Capítulo 8

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ALESSANDRO

Traición.

El hombre está atado a una silla con su rostro sudoroso y lleno de sangre, tiene un corte en una de sus cejas, el labio partido y de la esquina de su boca sangre seca a causa de las horas que lleva aquí.
El lugar es el mismo, un cuarto oscuro con un par de luces que iluminan lo suficiente, cadenas en el techo, una mesa de madera en la esquina del cuarto con diferentes herramientas, martillos, cuchillos, diferentes alicates, llave inglesa, serrucho, sierra y muchas más.

Un par de mis hombres están a mis espaldas, camino sobre el piso mohoso mientras decido que hacer con el hijo de puta traicionero que está atado.

Tenía la idea que este malnacido era uno de nosotros, pero me equivoque, el ultimo embarca miento iba con rumbo a Polonia, el cual fue destruido, al parecer los rusos sabían que en esa entrega iban muchas armas poderosas, así que decidieron destruirlas, armas que tarde meses construirlas y ellos solo las destruyeron en unos minutos.

Nadie sabía de ese embarcamiento, excepto mi padre, Guido, Massimo, yo y este hijo de perra.
Desde hace meses tenia la sospecha que había una rata, pero no lograba detectar quien era, por eso en cada embarcamiento que hacía no sabían más de cinco personas para poder ir descartando poco a poco, hasta que llego este último, era uno de mis mejores hombres, pero un perro traicionero.

Comienzo quitando mi chaqueta para no arrugarla, corro la camisa negra por mis brazos para evitar que se manche de sangre, voy directo a la mesita y busco una herramienta adecuada.

—Quítenle la mordaza. —ordenó a mis hombres.

Ellos obedecen y comienzan a quitarla, el hijo de puta gime a causa de la fuerza que ocupa Guido. —Así que eres todo un soplón hijo de perra. —dijo mientras tomo un cuchillo y me miro en el reflejo.

—Ale... Alessandro, no... no es lo que crees. —Me responde con mucha dificultad.

Sus labios secos por su deshidratación, la piel marcada donde está puesta la soga, moretones y un par de puñaladas (no muy profundas)  llenan su cuerpo.

—Así que ahora soy un imbécil, y no puedo diferenciar cuando alguien me traiciona o es inocente.—Le digo con ironía.

—No, no... quiero decir, eso...—Tose y escupe sangre.

Finalmente tomo la tenaza  y
camino hacia él, Carlo comienza a temblar cuando escucha mis pasos acercándose. —Relájate, voy hacer muy bueno contigo. —Le digo mientras me pongo de cuclillas enfrente de él.

—Perdóname, yo...—

Muevo mi dedo índice en señal negativa. —Sabes cómo se paga la traición en la mafia Italiana, con muerte, y si yo soy el responsable de quitarte tu vida de mierda, será con mucho dolor. —Digo con una sonrisa en mi rostro.

Tomo como se debe el alicate y lo coloco en una de sus uñas y comienzo a tirar hasta que se comienza a desangrar y la uña queda prendida de la herramienta.

Sus asquerosos gritos llenan mis oídos y mi coraje comienza a formarse en satisfacción. —Por... favor, pa... para. —suplica.

—Eres un maldito traidor y así vas a morir, como la rata asquerosa que eres.

Hago lo mismo con la otra uñas mientras su asquerosa sangre me salpica mis brillantes zapatos, sus gritos cada vez son más fuertes así que le indico a uno de mis hombres que le coloque la mordaza.

Cuando acabo con una mano, camino hacia la mesita y dejo la herramienta llena del líquido rojo en un recipiente, busco que otra herramienta me puede servir.

PROHIBIDO ENAMORARSE {BORRADOR}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora