jamás había estado así cerca de un hombre que no fuera... no importaba, a pesar de todo no estaba incómoda ante su toque sobre mi vestido, simplemente se sentía diferente.

Los ojos del conde eran profundos, mientras que el azul de mis ojos era claro, como un cielo a medio día, los de él eran azul oscuro, como el cielo nublado.

—¿Por qué luces tan asustada, Kristen?

—¿Disculpa?

—Te llamaría por tu nombre real— respondió— si supiera cuál es.

—Me llamo Kristen, tú lo has dicho.

—Sí, y tú cabello también es rubio y definitivamente no llevas lentillas ocultando el verdadero color de tus ojos. No es tan sencillo engañarme, ¿sabes?

Mi pecho se llenó de pánico, si él había notado mi disfraz cualquier otra persona podría hacerlo sin problemas.

—¿Soy tan obvia, acaso?

—No, la caracterización es buena, pero todo el misterio alrededor de tu llegada ha sido interesante.

Soltó mi cintura para ayudarme a dar una vuelta en la que el vestido azul que llevaba se elevó por el movimiento.

—Así que dime, chica misteriosa, ¿quién eres realmente?

—Si te lo digo dejará de ser un misterio, además, no puedo hacerlo.

—Bueno, ¿al menos puedo saber de qué color son tus ojos? estoy demasiado intrigado.

—Tendrías que esforzarte un poco más— suspiré— pero puedes intentar adivinar.

—Bueno, entonces, si adivino de que color son tus ojos, ¿me dejarás ver el cabello?

—Está bien —acepte, la canción llegó a su fin y aunque comenzó rápidamente una nueva nos retiramos de la pista, di una rápida búsqueda al salón para ver si alguien nos observaba pero nuevamente pasamos inadvertidos, tampoco lograba encontrar a mi hermano o a mi cuñada.

— ¿Son negros?

—No.

—Bien entonces no eres una hermana perdida de Victoria— reí por su teoría no tan alejada de la realidad— pero para esconderte tanto y traerte al palacio no creo que seas únicamente una amiga de los reyes, ¿son azules?

—Lo son, sí.

En un nuevo arranque de locura saco las lentillas de mis ojos y las tiro al suelo, estaba harta de ellas.

Liam me toma una vez más del brazo y me arrastro hasta detrás de una de las paredes que adornaban el salón, donde nadie se la fiesta podía vernos. Lentamente me quité la peluca revelando mi cabello castaño sujetado en dos perfectas trenzas. Liam tomó delicadamente mi antifaz y lo retiro para verme completamente el rostro.

—Eres aún más hermosa sin máscaras — susurró.

—No sabes nada, como me veo así sigue siendo una máscara de mi verdadero yo.

—Bueno, podría jurar que si me dejas conocer a tu verdadero tú, me seguirás pareciendo hermosa.

Negué con la cabeza, sabiendo que no era verdad. No sabía de lo que hablaba. Coloque nuevamente la peluca y la máscara, y sin responderle nada más volví a la fiesta.

 Coloque nuevamente la peluca y la máscara, y sin responderle nada más volví a la fiesta

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