Daisy
Habían pasado siete días desde el cumpleaños de mamá, por lo que hoy era el cumpleaños de Maddie. Y también íbamos a California, me había levantado temprano para hornear los cupcakes favoritos de Maddie. Los cupcakes de arándanos y fresas con cobertura de chocolate. Ya había hecho mis maletas y Maddie me esperaba con sus maletas porque le había dicho que nos íbamos a la casa de playa de papá.
Pero Oliver se dirigía a San Diego, donde se hablaba inglés y español. La abuela de Emma nos había, o había tratado de enseñarnos algunas cosas en español. Pues ella había nacido en Honduras y había pasado su niñez y estudios en ese lugar y había emigrado a la edad de veintitrés años. Por lo que Emma sabía hablar más español que todos en este lugar.
Nunca había ido a San Diego, pero papá sí, le pregunté lugares turísticos que me recomendaba visitar y me dijo que visitara la fabrica de cervezas artesanales, el viejo y hermoso pueblo de Old Town. También que visitara el SeaWorld que iba a gustarme demasiado entre otros lugares.
—Buenos días, panadera —dijo Adrián entrando a la cocina.
—Buenos días.
—¿Adónde vas?
—Saldré con Logan, Maddie y Oliver. Iremos a San Diego.
Tomó una manzana de la canasta y la mordió. Me revolvió el cabello y sonrió.
—Qué bien. Disfrútalo.
Le sonrío, tomo los guantes para sacar la bandeja de cupcakes del horno. Coloco la bandeja sobre la mesa para que se enfríen y me quito los guantes. Me acerco al lavamanos para enjugarme las manos, cuando siento un escalofrío recorrerme la espalda, paso saliva sintiendo el peso de su mirada en mí.
—Tu novio ya se parece al perro del vecino —dice Adrián girando los ojos mientras sigue comiendo—. Viene todos los días por lo mismo, comida.
—¡Oye, yo soy comida de nadie! —miro a Logan que alza las cejas y me regala una sonrisa.
Bastardo.
—La mía sí —gesticula Logan con la sonrisa de arrogante que tiene—. Y no sabes cuánto la disfruto.
Siento mis mejillas arder y me doy la vuelta para seguir lavándome las manos. Pero escucho la suave y encantadora risa de Logan detrás de mí. Entonces Adrián se pone a hablar con él de no sé qué, mientras yo meto los cupcakes en sus bandejas especiales.
Saludo a Logan con un beso y voy por mi maleta arriba, toco la puerta del cuarto de papá y mamá que siguen durmiendo, o que ya van a levantarse. Mamá sale envuelta en su albornoz con el cabello revuelto, mientras que papá se está arreglando la camisa perfectamente planchada.
—Ya me voy, les aviso cuando llegue y les mando fotos de los lugares a los que vaya.
—Sí —dice papá, dejando un beso en mi cabello—. No quiero a Logan incluido en tus fotos.
—Papá...
—No le hagas caso, Daisy, tú sabes cómo es este hombre —dice mamá colocando una mano sobre su brazo—. Disfruta, mi amor, y dile a Maddie que le deseo un muy feliz cumpleaños.
—Gracias, mamá, yo le diré.
—Bien, te amo.
—Te amo —le digo y abrazo a papá—, a ti también te amo.
—Te amo, Elizabeth. Cuídate, llámame ante cualquier emergencia.
Nos despedimos por última vez y papá me ayuda a bajar la maleta. Logan ya esta apoyado en el mueble viéndome y gira los ojos cuando papá lo saluda, voy a la cocina por los cupcakes y papá le queda diciendo no sé qué. Me despido me Adrián que esta respondiendo unos mensajes de no sé quién, me revuelve el cabello.
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Unidos por un hilo rojo
Lãng mạnDaisy siempre tuvo en claro una cosa: ella había planeado un futuro con Gabriel, soñó tener una boda de ensueño, tendrían unos lindos bebés, un perro y un gato y serían felices para siempre. Entonces, ¿qué fue lo que la hizo cambiar de parecer? ¿Qué...