Capítulo 45

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SAMANTHA.


Guíame de nuevo al paraíso.


Lo único que puedo escuchar es mi corazón en mis oídos, junto con mi respiración agitada, y mis manos temblorosas no me dejan hacer mi trabajo como debería mientras estoy buscando por todo el despacho para encontrar una maldita arma, pero no hay ninguna, desordeno todo lo que encuentro, mis ojos se ponen cristalinos pero no permito que ninguna lágrima salga de ellos. — ¡Maldita sea Samantha no debes llorar!—Me grito a mi misma pasando las manos por mis ojos para quitar todo obstáculo en ellos. —Tienes que concentrarte. —Sigo buscando, es como si alguien las hubiera escondido cada una de ellas. No servirá de nada salir del Pent-house si no tengo una arma con la cual defenderme, sé que ninguno de los hombres que me custodian me dará un arma, no importa cuánto ruegue. —Tienes que sacarlo de ese lugar pero para hacer eso tienes que ser valiente y no llorar. —Me repito eso, una y otra vez.

Valiente y no llorar, esas palabras resuenan mucho en mi cabeza  mientras sigo con mi trabajo.

Saco el aire por mi boca, mi pecho duele tanto que el aire que entra por mi nariz no es suficiente.

De la nada Guido entra al despacho sin avisar, le doy una ojeada rápidamente. —Dime que no está en el Palazzo. —Le hablo desesperada, aun conociendo ya la respuesta, sin dejar de buscar como una loca.

— ¿Qué busca?—Su tono de voz es de lo más tranquilo, y eso me da mucho coraje.

—Dime que no está en el Palazzo. —Vuelvo arrepentir, esta vez con los sientes apretados.

—Si me dice que es lo que busca...

— ¡Dime que Alessandro no está en el Palazzo!—Le grito histérica, lanzando una carpeta que estaba encima del escritorio. — ¡Los rusos se dirigen al Palazzo hay que sacarlo de inmediato! ¡Pero no encuentro una puta arma! ¡Dame una maldita arma!—Cuando termino de hablar Guido permanece en el mismo lugar, como lo suponía, no parece ni un poco sorprendido por mis palabras, eso solo me dice una cosa. —Lo sabías, él lo sabía. —Lo enfrento.

Guido intenta acercarse a mí, intentado que guarde la calma, pero que equivocado está. —El señor dijo que no tenía que salir en ninguna circunstancia hasta que él regresara.

— ¡¿No me escuchaste?! ¡Van a matarlo! ¡No lo voy a permitir!

—Mi orden en estos momentos es cuidarla y es lo que haré.

—No quiero que me cuides, quiero que protejas a tu jefe y tomes una maldita arma y vayamos al Palazzo. —Pero el hombre no se mueve.

—El señor dijo...

— ¡Me importa una mierda lo que él haya dicho, no voy a dejar que lo maten!—Salgo de la oficina, yendo a la recámara.

Tengo que escapar, lo cual será una odisea porque hay decenas de hombres cuidando el edificio.

¿Cómo pudo ir sabiendo lo que iba a pasar?

¿Cómo pudo dejarme?

Me tendrá que responder cada maldita pregunta que le haga al imbécil, y le daré una lección cuando regrese por jugar al invencible, pero por el momento tengo que llegar al lugar.

Me voy al armario, tomando nuevamente la caja de anoche,  extrayendo el arma de esta, me percato que tiene municiones así como también cartuchos para más tarde, no son muchos pero servirán, la pongo en mi espalda baja saliendo de la recámara.

Bajo las escaleras, intentado abrir el ascensor pero este no abre. —No saldrá del edifico. —Habla Guido a mis espaldas.

— ¡¿Pero qué mierda te pasa?! ¡Tienes que salvarle su vida, para eso trabajas!

PROHIBIDO ENAMORARSE {BORRADOR}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora