34. El sabor de la traición

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Habían sucedido muchas cosas en la última semana

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Habían sucedido muchas cosas en la última semana. Victoria y yo nos reconciliamos, volvimos a ser como éramos antes otra vez, me dejó entrar nuevamente a las reuniones de la corte, y aunque no era precisamente un miembro, participaba activamente en ellas.

Además, ahora nos reuníamos fuera de las reuniones con el fin de descubrir quien estaba atacando la corona, incluso habíamos llegado a una conclusión:

Quien atacó el palacio no buscaba nada en especifico, sino que querían lograr una especie de terrorismo. Querían que el pueblo no confiara en Victoria, y por desgracia, lo estaban logrando.

Lo rumores no hacían mas que crecer como espuma, creían que la familia real estaba ocultándoles algo, y como no, si todas las noticias decían que los atacantes se llevaron una carpeta importante de la oficina de la reina. La carpeta no tenía nada secreto o importante. Era un informe público del turismo en el país. O planeaban hacer un tour por Dagraophem, o se habían llevado cualquier cosa para crear especulaciones.

Y tanto Victoria, como Circe y yo coincidamos en la segunda.

Era por ello que estábamos un jueves por la tarde en la oficina de la reina: Circe, Liam, Ruder, Victoria y yo, teníamos enfrente una de las cajas de carpetas del expediente del antiguo rey, ese qué pasó a mejor vida. Zaida, la asistente de Victoria, había propuesto que revisáramos lo que le rey tenía en su poder y aunque por lo general Victoria nunca delegaba su trabajo a más personas, iba a ser imposible que revisara todo ella sola, así que había solicitado nuestra ayuda. Todos los que estábamos ahí éramos personas que la queríamos y la apoyábamos, y aunque ella decía que no se fiaba de nadie, sospeche que los cuatro éramos de su confianza.

Abrí un nuevo sobre, este tenía facturas, en esas ultimas horas había aprendido a leerlos más rápido, me fui a la fecha: 29 de mayo de 2009.

La factura estaba a nombre del rey, como todo lo demás. No decía cual era el asunto, pero ascendía a 3 millones de ariles. Era muchísimo dinero, mucho mas del que Victoria me había pagado por casarme con ella. Pasé la carpeta a un lado en posibles documentos importes, la pila era muy pequeña, no habíamos encontrado casi nada relevante o sospechoso.

—Victoria— habló Circe—, aquí hay una caja fuerte miniatura.

Circe le pasó el cubo de metal, en efecto, era una caja fuerte del tamaño de un estuche de lápices, estaba sorprendido de que existieran cajas tan pequeñas, Victoria la tomó en sus manos, dudosa, intentó una combinación, pero la caja no se abrió.

—Intentaré abrirla más tarde, cuando estemos en la cama.

—¿Estemos? —Preguntó con picardía Liam, ganándose una mala mirada de mi parte—, ¿nos vas a invitar a tu cama, Majestad? Me pido tu lado derecho.

—Nadie te dejara entrar a nuestra cama—respondí, irritado— y el lado derecho es mio, muchas gracias.

—No te enojes, Joseph, si quieres puedo dormir en medio, o en tu lado derecho.

Cuando la corona se rompeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora