Victoria.
Desde que era niña mi padre me enseñó a ocultar las emociones, a no demostrar el dolor, el miedo o la frustración. Tienes que mostrarte fuerte, me lo repetía en cada oportunidad que tenía, y lo apliqué en cada momento de mi vida, por eso me había ganado apodos como rígida, fría, robot, entre otros.
Pero, a pesar de saber muy bien cómo ocultar lo que sentía, podía recordar cada momento en el que sentí miedo. Sentí miedo cuando mi madre y hermana tuvieron ese accidente de coche, sentí miedo cuando me dijeron que me padre sufrió un infarto en medio del ataque, y sin duda sentí miedo de estar sola por siempre cuando supe que mi prometido había sufrido "una sobredosis."
Entonces, si sabía bien cómo era el miedo, ¿por qué me era tan difícil nombrar lo que sentía en este momento?
La llamada de Dave me tomó por sorpresa, ¿por qué me llamaba él, justo cuando Joseph no contestaba los mensajes que le estaba enviando?
Cuando me dijo que mi esposo, por el cual no debería haber sentido nada pues todo nuestro matrimonio se debía a un planeado contrato, estaba desaparecido, me quedé helada.
Sé que le grité, que le ordené que lo encontrara inmediatamente, y que le culpé de ser un inservible en su trabajo. Sí, probablemente no se lo merecía, pero la realidad es que actué en automático.
Estaba en automático cuando caminé de un lado a otro en nuestra habitación, sin saber que hacer, si tomar un vuelo de inmediato a Londres para encontrarlo por mi misma o esperar una noticia, la que fuera.
Ruder no paraba de llamarme, dándome indicaciones de cómo iba el plan sobre los presos atacantes, y estaba en ello, sabía que hacer, que decir, y cómo ordenar el siguiente plan, pero al final de todo no había conseguido nada y no fue porque ellos no quisieran cooperar.
Luego de estar toda la noche bajo torturas muy creativas; causadas por otras personas, claro, yo no volvería a mancharme las manos; lo único que habíamos conseguido fue que nos dijeran que no sabían nada, que toda la información que tenían era que les habían pagado para hacer lo que hicieron, no había manera de rastrear información, y todos los nombres que podían darnos, eran simples apodos, puros seudónimos estúpidos de animales que no me servían de mucho.
Como carajos iba a saber quién era Tigre, o Cuervo, o Leon.
De cualquier manera, guardamos toda la información, en caso de que sirviera de algo.
Estaba saliendo de la bodega donde los manteníamos de manera ilegal, cuando recibí una llamada. Estaba esperanzada de que se tratara de Dave, pero no, era un número bloqueado, contesté tan rápido como pude.
—¿Quién es?
—Escúchame bien, princesita—me mordí la lengua para no responder a su ridículo apodo—, sabemos que tú tienes a nuestros seis hombres que atraparon en tu palacio. Vamos a negociar.
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Cuando la corona se rompe
RomanceJoseph tiene cuatro empleos, hace malabares con las cuentas cada mes y cada día qué pasa se siente más y más atrapado. Victoria es la heredera de uno de los reinos más ricos del mundo, pero para poder acceder al trono necesita un esposo. La propue...