Extra: Perdidos en algún lugar del mundo

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Logan

Daisy estaba sentada en mi escritorio mientras me enseñaba las preparaciones del cumpleaños de Maddie, mientras yo revisaba algunos papeles de la empresa, antes de poder dejar todo en manos de Andrew, terminé de enviar los correos cuando Daisy cruzó sus esbeltas piernas envueltas en una falda de tubo y una camisa blanca, mi mano izquierda se dirigió hacia su tobillo, acariciando las correas de sus tacones de diez centímetros.

Daisy no apartó la vista de lo que estaba leyendo en la iPad, pero su respiración se aceleró, mi mano subió a su muslo y el anillo en mi dedo anular brilló con el sol que entraba por las ventanas, jamás esperé verme con un anillo de matrimonio y ahora no me lo puedo quitar.

Daisy bajó la vista hacia mí cuando abrió las piernas y tocaron la puerta, intentó bajarse y no la dejé.

—Adelante.

Blake entró con los papeles en su mano, saludó a Daisy con un saludo sonriente y me saludó a mí con mala cara, no entendía porque le caía bien mi esposa y yo no.

Levanté mi comisura hacia ella y entendí por qué.

—Aquí están todos los papeles a firmar, y sí, están las copias. Lo revisé tres veces, tienes una reunión a las doce. Tu almuerzo se entregará a la una y tienes una última reunión a las tres. No faltes. Y apúntalo porque no te lo voy a recordar, y ya me voy. Tengo una cita con el doctor dentro de treinta minutos. Y voy atrasada por tu culpa.

Tomé los papeles que había puesto en mi escritorio.

—Sigo siendo tu jefe, Blake.

—Y pondré la renuncia muy pronto si te parece.

La miré.

—No te atreverías.

—Oh, por supuesto que sí. Mi salud mental primero, idiota.

Daisy sonrió cuando me dijo aquellas palabras. La miré y se me tensó la mandíbula.

—Ella tiene razón, Logan, la presionas demasiado y sigue enojada porque la engañaste para que se viera... —apretó los labios dirigiéndome una mirada dura—... tiene razón en estar enojada.

—Él es mi abogado, tenía que verse con ella.

Daisy negó con la cabeza.

—Tú sabías que no tenían que verse, dentro de ti hay mucha satisfacción. —Miró a Blake que tenía la mirada perdida—. No le hagas caso, es un completo ogro cuando quiere. Si yo hubiese sabido que se verían no lo hubiera permitido.

—Gracias —le regaló una sonrisa a mi esposa.

—Ve a tu cita y tómate dos días de descanso, te aseguro que mi esposo —me acarició la mano que tenía los papeles—, podrá arreglarse con los papeles por sí solo.

Blake me dirigió un guiño al ver que mi esposa se puso de su lado, gruñí.

—Eso es todo entonces, adiós, idiota. Adiós, Daisy, eres un amor. No sé cómo te casaste con este magnate engreído.

Daisy rio mientras me miraba, su mirada brilló con reconocimiento.

—Ya ves. Al parecer tiene lo suyo.

—Bueno, sí, ya vete.

Me sacó el dedo y se fue con una sonrisa.

Me puse de pie entre los muslos de mi mujer, que me pasó las manos por el cabello y las entrelazó en mi nuca.

—No me gusta que te pongas al lado de Blake, yo soy tu hombre.

—Eres mi esposo, pero lo que hiciste estuvo mal.

Unidos por un hilo rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora