Capítulo 12

2.5K 99 145
                                    

Logan

Mi brazo dolía cuando logré abrir los ojos, la luz traspasaba las cortinas que cubrían los grandes ventanales. Volteé mi cabeza hacia el lado donde mi brazo dolía. Daisy tenía su cabeza sobre mi brazo, su rostro tranquilo mientras respiraba pausadamente, su mano permanecía sobre mi estómago y su pierna estaba entre las mías, su cabello se encontraba regado por mi brazo y la almohada.

No sé en qué momento se recostó a mi lado. Recuerdo su cara de tristeza cuando le dije que no era algo que le incumbiera, nunca estuve acostumbrado a mostrar más de mí a las personas. Eso implica mis dibujos y fotografías, son algo muy privado de mí, pocas personas lo saben.

Sé que no debí reaccionar de esa manera, por eso fui al baño. Nos mantuvimos en silencio mientras el agua corría por nuestros cuerpos, ella no habló y yo tampoco. Luego le coloqué una de mis camisas, ella no me miró en ningún momento y se acostó dándome la espalda, la seguí y y la abracé por detrás, esepré que se durmiera y luego me dormí.

Suspiré profundamente cuando se pegó más a mí entre sueños, su muslo rozó mi creciente erección matutina y su caliente piel se presionó contra la mía. No llevaba ropa interior. Mierda.

Con un movimiento rápido tomé mi teléfono de la mesita de noche, fijé mi atención en Daisy para ver si se había despertado, pero parece que tenía un sueño profundo. Faltaba una hora para irnos, entonces decidí despertarla. La removí suavemente, pero no cedió, entonces la removí un poco más fuerte, ella se quejó y se dio la vuelta, llevándose las cobijas con ella. Pero aun así podía apreciar su cuerpo debajo de las sábanas, mis ganas de darle una nalgada para despertarla eran infinitas.

—Daisy, despierta. Tenemos que irnos en una hora.

Nunca fui fan de compartir cama con las mujeres que follaba, porque era eso. Follar. Se sintió extraño que Daisy durmiera en mi cama, no me acostumbraría tan rápido a esos momentos. O sí, me gustaba tenerla cerca de mí.

Me levanté de la cama, mi erección presionándose contra mis calzoncillos, miré a la mujer que yacía acostada en mi cama restregándose los ojos mientras se incorporaba.

—¿Ya? ¿Tan rápido?

—¿Lo quieres más lento? —le pregunté con diversión. Ella salió de la cama, mis ojos se dirigieron a la cremosa piel de sus muslos, quise arrastrarla a la cama y dejar mis dedos marcados en su piel. Ella me sonrió y pasó por mi lado tocando mi pecho.

—Sé que soy hermosa, pero no mires demasiado que me desgasto.

Reí, pero mi mirada siguió su firme culo cuando entró al cuarto de baño, mi pene punzó con necesidad. Caminé detrás de ella, su mirada se encontró con la mía por el espejo, podía ver el leve rubor que cubría sus mejillas, le indiqué donde estaban los cepillos de repuesto, tomé uno y comencé a cepillarme. Busqué la toalla iba a meter en la ducha, pero también miré el inodoro.

—¿Por qué no haces? —me preguntó, la miré con incredulidad.

—Me duele jodidamente la polla, no puedo orinar con una jodida erección.

—Puedes bañarte, eso funciona.

La diversión resaltaba en sus palabras, me acerqué al lavamanos, escupí la pasta y enjuagué mi boca. Me separé de ella y bajé mi ropa interior, mi erección saltó furiosa fuera de él, su mirada vagó por mi cuerpo a través del espejo, me metí a la ducha, pero dejé la puerta abierta.

—Puedes hacerme compañía, lo sabes.

—No. No llegaremos a tiempo.

—No seas mal pensada, Daisy —dije, el agua comenzó a caer por mi cuerpo—. No vamos a hacer nada más que bañarnos.

Unidos por un hilo rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora