41. El futuro que no tendremos

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El silencio era asesino

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El silencio era asesino. Frío. Tenso. Nos envolvía en una burbuja asfixiante que hacia que mi mente me hiciera creer que no podía respirar.

Dos ojos oscuros estaban fijos sobre los míos, los cuales mantenían la misma acción, llevábamos así ya varios minutos, cansados de discutir.

—No voy a dejarte ir— susurró quebrando la burbuja.

—No voy a fingir más.

—Bueno, entonces volvemos a lo mismo.

Suspiré tomando una vez más la carpeta donde venía la notificación, me llamaban a declarar a Nueva York, y solicitaban la presencia de Vera. Teníamos que ir allá en unos días, y después estaríamos envueltos en este proceso. Victoria había contratado ya un grupo de abogados pertenecientes a Estados Unidos, uno de Inglaterra y otro mas de Dagraophem, estábamos listos para pelear contra mis padres, pero aun no decidíamos cómo pelear sobre nuestra relación.

—Lo único que necesito es que entiendas que te amo, y no quiero arrastrarte a esto. Es inevitable que yo me vea envuelto en este caos, pero aun puedo salvarte a ti.

—Por favor— replicó—, nunca he sido la clase de persona que necesite ser salvada, lo único que necesito es que no me abandones.

Me quedé callado, volviendo al silencio. No sabía que decir.

— Está bien, no volveré a insistir, aunque tendremos que ir a declarar.

Asintió, aunque no volvió a decir nada pues únicamente se puso de pie y salió de la habitación, sabía que las cosas estaban tensas pero ya no podía hacer nada más. La reunión con control de daños no había servido para nada más que complicar las cosas, la idea de fingir el embarazo me parecía horrible, y pensar en que por mi culpa la reputación de Victoria estaba en riesgo me ponía peor.

No quería dejarla, era lo que más amaba en el mundo, pero en ese momento estaba perjudicándola y no soportaba hacerle daño.

Suspiré, acariciando el lomo de Juan Gris y con la mente a mil por hora, tenía que descubrir realmente como había muerto Gabriel, y que hacer para no envolver más a Victoria. Las quejas y la crítica hacia ella no hacían nada más que aumentar, incluso en las cuentas oficiales habíamos tenido que cerrar los comentarios para que no siguieran, y lo peor no era solo la opinión de los Dagraophemmers, sino también de otros Estados independientes como el nuestro que habían comenzado a llamar pidiendo una audiencia con la corte.

Y solo había pasado un día desde que recibí la notificación.

Cuando baje al gran comedor ya estaban en el Victoria, Vera y Circe, dejando más clara la ausencia de Ruder y Liam. Tome mi lugar habitual al lado de mi esposa cuando comenzaron a servir los alimentos.

—Victoria— a pesar de ser un susurró, el llamado de Circe ocasiónó que todos volteáramos, incluida mi esposa— sé que no es el lugar ni el momento, pero debido a que no atiendes mis solicitudes de tener una sesión privada, usare la comida para externar mi preocupación, esta mañana han llegado muchas cartas de los ciudadanos, exigiendo respuesta de porque hay un prófugo de la justicia como rey, sin ofender Joseph.

Cuando la corona se rompeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora