Daisy
Me despierto en una cama vacía, restriego mis ojos y miro el reloj de la mesita de noche, dan las 06:06 a.m. aparto las sábanas de mi cuerpo y me dirijo al baño, hago mis necesidades, me cambio el tampón, luego me cepillo los dientes. Abro la puerta y salgo de la habitación, el aire está frío a mi alrededor, no hay nada de ruido por el lugar, pero proviene más aire de la sala de estar.
Me encamino a ese lugar, las puertas que dan al balcón de vidrio están abiertas y Logan está acostado en una de las tumbonas. Salgo a pasos silenciosos y me situo detrás de él, Logan se volteó y me miró. Me regaló una sonrisa de boca cerrada y tomó una manzana cortada que se llevó a la boca.
—¿Vas a quedarte ahí parada o te vas a sentar encima de mí?
—Creo que prefiero quedarme aquí parada.
—Sí... como sea.
Envolvió un brazo alrededor de mi cintura y me sentó encima de él, coloqué mis manos en sus hombros para mantener el equilibrio. Iba a besarme cuando me eché hacia atrás, él me miró confundido.
—Estás comiendo manzanas y quiero ahorrarme una alergia, gracias.
Se rio, me acomodó encima de su erección. Me sonrió y tomó un pedazo de manzana, lo rozó en mis pechos por encima de su camisa y sonrió cuando mis pezones se erizaron.
—¿Por qué estas despierto tan de mañana? —pregunto, apartando la manzana de mis senos.
—Nada importante.
—¿Pasó algo anoche?
Algo sombrío pasó por sus ojos porque se puso serio de repente. Mordió la manzana, pero no apartó la vista.
—Mi padre tuvo un accidente, nada grave.
Me asombró que me lo contara sin más. Posé mis manos en sus mejillas e hice que me mirara, me acomodé sobre él y soltó un siseó. Sonreí y volví a hacer lo mismo.
—Deja de moverte así o voy a follarte aquí.
—¿Ah, sí?
—Sí. Tomaré un trozo de manzana y lo colocaré entre tus pliegues, luego me comeré ese manjar entre tus piernas.
Sentí mis mejillas arder y opté por cambiar de tema.
—¿Tu padre está bien?
—Sí. No pasó a más.
—Eso es bueno, pero siento que no es por eso que estás aquí.
—No. Estaba esperando que vinieras para follarte justo en ese balcón.
—¡Eres un pervertido!
—Y te encanta que sea pervertido contigo, admítelo.
Sí, me encanta que seas pervertido conmigo. Pero no lo dije.
—Eres un engreído, eso eres. —Negué con la cabeza.
Se sentó y acercó su boca a mi oreja. Susurró muy lento y sensual:
—No sabes cuánto quisiera tener tus piernas enrolladas en mi cuello, quisiera que cuando te esté follando tan duro que llores de placer y sientas que te falta el aire de tanto que gimes mi nombre, quisiera apretar esos muslos tan fuerte hasta que mis dedos queden marcados. —Pegó su boca a más a mi oreja, su aliento haciéndome cosquillas y enviando un escalofrío por mi columna —. También quiero que me montes hasta que te orines de nuevo sobre mí —susurró con una pequeña risita.
Mi entrepierna punzó, pero no sé si fue por mi excitación o porque me bajó un litro de sangre.
—¡Eres un provocador! ¿Nunca olvidarás que me orine sobre ti, cierto?
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Unidos por un hilo rojo
RomanceDaisy siempre tuvo en claro una cosa: ella había planeado un futuro con Gabriel, soñó tener una boda de ensueño, tendrían unos lindos bebés, un perro y un gato y serían felices para siempre. Entonces, ¿qué fue lo que la hizo cambiar de parecer? ¿Qué...