Daisy
Íbamos viendo cada vestido que estaba puesto en los maniquíes de la tienda, todos eran de colores: azules, verdes, amarillos, rosados, entre otros. Pero no quería uno de esos colores, quería un negro o un rojo.
—¿Y este? —preguntó Maddie.
—No me gusta —hice una mueca.
—A este paso vamos a recorrer las mil tiendas y nos vamos a ir sin vestido —dijo, colocó el vestido en el estante. La miré divertida, le encantaba venir conmigo a las tiendas, pero odiaba que no eligiera en las primeras seis tiendas.
—Lo encontraremos.
Maddie y yo éramos mejores amigas desde que entramos a la secundaria, sus padres son amigos de mis padres y así nos conocimos. Al comienzo nos caímos mal, pero después comenzamos a ser mejores amigas y aquí seguimos. Justo en este momento estoy buscando un vestido para el cumpleaños de papá, no quería celebrarlo, pero mamá lo obligó. Él no refutó.
—Y este vestido azul —me mostró un vestido azul con abertura de espalda—, ¿te gusta?
—Ya tengo uno parecido.
—Que te lo regaló Gabriel —hizo una mueca y se echó el cabello negro hacia atrás.
—No tiene nada de malo —dije avanzado hacia el vestido rojo que estaba en un estante—. Además, no entiendo porque te cae mal Gabriel.
—No lo sé —dijo perezosamente—, ¿será porque existe?.
Reí y tomé el vestido entre mis manos. Era rojo, corto, llegaba un poco más debajo de mis muslos. Tenía un pequeño corsé que se ajustaba a mis pechos y pequeños tirantes lo sujetaban, tenía forma de corazón en las copas de los senos.
—¿Crees que este le gusté a Gabriel? —le pregunté, ella tomaba un vestido negro de un estante, me miró y sonrió.
—¿Acaso importa? Te lo pondrás para ti, no para él. Si no le gusta que se joda.
Reí y una chica de la tienda llegó a nuestro lado con una sonrisa.
—¿Puedo ayudarlas en algo más? —preguntó.
—¿Se pueden medir? —le preguntó Maddie, refiriéndose a los vestidos.
—Sí. Vengan conmigo —la chica nos condujo hasta los vestuarios y nos invitó a pasar.
—Gracias —dijimos mi mejor amiga y yo al unísono.
Entré al vestidor y comencé a sacarme la ropa, cuando me la saqué toda, tomé el vestido y comencé a ponérmelo con mucho cuidado. Me gustaba cómo se ajustaba a mi cuerpo, el color contrastaba con mi pálida piel.
—¿Terminaste? —pregunté.
—Sí, salimos al mismo tiempo.
—Bien.
Abrí la puerta y salimos, sonreí al ver que el vestido le quedaba precioso. Era sencillo, negro y de terciopelo. Llegaba hasta sus muslos y resaltaba su cintura. Delgados tirantes sujetaban el vestido, también venían incluidos unos guantes de la misma tela. Siempre me ha gustado la forma en la que se viste, resalta con el tono de su piel.
—Te queda precioso, si Gabriel no te besa. Te beso yo —me dice y rio.
—Te queda precioso ese vestido, me encanta.
—Lo sé, a mí también me encanta. ¿Crees que tu padre ya me haga caso? —bromeó y se para a mi lado, frente al espejo.
—No te hagas ilusiones. Deja a mi padre en paz.
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Unidos por un hilo rojo
RomansaDaisy siempre tuvo en claro una cosa: ella había planeado un futuro con Gabriel, soñó tener una boda de ensueño, tendrían unos lindos bebés, un perro y un gato y serían felices para siempre. Entonces, ¿qué fue lo que la hizo cambiar de parecer? ¿Qué...