45. Cuando la corona se rompe.

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Seis meses después del divorcio.

Joseph.

Apagué la televisión cuando comenzó un programa de cocina cuyo presentador no me agradaba, Juan Gris estaba a un lado de mí en el sofá completamente dormido, sonreí acariciándolo tras las orejas ocasionando un pequeño ronroneo.

Vera entró al apartamento con su mochila colgando tras el hombro y se quitó el abrigo azul el cual dejó en el perchero de la entrada.

—Hola— saludó aun temblando, fuera estaba nevando, razón por la cual se había cancelado mi viaje a Londres de esa semana y mi nueva jefa me había permitido trabajar desde casa.

—¿Cómo te fue?

—Igual que ayer: bien. Aunque hoy una compañera me preguntó que edad tenía, fue incómodo por un rato hasta que cambiamos el tema.

—No tienes porque sentirme incómoda, o avergonzada, además aquí nadie nos conoce.

—Aún. Espera a que alguien nos reconozca de las noticias, y lo último que les interesará de mí será mi edad.

Vera se había inscrito en la escuela para terminar su educación esencial, y aunque en un principio buscamos una escuela en línea su psicóloga sugirió que sintiera a una normal para que pudiera experimentar aquellas etapas que le había arrebatado anteriormente, además de que socializar sería bueno para ella. Por eso estaba tomando clases junto con adolescentes de 17, aunque ella ya tenía 20.

—Ya han pasado dos semanas y nadie lo ha descubierto aún, y si lo hacen y por alguna razón, por idiotas, te molestan, debes decírmelo.

—Te lo diré, pero no harás nada al respecto, ya soy mayor puedo cuidarme sola. Además solo serán cuatro meses, puedo con esto.

Me quedé callado, sabiendo que era una conversación que podríamos retomar después solo de ser necesario, y esperaba que jamás lo fuera.

—¿Supiste que Victoria perdonó y dejó ir a Ruder?

—Vera...— advertí en voz baja, intentando ignorar el cosquilleó que sentí al escuchar su nombre.

—Solo estoy contándote algo que vi en las noticias, según dicen que él escapó, pero como la reina únicamente quiere ya la paz, dijo que cesaría a búsqueda internacional, pero queda exiliado de Dagraophem. Aunque hace meses que no hay noticias de él.

—Bueno, seguro que alguien le ayudó a escapar.

—Sí, Victoria— señaló como si fuera obvio. —¿Cómo fue que descubrieron que era un traidor, por cierto?

—Yo estaba escondido en los pasillos secretos cuando lo escuché hablando con alguien, el noble que juzgaron hace poco, supongo.

—¿El palacio tiene pasillos secretos?

—Sí. El acceso era desde nuestras habitaciones.

Vera frunció el ceño, pesando en algo.

—Ya... Pasillos que utilizabas para hablar conmigo, supongo— asentí no muy seguro de a donde iba con eso.

—Y no has pensado, que quizás, alguien te escuchó, así como tu lo escuchaste a él.

Preguntó lentamente como si creyera que realmente no lo había pensado, claro que lo hice, pero eso no quitaba que había traicionado la confianza de Victoria.

—Sí, probablemente Ruder.

—¿Y si no fue él? Viven muchas personas en ese palacio. Además, Ruder debió haberle dicho algo más a Victoria para que ella lo perdonara.

Cuando la corona se rompeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora