Daisy
Maddie iba contándome algunas cosas que sucedieron en la última fiesta que fue, no estaba de buen humor para escucharla, bueno no del todo. Pero mandé a la mierda mis pensamientos y le presté atención. Iba perfectamente vestida en un pantalón a la cadera y una camisa, un poco ancha, pero que dejaba entrever su abdomen plano. Llevaba el cabello suelto y el delineador cubría sus ojos.
—En fin, creo que ya no me gustan las pollas.
Reí fuertemente y ella me miró como si fuera una abominación. Me reí aún más. Ella me empujó y me hizo chocar un chico, él dijo algo inaudible y se alejó de nosotras, me encogí de hombros y volteé a ver a Maddie que miraba hacia dónde el chico se había ido y suspiró.
—¿Qué? —le pregunté.
—Estoy segura de que ese es el chico del que te hablaba. No sé cómo se llama, porque no me han querido decir, pero dicen que viene de una familia muy adinerada y que es un dios en el sexo.
—No creo que sea para tanto —murmuré y llegué a mi casillero. Ella se colocó frente a mí y me sacudió de los hombres.
—Muchas chicas con la que se han acostado dicen que él fue el mejor sexo de su vida.
—¿Y aún después de eso no sabes cómo se llama?
—Quiero que me lo diga —dice y se arregla el cabello.
—Bueno, ¿se lo vas a gemir o qué?
—Ya quisiera.
Me reí, miré a Gabriel que iba pasando al lado de nosotros, me ignoró y entonces le hice lo mismo. Saludé a Andrew y a Jackson y a él lo deje de lado, me miró con furia, pero no me importó y me encogí de hombros.
A veces me odiaba yo misma, odiaba que me dejara manipular tan fácil por ese desgraciado, odiaba ser una débil ante él, por más que algo en mi interior me decía que esa no era yo, él no me hacía sentir como en realidad yo quería ser. Me reprimía a mí misma por él, pero es que...
—Odio con todas mis fuerzas a Gabriel —dijo Maddie, le sacó el dedo a mi novio y él le hizo lo mismo.
—¿Por qué?
—¿Todavía me lo preguntas? ¡Hola! —Se señala—. Es un estúpido, imbécil e idiota que te habla cuando quiere, te deja en la ignorancia cuando quiere y te busca para usarte cuando le conviene.
—Maddie...
—No. Por esta vez, Maddie nada. Daisy, tienes poder, demasiado poder. Puedes tener a todos estos hombres comiendo de tu mano, rogándote. O incluso, no necesitas los hombres, puedes dominar el puto mundo entero —exclamó y me miró a los ojos—.Eres una maldita ninfa que puede hacerlos arder a todos, pero no, ocultas tu verdadero ser por ese imbécil.
—Maddie, esa soy yo. No hay ninguna diosa en mi interior, ni esas cosas de las que tú hablas.
—Tómalo cómo quieras, Daisy. Pero muy dentro de ti estás de acuerdo de que lo que digo es verdad. Que tienes poder, porque lo tienes, y eso, no vas a negármelo.
Me quedé callada porque era cierto, todo lo que ella dice siempre es cierto. No tengo nada que refutar, nada que justificar porque Gabriel me hace ser una persona que no soy y eso me hace sentir tan enferma, me hace sentir enferma porque soy una persona que no soy para encajar bien. Soy una persona totalmente irreconocible, no tengo la esencia que todos tienen. Y duele. Duele mucho.
Duele mucho ser alguien que no eres. Duele mucho que por más que quieras complacer a alguien cambiando todo para poder encajar en su vida, y que, después de haberlo cambiado todo, siga obligándote a cambiar. No quiero ser esa persona nunca más.
ESTÁS LEYENDO
Unidos por un hilo rojo
RomanceDaisy siempre tuvo en claro una cosa: ella había planeado un futuro con Gabriel, soñó tener una boda de ensueño, tendrían unos lindos bebés, un perro y un gato y serían felices para siempre. Entonces, ¿qué fue lo que la hizo cambiar de parecer? ¿Qué...