Daisy
Pasamos tres semanas en África, conviviendo con los habitantes, probando sus comidas, siguiendo sus bailes y conociendo su cultura. El proyecto está en camino para ser ejecutado correctamente, se había hablado de ello hace años, pero hasta ahora se pudo llevar acabo.
El proyecto que se tiene en mente es acabar con la pobreza, sequía y hambruna de estos pequeños pueblos. Nuestros superiores vinieron a ver cómo se podía comenzar y cuando tomáramos el primer el proyecto iba a comenzar a ejecutarse.
Logan y yo no habíamos interactuado mucho en cuanto a hablar de lo que éramos o qué podíamos llegar a ser. Pero él no me había dejado sola cuando tenía la oportunidad, siempre estaba a mi lado, viéndome, tocándome.
Desde que volvió a verme no ha dejado de tocarme. Es como si no pudiera mantenerse alejado de mí. Me toca los brazos, el cuello, el cabello, la cara. Me limpia el sudor cuando estamos en el vivo sol.
Incluso se me había olvidado traer mi sombrero cuando llegó la hora del almuerzo y yo estaba ayudando a servir la comida con un sol del infierno. Logan se había acercado a mí y me había amarrado el cabello para ponerme su sombrero.
Él no había hablado de lo que pasó en aquella terraza del hotel en Hawái y yo tampoco lo había hecho, pero cada vez que le miraba los labios o lo miraba directamente a los ojos mis mejillas enrojecían tanto al recordarlo.
Al comienzo intenté alejarme por la chica que venía con él, pero luego ella habló conmigo y aclaró que solo eran amigos al igual que empleada y jefe, que ellos jamás tuvieron algo.
Entonces algo en mi pecho pareció revivir con esas palabras.
Él no había estado con nadie, no porque no podía, sino porque no había querido estarlo.
—¿Daisy? —me habló Elsa, me di la vuelta para verla.
—¿Sí?
—¿Lista para irnos?
Miré a la niña que llevaba en mis brazos, todos habíamos presenciado su parto y ayudamos en lo que se podía, nació una niña saludable y tierna.
Le acaricié los mechones y dejé un beso con mucho cuidado en su cabecita.
—Sí —le digo a Elsa, me volteo hacia la madre de la pequeña y se la entrego. Ella la acuesta en su cuna y me abraza.
—Gracias por todo, eres una grandiosa mujer. Te mereces muchas cosas, te doy mi bendición y sé muy feliz —me dice en su idioma natal, lo que Elsa me traduce y le doy un beso en la mejilla a la mujer—. De nuevo muchas gracias, esperamos verte de nuevo.
—Gracias a ti. Cuídate y cuida de tu bebé. Nos veremos en algún momento de nuevo, adiós.
Se despide con la mano, y salimos de su casa. Tardamos unas horas en despedirnos del pueblo entre algunas lágrimas y sonrisas. Elsa se va en su avión mientras que yo me voy en el jet privado de Logan, el cual tengo que irme sí o sí.
Blake, su asistente y secretaria, se ha sentado muy lejos de nosotros escribiendo algunos documentos, mientras Logan y yo vamos al frente. No hablamos nada porque estoy tan cansada que me quedo dormida durante el vuelo hasta que no sé cuántas horas después siento el avión aterrizando.
Me limpio los ojos con el dorso de la mano y abro los ojos no estoy en el asiento de la avión, estoy en una cama gigante con algunas que otras cosas rodeándome, paseo mis ojos por el lugar hasta que se detienen en la silla en la que Logan está recostado, viéndome fijamente.
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Unidos por un hilo rojo
RomanceDaisy siempre tuvo en claro una cosa: ella había planeado un futuro con Gabriel, soñó tener una boda de ensueño, tendrían unos lindos bebés, un perro y un gato y serían felices para siempre. Entonces, ¿qué fue lo que la hizo cambiar de parecer? ¿Qué...