Capítulo 10

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Samantha

La mejor/peor decisión de mi vida.

Estamos en la cocina, cara a cara en cada extremo de la isla sentados en el taburete. Mis uñas suenan en el vaso que sostengo lleno de agua, sus brazos están reposando en la isla juntando sus manos.

No me pasan desapercibidos sus nudillos lastimados. El Rolex que lleva en una de sus manos junto con su anillo de piedra Fénix resalta en su mano.

Estudio su rostro con detenimiento, su barba incipiente cubre su barbilla, sus labios puntiagudos, sus ojos azulados, y todo su cuerpo vestido pulcramente despiertan un enorme de deseo en todo mi ser.

Hago una leve presión con mis piernas inconscientemente, y un destello se me viene a la cabeza de la última vez que estábamos en esta cocina... pero inmediatamente lo alejó.

Ninguno de los dos habla el único sonido que nos rodea es el sonido de mis uñas golpeando el cristal. — ¿Puedes dejar de hacer ese sonido?—Dice rompiendo el silencio.

— ¿Puedes decirme que estás haciendo aquí? ¿Y a que estás jugando?—Verbalizo dejando de hacer el sonido.

Deja salir un suspiro como si hubiera estado evitando tener esta conversación. —No estoy jugando a nada. — Dejo salir una sonrisa amarga de mis labios.

—Y como le llamas al hecho que follamos, te largaste por la mañana sin decir una palabra y ahora después de semanas regresaste como si nada.

—Esa mañana no estaba en mis planes irme, pero tuve que atender improvistos.

—En ningún momento de nuestra conversación te pedí que los dejaras de atender.

—Son asuntos inesperados que...

—Viniste hasta aquí y ahora me vas a dejar hablar. —Planteo ya cabreada de la situación. —Nunca te pedí que dejaras de atender tus asuntos. —digo la última palabra haciendo comillas en el aire. —Y nunca te lo voy a pedir, tienes una vida, así como yo tengo la mía, pero no te iba a quitar más de dos minutos decirme que te largabas del hotel, no te iba a suplicar para que te quedarás, lo iba a entender ¿pero sabes que no entiendo? Que no hallas tenido los suficientes cojones para decirme en la cara que tenías improvistos que atender, en lugar de mandar a uno de tus empleados y repetir el mismo discurso que le das a todas tus aventuras de una noche. Porque si no lo recuerdas yo también estuve de acuerdo que esa noche pasara, y no tenías porque escabullirte como un puto cobarde en la madrugada. —Suelto dejando escapar el último poco de aire que tenían mis pulmones, sacando todo lo que llevo días sin decir y mis hombros se sienten relajados.

Me mira directamente a los ojos sin decir una palabra, un par de segundos pasan cuando se le comienza a dibujar una sonrisa en el rostro.

— ¿De qué diablos te ríes?—Suelto mas enojada que nunca, ya que mi discurso no era para que le causara gracia, era para que me diera explicaciones o al menos una disculpa.

—Cada vez que estoy cerca de ti me sorprendes más.

— ¿Eso qué significa?

—No importa. —Dice levantándose del taburete acomodando su traje Gucci pulcro de tres piezas. — ¿A dónde ibas con el imbécil ese?

Lo veo incrédula ya que sigo esperando una disculpa de su parte por más ridículo que se escuche.

—Eso a ti no te importa.

—Claro que si, ahora más que nunca.

—Te equivocas tú y yo no somos nada así que...—No me deja terminar porque después de un par de zancadas llega a mi taburete y lo gira hacia él, quedando solo a centímetros.

PROHIBIDO ENAMORARSE {BORRADOR}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora