Capítulo 3

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Daisy

Sentí mi cabeza a punto de reventar en cuanto abrí los ojos, la luz me golpeó haciendo que volviera a cerrar mis párpados, gemí al sentir mi cuerpo pesado, la cabeza me dolía, la garganta me ardía y quería morirme. Estiré el brazo para tocar lo que fuese que estuviera a mi lado, toqué un cuerpo y me asusté tanto que caí al suelo, al caer mi cabeza fue la más afectada ya que pegó en el suelo.

Auch.

—Buenos días, señoritas —saludó papá desde la puerta, lo miré y me puse más pálida de lo que seguramente estaba.

—Buenos días, señor... —intentó saludar una somnolienta Maddie.

No la dejé terminar cuando me puse de pie y salí corriendo hacia el baño, sentí la bilis subiendo por mi esófago, me incliné hacia el inodoro y comencé a vomitar, aparte el cabello de mi cara para que no me embarrara de vómito. Sentí unas manos sostenerlo y seguí vomitando hasta sacar todo lo poco que tenía de mi sistema.

—¿Estás bien? —me preguntó papá. Me puse de pie y enjuague mi boca, él siempre me dijo que no debo cepillarme luego de vomitar, porque el ácido del estómago debilita los dientes y puede causar una erosión.

—Sí —le respondí.

Él me queda viendo y cierra la puerta del baño, se apoya en ésta y me mira.

—¿Por qué no te trajo Gabriel ayer en la madrugada?

Lo miro y aprieto los labios, me ayudó a impulsarme y me sentó en el lavabo. Mordí mi labio inferior y suspiré.

—Tuvo una emergencia.

—No. A mí no me vas a mentir, tampoco vas a justificar lo que pasó anoche. Dime la verdad, Daisy.

—Es... no lo sé... simplemente se fue.

—¿Se fue? —asiento—. ¿Qué clase de novio es ese? ¿Cómo mierda se le ocurre dejar a mi hija sola en una fiesta?

—No estaba sola —lo interrumpo y me mira—, estaba con mis amigos.

—Lo sé, lo sé. Pero no importa, te dejó sola en una fiesta, quién sabe qué pudo haberte pasado.

—Pero no me pasó nada.

—Pero sí pudo. Daisy, sabes que yo no me limito a dejarte vivir tu vida, siempre y cuando sepas lo que hagas y cómo lo hagas.

—Entiendo.

—Una cosa más, o hablas tú con él o hablo yo.

—Papá...

—Es la última palabra.

Frunzo el ceño y lo miro, sus tatuajes están al descubierto el día de hoy.

—No, papá. Yo sé cómo debo enfrentarlo, pero no puedes venir y decirme qué hacer.

—Cuida esas palabras, Daisy Elizabeth. Lo hago por tu bien, tu novio —hace comillas con sus dedos y me mira, su mandíbula está apretada de la furia— te dejo sola en una maldita fiesta, no importa si estabas con tus amigos. Él te llevó, él debía de traerte, aunque sea te hubiera avisado.

Asiento y parpadeo rápidamente tratando de alejar las lágrimas, siento sus brazos a mi alrededor y comienzo a llorar. Es cierto, Gabriel me dejó sola, pero fue mi culpa por haberme emborrachado tanto, si no lo hubiera hecho él no se hubiera ido.

—Fue mi culpa —confieso entre medio de sollozos.

—No, cariño, no fue tu culpa —los brazos de papá acarician mi espalda—. Independientemente de si bebieras o no, no tuvo motivo para dejarte sola. No te culpes.

Unidos por un hilo rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora