Lecciones

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Sábado, 26 de marzo de 2022

"A veces la vida te da lecciones dignas de una cátedra maestra y te hacen comprender el por qué no sucedieron las cosas como tú las querías. Cada vez que me pongo a pensar en mi pasado, puedo darme cuenta de lo mucho que he cambiado y en cómo sigo transformándome día a día.

El punto de partida en que puedo hacer una reflexión de un antes y después tiene que ver con mi mejor y peor cita romántica. Ambas las recuerdo muy bien como si las dos hubieran sucedido un día anterior. En cómo dos personas en restaurantes y ciudades totalmente diferentes cambiaron mi perspectiva, aun cuando estas se dieron con varios años de diferencia.

En mi peor cita acudí a un hermoso restaurante, aquel chico que me acompañaba se había convertido en lo que yo creía que era el amor de mi vida, y quien hasta el momento me había tratado como toda una princesa, dándome todo lo que yo quisiera incluso antes de que yo lo pidiera.

Esa noche él iba vestido con un elegante y carísimo traje, cuando estábamos degustando nuestra maravillosa cena por accidente nuestra mesera chocó contra la mesa y la copa de vino que llevaba se tiró sobre él. Yo me quedé quieta, no sabía cómo reaccionar, entonces él comenzó a gritarle a la mesera diciéndole que era una inútil y por más que ella se disculpó y trató de ayudarle en limpiar un poco su traje él se negó groseramente y pidió que el gerente del lugar fuera a la mesa.

Todos a nuestro alrededor nos miraban curiosos por el escándalo que él estaba haciendo. Al presentarse el gerente con nosotros, mi cita le exigió que despidiera a la mesera por su ineptitud, ella obviamente comenzó a llorar y a tratar de explicarle que aquel día las cosas no le estaban saliendo bien debido a que se encontraba distraída por cuestiones personales, y por más que le rogó que no la despidieran porque necesitaba el trabajo para mantener a sus dos hijos, el gerente no tuvo consideración de ella y la despidió. Fue entonces cuando yo reaccioné y ante la injusticia que acababa de presenciar le recriminé al gerente que debía de volver a contratar a la mesera, que todos teníamos días malos y que había sido un simple accidente sin intención de nada malo.

El gerente me miró sin saber qué hacer, así que yo con tono autoritario le volví a decir que la recontratara que si me enteraba que ella no tenía el trabajo entonces le organizaría un escándalo que haría que su restaurante se viera afectado por lo que acababa de hacer. El gerente recapacitó y prometió que la mesera seguiría trabajando en aquel lugar y cuando pudo desapareció de nuestra mesa. Entonces voltee hacia el chico con el que tenía mi cita. él estaba sorprendido por mi reacción, le dije muchas cosas nada bonitas y luego de levantarme de la mesa pagando la totalidad de la cuenta y con una gran propina a la mesera, le dije que jamás podría volver a salir con un hombre que se creía superior a todos los demás solo por tener dinero.

Desde aquel día no volví a salir con ese muchacho, aunque él me buscó pidiéndome disculpas y diciendo que no volvería a ocurrir lo del restaurante. Sin embargo yo ya tenía claro lo que quería, a mi lado no necesitaba a nadie que tratara mal a las personas aunque conmigo se comportara como todo un príncipe.

Muchos años después y luego de haber sufrido esta ruptura por aquel chico que había sido todo para mí, apareció otro hombre que comenzó a hacer que surgiera un gran amor por él. En ese tiempo yo no quería salir con nadie, no quería enamorarme, solamente quería estar sola, puesto que mis anteriores relaciones habían acabado de la peor manera, y lo que menos me interesaba era volver a sufrir. A pesar de ello este nuevo chico supo exactamente cómo enamorarme lentamente y con paciencia, que cuando menos lo pensé ya sentía mariposas en el estómago y me hacía suspirar por él.

A comparación del chico de mi peor cita, este no me bajaba la luna y las estrellas, sino que me dejaba ser una mujer independiente y en vez de regalarme cosas caras, él me daba algo mucho más importante, esos detalles que me hicieron enamorarme profundamente de él, su tiempo y atención.

Mi mejor cita romántica fue justamente en una de nuestras citas que acudimos a un bonito restaurante, ambos platicábamos animosamente en espera de que nos trajeran nuestra orden, como si fuera un deja vu las cosas pasaron demasiado rápido como para darme cuenta de lo que estaba sucediendo, la mesera al traer nuestros platillos sin querer se le resbaló mi cena que contenía salsa cremosa de chipotle y fue a estamparse en el impecable traje que él traía.

Cuando vi el tono naranja en su camisa blanca me quedé paralizada, en mi mente pensé que no podía ser que sucediera eso de nuevo y me estaba preparando para los gritos y reclamos cuando sucedió algo indescriptible, la mesera se había quedado en shock mirándolo, esperando su reacción, y entonces él volteo a ver su camisa toda manchada y soltó una carcajada. La mesera y yo nos volteamos a ver confundidas, él entre risas bromeó diciendo que el tono naranja que había adquirido su camisa le quedaba bien con su color de piel.

La mesera de inmediato comenzó a ayudarle a limpiar su camisa, él agradeció dulcemente y se levantó para ir al baño a quitarse un poco la salsa. Mientras veía cómo se alejaba yo seguía congelada en mi lugar, ¿en qué momento vendrían los gritos? Cuando él regresó con toda la camisa manchada de un naranja que era imposible no ver, la mesera y el gerente del restaurante se acercaron para disculparse con él, y cuando el gerente estaba a punto de regañarla, mi cita le pidió que no lo hiciera, que comprendía que era un accidente. La chica se ofreció a pagar el precio de su camisa que había quedado arruinada, y este simplemente agradeció la intención, comentándole que ni siquiera era tan fina su camisa.

Al estar los dos solos, él volteo a verme y me dijo que nos dispusiéramos a cenar, le asentí con la cabeza y empezamos a comer tranquilamente, él continuó su plática que habíamos tenido antes del accidente como si nada hubiera pasado y poco tiempo después ya avanzada la velada por curiosidad le pregunté si todo estaba bien, a lo que me contestó que sí, que no importaba el accidente, que todos podíamos tener días malos, que éramos humanos propensos a cometer errores y que no tenía por qué ponerse como loco por aquello.

Fue entonces cuando me di cuenta el por qué las cosas no habían funcionado con mis anteriores parejas, el por qué aun cuando me había encaprichado en hacer que las cosas funcionaran con los otros, la vida me había alejado de ellos porque no eran las personas adecuadas. Mientras lo veía charlar y disfrutar de su cena, decidí que él era el indicado y que no permitiría que nadie me lo quitara del camino. Y me di cuenta de que yo no necesitaba a un príncipe encantador, sino a un hombre real como el que en esa noche tenía frente a mí. Aquella noche terminó él pagando la totalidad de la cuenta y dejándole una generosa propina a la mesera a pesar del accidente.

Después de esa noche nos sucedieron muchas cosas en nuestra relación, muchas de ellas nos llevaron por situaciones difíciles las cuales afortunadamente pudimos salir victoriosos y ahora puedo decir orgullosamente que aquel chico se había convertido en mi esposo.

Y así fue como la vida me enseñó tantas lecciones fantásticas y en que comprendí que las cosas pasan por alguna razón aunque nosotros todavía no lo entendamos, y el por qué la vida me llevó por lugares a veces oscuros y sinuosos, para cuando llegara mi momento supiera apreciarla al máximo, porque solo tenemos una vida y hay que disfrutarla."

K.H.


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