Daisy.
—La conoces —me pregunta Logan.
—Sí, es la madre de Gabriel. Y siempre me ha odiado.
—¿Desde que andas con el imbécil?
—No. Siempre lo ha hecho, incluso antes de que nos conociéramos.
Coloco el collar y los aritos en la caja registradora, le entrego mi tarjeta a la cajera. Logan me frunce el ceño.
—Pero ni te conocía, no entiendo la razón por la pudiera odiarte.
—Yo tampoco lo sé. —La cajera me ofrece mi tarjeta y el regalo en las bolsas, Logan y yo salimos del lugar con los guardaespaldas siguiéndonos—. Pero no importa, su hijo es feliz y yo también. Al fin se cumplió su deseo de separarnos.
Me subo a su auto y me lleva a casa. llegamos minutos después. Me besa antes de salir, hago lo mismo. Los guardaespaldas salen del auto y se sitúan frente a nosotros. Me ayuda a llevar las bolsas de regalos.
—Aquí vive Daisy. Hablaré con su padre para hacerles una caseta donde puedan estar cómodos y mantenerla con vigilancia.
Asienten.
Logan sitúa su mano en mi espalda mientras vamos a casa. Abro la puerta y lo invito a pasar, como es temprano, las horas para el almuerzo papá debe estar en casa, dejo las bolsas en las gradas. Tomo a Logan de la mano para dirigirnos en la cocina, de reojo miro a Adrián que está jugando, él me mira y gira los ojos. Se baja los audífonos y cruza las piernas a la altura de los tobillos sobre la mesa.
—No veo que seas digno de entrar en mi casa sin mi permiso —le dice Adrián a Logan.
—Y yo no veo por qué debería pedirte permiso —responde Logan.
Adrián resopla mientras me mira.
—Es que no entiendo porque solo te consigues patanes. Sube tus estándares, hermanita.
—Tú cállate. ¿Le diste de comer a Sloppy?
—Sí.
—Además, soy el estándar más alto que existe.
Giro los ojos y me encamino a la cocina dejándolos hablando. Vanesa estaba metiendo no sé qué al horno y papá estaba leyendo unos correos, su cara era impasible. Estaba furioso por lo que estaba leyendo. Me aclaré la garganta y él levantó la cabeza de inmediato, sus ojos recorriéndome.
—¿Estás bien? —preguntó.
Torcí los labios, estaba bien y a la vez no. Porque no podía pensar lo que Maddie había pasado esta mañana. Era muy fuerte en ese aspecto, guardarse todo para ella, fingiendo que no le dolía y haciéndose la fuerte. Yo siempre le digo que hable conmigo, pero ella siempre dice que está bien.
Siempre estoy ahí para ella. Cada quien tiene sus problemas, pero siempre ella y yo intentamos resolverlos juntas.
—Sabes lo que le pasó a Maddie. —No fue una pregunta, fue afirmación. Tensó la mandíbula y asintió—. No quería que ella pasara por eso, papá. No quiero que nada le pase por lo que sea que tiene contra mí.
—Lo estoy resolviendo, Elizabeth. Estrás bien, ¿sí?
Me acerqué a él y lo abracé fuerte. Inspiré su olor familiar. Papá dejó un beso en mi cabeza y me estrechó contra su pecho.
—Te pondré seguridad. Te lo he pedido muchas veces, y no lo has aceptado. Esta vez no vas a rechazarme.
Era cierto. Había mencionado múltiples veces que anduviera seguridad. Nunca quise, me gustaba ser libre, pero hoy había tenido mucho miedo de Maddie y de mí. No quería que nada le pasara por mi culpa, los acepté porque quería que ella los aceptara.
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Unidos por un hilo rojo
RomanceDaisy siempre tuvo en claro una cosa: ella había planeado un futuro con Gabriel, soñó tener una boda de ensueño, tendrían unos lindos bebés, un perro y un gato y serían felices para siempre. Entonces, ¿qué fue lo que la hizo cambiar de parecer? ¿Qué...