Logan
Llegamos al jet, Daisy intentó muchas veces sacarme al lugar donde me la llevaba, pero no iba a decirle a dónde o qué lugares iríamos, no nos habíamos visto por tres años y no iba a dejarme llevar por nada de pensamientos de reproche, ya habíamos hablado de todo ello. Y estábamos bien.
Daisy se miraba radiante con su vestido veraniego que se acentuaba sus exuberantes curvas, los años la habían hecho más preciosa y radiante, su cabello más largo y sano, ahora un poco rizado por las trenzas que se había hecho en África, nos sentamos en los asientos correspondientes y ella comenzó a sacar su computadora y unos libros.
Me dejé caer al lado de ella y Daisy aprovechó a ponerme los pies es los muslos, me hizo una seña para que le diera un masaje en los talones, giré los ojos, pero le masajeé los talones, me reí cuando se retorció porque le hice cosquillas.
—Dime a dónde vamos, Logan, dime.
—No.
—¿Por qué? ¿Necesitas que te modele en la preciosa lencería roja que me compré ayer?
La polla me punzó al imaginármela con lencería y modelando para mí, pero sabía que eran provocaciones de ella hacia mí para que le dijera hacia dónde íbamos.
Le sonreí burlonamente mientras adentraba mi mano por el vestido y le acariciaba el muslo, Daisy se retorció y saqué mi mano. La metí dentro de mi bolsillo donde, le entregué la pequeña caja Daisy la tomó y abrió con entusiasmo, las mejillas se enrojecieron cuando miró lo que había dentro.
—Póntelo.
—Logan...
—¿Necesitas que te lo ponga yo? —pregunté, Daisy negó—. Bien, entonces póntelo.
Trago, pero se fue subiendo el vestido poco a poco revelándome la cremosa y suave piel de sus muslos, se bajó la braga la cual tomé y la guardé en mi bolsillo, le sostuve la pierna para que lograra abrirse bien, miré mi precioso coño, pasé saliva cuando Daisy se introdujo el consolador en la boca para llenarlo de saliva, mi pene punzó queriendo ser él quien reemplazará el lugar de ese pequeño juguete.
Cuando estuvo satisfecha lo soltó con un delicioso pop y lo llevó a sus pliegues donde lo restregó y llevó a su preciosa hendidura que ya estaba húmeda, lo introdujo con suma delicadeza asegurándose de que yo viera lo que hacía, se mordió el labio cuando el vibrador estuvo dentro de ella.
—¿Cómo se enciende?
Le lancé una sonrisa burlona y saqué mi teléfono. Los desbloqueé y entré a la aplicación, lo moví un poco y Daisy jadeó.
—Así, cariño, yo lo controlo.
—Mierda... mierda... —gimió cuando le subí la intensidad y su pecho subía y bajaba con fuerza.
—¿Te gusta, cariño?
Lo paré.
—Vas a torturarme y no es justo.
—Nada es justo en esta vida, cariño.
Abrió la boca para decir algo, pero en ese momento llegó la azafata y nos sonrió, sentí como Daisy se sonrojaba de pies a cabeza porque le tenía la pierna levantada, si la azafata vio eso, prefirió no decir nada de nada.
—¿Necesitan algo más? —preguntó ella.
—No, gracias, estamos muy bien por ahora —respondió Daisy.
—Y estaremos mejor, te llamaremos si te necesitamos.
Asintió y luego se retiró, miré a Daisy entonces que me taladraba con la mirada, me reí y la acerqué a mí para besarla.
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Unidos por un hilo rojo
RomanceDaisy siempre tuvo en claro una cosa: ella había planeado un futuro con Gabriel, soñó tener una boda de ensueño, tendrían unos lindos bebés, un perro y un gato y serían felices para siempre. Entonces, ¿qué fue lo que la hizo cambiar de parecer? ¿Qué...