Pérdidas

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Sábado, 28 de mayo de 2022

"Existe un dicho que dice que a veces no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos, y eso es completamente cierto. Yo sin darme cuenta había tenido todo, había pasado el mejor año de mi vida con una mujer que hacía que cada día fuera una aventura nueva.

Ella a pesar de que era cinco años menor que yo, me había enseñado tantas cosas, con ella había vivido muchas primeras veces y sin importar la situación había estado ahí para mí en todo momento. Primero la amistad nos había unido, y luego de pasar mucho tiempo con ella me di cuenta de que lo que yo sentía era mucho más fuerte que eso, no soportaba la idea de que alguien más pudiera enamorarla y entonces fue cuando un te quiero escapó de sus labios y me hizo sonreír como un tonto adolescente, y de inmediato le contesté un yo también te quiero.

Luego de aquella revelación todo se convirtió como en un sueño, pero en uno real. Su presencia en mi vida me hacía sentir pleno, su voz convertía un día horrible en uno hermoso. Ella entendía perfectamente mis tiempos y sobre todo mi trabajo tan demandante. Había ocasiones en que luego de llegar de la oficina seguía con mis pendientes en casa y ella para poder estar conmigo, tomaba un libro y se sentaba en la misma habitación que yo, aquello me hacía sentir tan feliz que me apuraba a terminar lo importante para poder dedicarle el tiempo necesario a esa mujer maravillosa.

Ella nunca se guardaba las cosas, siempre decía todo lo que sentía, y justamente ella me había dicho el más hermoso halago que me habían hecho en toda mi vida, después de una rara plática hablando de todo y de nada a la vez como siempre acostumbrábamos, ella me había dicho que yo le inspiraba confianza, al escuchar aquello mi pecho se llenó de radiante felicidad y me sentí como en las nubes.

Cada día a su lado era como un fantástico cuento de hadas, creía que nada podía arruinarlo, recelosamente cuidaba mi relación porque realmente quería algo bonito con ella, ella en cuestión de poco tiempo se había ganado a mis amigos, a mi familia y a mis dos hijos, sin embargo al final fui yo quien destrozó el castillo en el aire que habíamos creado y por una estupidez había perdido a la mujer más maravillosa del mundo.

Luego de mi ruptura con ella las cosas no mejoraron para mí, mi hermano mayor que todavía tenía contacto con ella pues se habían hecho grandes amigos, me había contado que ella se encontraba destrozada porque la había dejado, pero que algún día se levantaría y continuaría con su vida, sin embargo me preguntó que si yo podría hacer eso llegado el momento. Por obvias razones no pude darle una respuesta y eso lo dijo todo.

Los días para mí se volvieron más fríos y oscuros, las cosas no me estaban saliendo de la manera que yo esperaba, sentía en mi corazón un vacío inmenso que ninguna mujer podía llenar, había entendido demasiado tarde de que ella era una chica en un millón, y que jamás volvería a tener lo que habíamos tenido juntos.

A pesar de que yo le había destrozado el corazón, ella todavía era la chica que me cuidaba en todo momento, sin importar la distancia. Un día de aquellos en que nada te sale bien y lo único que quieres es rendirte, trataba de disimular para que mis hijos no me vieran de esa manera, no podían verme derrotado por la vida. El mayor me miró de reojo y de repente se acercó a mí, se paró justo enfrente y se abalanzó hacia mí para darme un gran y reconfortante abrazo. Yo lo rodeé con mis brazos y suspiré muchas veces tratando de evitar llorar, pero la voz de mi hijo diciéndome al oído que me quería mucho me hizo quebrarme por un momento. Después de estar unos minutos así abrazados, él se separó de mí, me limpió con su manita las lágrimas que habían logrado escaparse de mis ojos y que rondaban por mis mejillas y me preguntó que si yo era feliz. Sorprendido por la pregunta le respondí de inmediato que sí, no obstante me miró haciéndome entender que no creía lo que acaba de decir, así que me dijo que yo no era feliz, porque se notaba que ya no era como antes.

Confundido le cuestioné a que se refería, y me contestó que cuando había estado ella a mi lado yo sonreía todo el tiempo, y que desde que ya no estaba más en nuestras vidas no había vuelto a ver aquella sonrisa en mi rostro. Yo respiré hondo, mi hijo de ocho años me estaba dando una lección de vida, y entonces me comentó que él también la extrañaba. Yo volví a abrazarlo con fuerza, no me había dado cuenta de que no solo había destrozado la vida de ella y la mía con mi ruptura amorosa, sino también la de mis hijos, porque habían llegado a quererla como a una segunda madre.

Cuando ya me encontraba un poco más tranquilo, nos separamos y tomándome de la mano nos dirigimos hacia la habitación para que él y mi hijo menor fueran a dormir. Mientras lo acomodaba en la cama me confesó que hacía algunas semanas había tenido una llamada telefónica con ella, que su tío, mi hermano, le había ayudado a hacerla. En esta él le había confesado que la extrañaba mucho, y ella le había dicho que el hecho de que nosotros hubiéramos terminado y que ya no nos volviéramos a ver, no significaba que ella hubiera dejado de querernos, refiriéndose a mis dos hijos y a mí. Que el amor que sentía por nosotros tres estaría siempre en su corazón, y antes de colgar la llamada, ella le había pedido a mi hijo mayor que le hiciera un favor.

El favor consistía en que cada vez que él me viera triste, tenía que abrazarme fuertemente y decirme lo mucho que me quería. Mi hijo había aceptado hacer aquel favor y dijo que cuidaría de mí, a lo que ella le había respondido que él no tenía por qué cuidarme, que yo solo tenía que hacerlo, y que lo único que podía hacer mi hijo era estar ahí conmigo demostrándome todo el amor que me tiene.

Luego de aquella revelación contuve la respiración y en cuanto pude salí corriendo con rumbo a mi habitación en donde me encerré a llorar por toda la noche, no cabía duda de que a pesar de todo el daño que yo le había causado, ella seguía deseándome buenas cosas, porque tenía un corazón enorme y en él jamás existiría el rencor. Entonces comprendí que había cometido un grave error al dejarla, que luego de tener a una mujer como ella, jamás me alcanzaría la vida para lamentarme su pérdida, y que nunca podría superarla."

G.O. 

Bitácora de recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora