Un año atrás, cuando recién comenzaba a salir con Hannah fuimos a una feria a un pequeño pueblo, yo tenía muy poco dinero para aquel entonces y con mucha pena intentaba que entráramos a las mínimas atracciones posibles, pero ella insistió con que entráramos con la adivina, aunque me parecía una manera absurda de desperdiciar el dinero, acepté.
La adivina me leyó las cartas y me dijo: pronto encontrarás al amor de tu vida. Una mujer fuerte, de carácter difícil, aunque muy inteligente, te dejará sin respiración.
Victoria era todo eso, aunque no creí que el dejarme sin respiración fuera tan literal, pero ahí estábamos un año después, a penas podía respirar por culpa suya y su manía de correr al atardecer.
—Vamos, mi padre corría más rápido que tú y con oxígeno— se burló, a unos metros de mí.
Mi condición no era tan mala, no después de entrenar con ella varias veces a la semana, y sí, seguía ganándome, pero al menos ya no era un inútil. Ya llevábamos nueve kilometros, quería tirarme al piso y no volver a levantarme hasta la próxima semana.
—Y mira donde esta él, no gracias, prefiero vivir— contesté entre jadeos, y Victoria regresó hasta mí.
Se veía perfecta, ¿cómo podía verse tan bien? ¿Cómo era que yo estaba casado con una mujer como ella? Era jodidamente afortunado.
—Si me alcanzas— habló—, te dejo bañarte conmigo.
Rodeé los ojos, consciente de su manipulación—. Aunque no te alcance lo haremos, cielo—. Grité, aunque igual la perseguí corriendo. Estábamos en los jardines del palacio, corriendo en vueltas, mientras que Juan Gris dormía en el césped, nos había acompañado a correr, pero como cada día, se quedaba dormido durante la primera vuelta.
No iba a alcanzar a Victoria, así que hice lo que mejor había aprendido en estos meses viviendo en el castillo: tomar ventaja de todo.
Atravesé el jardín por el centro, acortando mi ruta y solo de esa manera, en unos segundos estaba alcanzando a mi esposa, ella se detuvo, sorprendida de verme hacer trampa y yo la abracé a penas llegué a su lado ocasionando que ambos cayéramos sobre uno de los arbustos, reímos dando vuelta el uno sobre le otro intentando torpemente ponernos de pie, al final nos sentamos en el césped, y seguimos riendo cuando comencé a quitarle las hojas del cabello.
—El jardinero va a matarte, pisaste su césped.
—Podemos poner otro, ¿no?
Respondí, viéndola fijamente. Sus ojos oscuros brillaban bajo sus pestañas, había un par de peca en su nariz que a penas eran visibles ahora que no llevaba maquillaje, acaricié el lunar que estaba cerca de su boca, y observé sus carnosos labios, los cuales relamió un poco antes de hablar.
—¿Por qué me ves así?
—Porque eres preciosa y quiero venerarte todo el tiempo que me quede de vida.
Victoria se sonrojó levemente, pero rápidamente se recompuso y rodó los ojos, para golpearme suavemente en el pecho.
—Ya sé que soy preciosa, no necesitas decírmelo.
Nos pusimos de pie a la par, y llamé a Juan Gris para volver al palacio.
—Esta noche quiero contarte algo— dijo de repente.
—Está bien—, respondí, no muy convencido.
Desde hacía tres semanas qué pasó el incidente de Ruder, si me preguntaban a mí, me seguía pareciendo detestable, pero era el mejor amigo de mi esposa, y muy inteligente. Al día siguiente nos reunimos los tres, habíamos juntado toda la información que había sobre sospechosos de posibles traidores, que podría ser cualquiera. También conectar puntos y salió la duda de quién era Leon, el hombre que me había secuestrando, y quién ademas era el que ordenó el ataque al castillo.
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Cuando la corona se rompe
RomanceJoseph tiene cuatro empleos, hace malabares con las cuentas cada mes y cada día qué pasa se siente más y más atrapado. Victoria es la heredera de uno de los reinos más ricos del mundo, pero para poder acceder al trono necesita un esposo. La propue...