Capítulo 7

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Daisy

Ya había pasado Año Nuevo y habíamos vuelto a la universidad, no había vuelto a ver a Logan, el chico rubio que me salvó la vida. Seguramente solo era un turista que me ayudó con lo que Gabriel no pudo. Le conté todo a Maddie y la muy perra me felicitó por fin querer hacer todo lo que siempre quise.

Ella siempre me ha apoyado en todas mis decisiones al igual que yo lo hago con ella y siempre nos cubrimos ya que nos contamos todo y no nos ocultamos nada.

—Hola mis preciosas —murmuró Andrew a nuestro lado—. ¿Cómo pasaron Año Nuevo?

—Yo lo pasé en casa con mamá y mi hermano, papá estuvo de viaje por trabajo.

—Yo también lo pasé en casa con mis padres, después salimos con Daisy a disfrutar de los clubs —dice Maddie y me toma del brazo.

—Qué bien por ustedes —nos responde Andrew y suspira—, yo tuve que trabajar.

—Pero ganaste dinero, mírale el lado bueno.

—De bueno no tiene nada —exclama y se adelanta—, nos vemos en el almuerzo.

Nos despedimos y caminamos por el pasillo siguiente, hoy no vino Emma ni Jackson. Emma se reportó como enferma y Jackson solo desapareció, era normal en él, pero siempre me preocupaba un poco.

Igual estos días no le he prestado mucha atención a las personas, cada que duermo siempre tengo sueños con el rubio o cada que estoy haciendo nada nuestros recuerdos vienen a mi mente, he intentado hacer de todo para no pensarlo, pero no puedo. Le conté a Maddie lo que había pasado esa noche, le conté cómo se llamaba, pero no cómo era. Y me di cuenta de algo, esa noche no reprimí nada de lo que reprimía normalmente. Y me sentí libre de cierta manera, se sintió tan bien poder respirar y ser yo.

Estaba claro que me dolía haber terminado con Gabriel. No se olvida un noviazgo del día a la mañana, pero siempre trato de ignorar ese sentimiento de pertenecer a Gabriel, especialmente porque no le debo nada. Yo le di todo lo que pude darle y lo hice de crazón. No es mi culpa que no lo haya valorado.

Maddie suspiró pesadamente a mi lado para llamar mi atención, volteé a verla y sonrió. Era de esas sonrisas que me decía: hoy salimos de fiesta, ¡hoy nos vamos, jodidamente de fiesta! Yo solo me reí, era típico de Maddie salir de fiesta y, la verdad, a mí me gustaba salir con ella. Claro, ella no me obligaba a ir y nunca lo haría.

—Eres una persona libre, puedes hacer lo que quieras. Ya no hay nadie que te diga qué hacer. Disfruta tu soltería, mi vida —dijo y sonreí, la abracé por los hombros y ella tomó mi mano.

—Gracias, en verdad lo merezco.

—¿Qué te parece hoy por la noche? —preguntó, asentí—. Bien, nos vemos en tu casa dentro de unas horas, tengo clase sin descanso.

—Adiós, yo volveré dentro de unas horas.

Nos despedimos y me dirigí hacia el campo de la universidad, estaba desolado y necesitaba estudiar todo sobre los microorganismos marinos y los principales ecosistemas marinos, iba a examen sobre ello dentro de cuatro días. Me gustaba estudiar en el campo cuando nadie entrenaba, me daba paz y podía concentrarme.

Iba pasando por los vestidores de los chicos cuando una mano me tomó del brazo, hice lo posible por alejarme, pero la mano de Gabriel me tenía sujeta. Me arrastró hacia las duchas y pude fijarme que estaba en toalla y solo. Tragué saliva cuando me empujó hacia una banca, puse resistencia y no me senté.

—Siéntate, necesitamos hablar —dijo.

—No. No tenemos nada de qué hablar. Deja de buscarme y vive tu puta vida —le dije con furia. Estaba harta de que me caminara buscando.

Unidos por un hilo rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora