Capítulo 24

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ALESSANDRO

Portofino.

—Al parecer no sabía que vendría. —Habla madre, mientras se quita sus guates y luego su abrigo de piel.

—Aílana nunca sabes cuándo vendrás.

—Sabes que no hablo de mi nieta Alessandro.

Me sirvo un poco de Bourbon mientras madre toma asiento en el sillón de cuero que está en la terraza, después que Aílana fue hacia su encuentro, pude ver lo tensa que se puso Samantha, así que tome la decisión de hablar primero con madre a solas, le pedí que me ayudara a ponerle la pijama a Aílana mientras Antonella se ocupaba de la cocina, sin decir ninguna palabra acepto, dirigiéndose rápidamente a la habitación, dándole un pequeño saludo a la mujer rubia y elegante que tengo ahora de frente.

— ¿Hace cuánto se lo dijiste?—Pregunta mientras le ofrezco un Martini.

—Hace unos días. —Le digo mientras me coloco en el balcón de la terraza.

— ¿Y cómo fue?

Con Sam me siento débil, sin ningún tipo de escudo en mi defensa, y honestamente eso me aterra, tengo miedo que después de todo, un día se vaya y me deje a la deriva, yéndose como si nada. Tomo un poco de aire antes de comenzar. —Al principio muy confuso, tuve que retroceder varios años para aclarárselo todo, pero supongo que bien.
Bebe un sorbo.

—Aquí sigue después de saber, así que fue más que bien.

—Eso creo.

—No lo hará. —Dice madre.

— ¿Qué cosa?

—Irse. —A veces creo que es una bruja.

—Lo sé. —Hace unos momentos cuando dijo; ¡No sabes cuánto...! Callando en la última frase, me dio mucha curiosidad que era lo que quería decir, y no solo poder imaginármelo, pero lo deje pasar.

— ¿Cómo lo tomo Aílana?

—Bastante bien, le gusta pasar el tiempo con Samantha, le ha enseñado fotos de los caballos, han montado juntas, incluso los días que llevamos aquí ha dicho que quiere que le lea ella.

— ¿Y dejo a Antonella de lado?—Pregunta madre incrédula.
Antonella siempre es la que le lee todas las noches, las únicas excepciones que tiene es cuando vengo, entonces soy yo el que me encargo de ella, pero es sorprendente como ha dejado entrar a Samantha tan fácilmente, puedo jurar que Antonella no sé la cree.

—Imagínate.

—Ya puedo escuchar su incredulidad a la hora que hable conmigo. —Responde con una sonrisa.

Desde el primer día que llegue con Samantha me percaté de las miradas que le lanzaba, al principio pude entenderlas, tenía desconfianza, he cuidado y escondido por años a Aílana, y nunca antes había hecho esto, pero los días pasaban y esa desconfianza no desaparecía, fue inevitable no escucharla esa vez en la cocina, cuando estaba protestando de los gemidos, pude ver como Sam se hacía pequeña por causa de Antonella, algo que no me gustó una mierda, le dejé bien claro que no tenía porque tratarla de esa manera, luego estuvo la cena, que puso el grito en el cielo al saber lo que prepararía, pero no le quedo más remedio que callarse.

Le agradezco que cuide tanto a mi hija, pero lo que no acepto es la forma en trata a Sam, aunque todavía no es santa de su devoción, no la he visto o escuchado diciéndole algo más a Samantha, lo cual me agrada si no, tendríamos un problema.

—Ahora ¿Tú cómo estás?

— ¿Yo?

—Sí, ¿Cómo te sentiste después de regresar a tu pasado y hablar con la verdad? ¿Te sientes aliviado? ¿Crees que fue la mejor decisión—No importa quién soy en la mafia Italiana, madre siempre me trata como un niño, me cuida, nunca pasa por alto la pregunta ¿cómo estás? Y sabe cuándo miento.

PROHIBIDO ENAMORARSE {BORRADOR}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora