Capítulo 8

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Logan

No me gustaba para nada, no sé ni por qué mierda estaba aquí. Había venido junto con Oliver porque estábamos aburridos, pero ver a este montón de gente follarse con ropa me aburrió más. Además, de que la música me taladraba los oídos y era horrible, Oliver y otros amigos más nos situamos en una mesa un poco alejada de la pista.

Analicé mi vaso de bourbon y me lo empiné. Oliver suspiró a mi lado y ladeé la cabeza hacia él.

—¿Por qué no estás follando? —me preguntó, se acomodó en el asiento.

—¿Debería?

—¿Sí, por qué no? Follas desde que pasas la puerta de entrada, pero no lo hiciste.

Me encogí de hombros.

—Follé en el departamento.

—Por supuesto que sí —dice con ironía—, pero sé que nunca llevas a nadie a follar a tu departamento.

—Porque es mejor follar en otros lados —refuté, dirigí mi mirada hacia las personas que estaban bailando, y la vi.

Bailaba con su amiga, sus movimientos me hipnotizaban, andaba con un sencillo vestido blanco, pero me encantaba como el blanco se le ceñía al cuerpo, su cabello moviéndose al son de la música, sus manos explorando su cuerpo. Había muchas miradas sobre ella, pero no se inmutó y siguió bailando.

Me acomodé en el sillón, llené mi vaso y disfruté de sus movimientos, lo hice hasta que la voz de mi mejor amigo me interrumpió.

—¿Qué miras tanto?

—Nada que te importe.

Lo ignoré y volteé a ver al mismo lugar, pero ella ya no estaba fruncí el ceño, la busqué con la mirada hasta que Andrea se posó frente a mí, impidiéndome ver más allá de ella.

—Hola chicos —saludó, tomé otro trago del vaso—. Hola, Logan.

Levanté mi vaso a modo de saludo, ella no perdió la sonrisa. Andrea era una chica que había conocido hace un año y follamos desde hace cuatro meses, tenía rasgos faciales asiáticos, era bonita. Pero ya no me interesaba en lo absoluto.

—Hola Andrea —la saludó un amigo—, siéntate.

—Claro, voy a sentarme aquí —señaló mis piernas, se acomodó el vestido e iba a sentarse cuando sentí que algo no andaba bien, dejé mi vaso sobre la mesa y Oliver me pellizco la rodilla y señaló hacia la barra.

Antes de que Andrea pudiera sentarse sobre mí, me puse de pie dejando que pusiera su culo en el sillón, Oliver me guiñó un ojo y le agradecí. Andrea hizo una mueca de decepción, pero se recompuso rápidamente.

Dirigí mi mirada sobre la pista, pero ya no estaba. En la barra tampoco estaba. Me odio por ello. Odio este sentimiento de querer follármela a cada rato, porque ya me la follé, pero sigue estando presente. Aun así todavía tenía esa vocecilla que me decía que algo no andaba bien. Intenté ignorarla dos veces, pero me lo siguió repitiendo, entonces fue cuando caminé y me adentré en toda la gente que bailaba.

Fue cuando choqué con su amiga, estaba preocupada y muy pálida, es como si todo el alcohol se hubiese salido de su cuerpo. Pasaba su mirada por toda la pista, me acerqué a ella.

—¿A quién buscas? —pregunté. Ella me miró y se tocó el pecho, como si le doliera.

—A mi amiga, ¿a quién buscas tú?

—A tu amiga también.

El asombro pasó por su cara y me miró por un tiempo, sacudió la cabeza y se enfocó en seguirla buscando.

Unidos por un hilo rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora