Capítulo 36

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ALESSANDRO.

Jalea de fresa.

Pensé que estaría afuera de una biblioteca, un centro comercial, incluso de una cafetería pero me encuentro afuera de un supermercado.

Distrayéndome con la imagen de una familia, mientras estoy recostado en el coche con mi brazos cruzados, el hombre conduce una carretilla donde llevan todas sus compras, una de sus hijas va dentro de la carretilla mientras que la más grande camina de la mano de su mamá, mientras come un helado de fresa mientras tanto parte del helado se le derrite por su diminuta mano.

Algo tan fácil para ellos, tan cotidiano, que podría jurar que en más de una ocasión se han hartado de hacerlo, venir de compras y hacer los mismo, mientras que otros los miran con deseos de hacerlo.

De vez en cuando el hombre le pasa el brazo por el cuello atrayéndola hacia él dándole un pequeño beso en la sien. Cuando llegan a su coche la mujer se encarga de las niñas mientras que el hombre guarda las compras en la cajuela ¿Así es como funciona una vida normal?

Finalmente entran a su coche, pero cuando el auto está cerca de mi frena, a causa de la fila qué hay para salir del lugar, la niña más grande me mira con su helado casi por terminar, lleva un bigote de fresa y dos coletas en su cabello rizado, al principio me mira con su semblante serio. Pero luego de unos segundos  me muestra una sonrisa, donde me muestra sus pequeños dientes blancos los cuales ahora son rojos, me es inevitable no devolvérsela, solo me hace pensar en mi pequeña Aílana. Que nunca podré hacer algo tan común como ir al supermercado a comprarle un helado de fresa mientras hacemos las compras.

Es frustrante ver que algo tan sencillo no lo puedo hacer, algo como salir con mi pequeña a la calle mostrarle el Coliseo, la plaza de San Pedro o la plaza de la Fuente de Trevi, tantos lugares que quisiera mostrarle sin temor alguno.

Cuando el auto comienza andar la pequeña me dice adiós con su mano mientras que su hermana más pequeña intenta imitarla, las imito hasta que ya no me pueden ver.

Hijos.

Nunca pensé en más hasta que la conocí, más de algún vez se me cruzó por la cabeza que solo sería Aílana, pero ella algún día querrá hermanos, quizá no hoy, pero algún día, tendría con quien jugar o pasar el tiempo, lo que dije anoche no lo dije solo por estar borracho, enserio lo quiero, probablemente no ahora pero si en unos años, un par más, y que mejor con la pelirroja testaruda.

Recuerdo cada palabra que le dije, no estaba tan borracho como aparente estarlo, si había tomado pero lo suficiente para estar de pie sin caerme y sostenerme por mi mismo.

Esa mujer tan perfecta siempre me sorprende, su bondad es tan grande, pensé que al verme me cerraría la puerta en la cara, es lo que cualquiera hubiera hecho, pero ella no es cualquiera es por eso que estoy tan loco por ella. Comparados ella es como una hermosa flor mientras yo un cactus alucinógeno el cual si consumes demasiado te causan muchos problemas.

Después de escuchar la historia de tío Luciano fue como si todos mis sentidos se pusieran alertas, pase dos días imaginándome a Sam casada con el maldito de Gabriel, teniendo hijos, yéndose lejos, no pude, simplemente fuera algo que no me dejara vivir, al principio pensé que estaba exagerando un poco así que decidí irme un par de días a Calabria, darle unos días a Sam después de lo que había pasado en el night-club.

Aproveche el tiempo en visitar a mi hija, terminar de diseñar la botella del vino que pronto saldrá a la venta, el nombre y todo lo que hacía falta, porque este será muy especial y quiero que todo salga perfecto, aparte de eso quería hablar personalmente con el arquitecto Erik, verificar cómo iba la remodelación quiero que todo quede como lo he diseñado.

PROHIBIDO ENAMORARSE {BORRADOR}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora