Todo mío ahora

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Din djarin x Lectora mandaloriana

Número de palabras: 440

Tu relación con Din había sido, para los de afuera, peculiar. Muchos no entendían el Credo que los unía a los dos, la base común de sus creencias, pero éstas no formaban parte de su unión. Eran sólo tú y él.

Y durante bastante tiempo, ambos jugaron al juego de la desconfianza. La atracción era magnética, inconfundible, pero los dos se dejaban llevar por los errores y los miedos del pasado. Les costó mucho ganarse la confianza del otro, pero lo hicieron, poco a poco y con cautela. La confianza llevó a una mayor comunicación, a más sentimientos e, inevitablemente, a compartir.

Ahora compartías todo lo que tenías con él. Tu nombre, tu cuerpo y tu corazón - todo menos tu rostro. Eso era un asunto reservado para el más alto honor y prueba de lealtad del que un mandaloriano podía beneficiarse: la unión.

Tú y Din estaban preparados para decir sus respectivos votos el uno al otro hoy, al anochecer, con otros mandalorianos como testigos. Aunque estaban nerviosos, agradecían que, durante unos minutos más, su querido casco aún pudiera ocultar su rostro sonrojado.

Supones que, en cierto modo, tú eras realmente la novia ruborizada.

Mhi solus tome, mhi solus dar'tome, mhi me'dinui an, mhi ba'juri verde se escuchó a través del campo y entre el Cubierto. Mhi solus tome, mhi solus dar'tome, mhi me'dinui an, mhi ba'juri verde se dijo de nuevo, recíprocamente.

Y al final, cuando la armera hizo oficial la unión, se oyeron dos golpes.

Miraste fijamente al hombre que tenías delante al igual que él te miraba a ti. Tu paciencia se vio recompensada con la imagen más hermosa que jamás habías visto: ojos suaves y marrones, barba incipiente y bigote, mechones de pelo castaño, todo ello contribuyendo a la imagen de Din Djarin, tu ahora compañero de por vida.

"Es bueno ponerle una cara al nombre", dijiste, con una sonrisa que brotaba de las comisuras de tus labios.

"Igualmente".

Se miraron el uno al otro durante todo el tiempo que pudieron, absorbiendo los rasgos del otro. Y por fin, cuando Din se acercó a ti, tu corazón se estremeció con un amor y una admiración desconocidos, una mezcla que nunca habías sentido antes, nunca tan abrumadora.

Presionaste tus labios contra los suyos por primera vez, ese primer contacto fue celestial; los ruidosos vítores se desvanecieron en el fondo mientras celebraban su unión, solidificándola con el toque más suave conocido por la humanidad.

"Eres aún más hermosa de lo que me imaginaba", te arrulló Din al oído, con la frente pegada a la tuya.

"Igualmente".

Y así, el siguiente capítulo de sus vidas comenzó. Un capítulo lleno de emoción, el placer de saber que realmente se pertenecían el uno al otro, totalmente, era el mayor placer de todos.

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