6 // Un nuevo estilo de vida

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Veo a la mujer bien arreglada entrando en la tienda y mis ojos vagan. Nada más que llaves, un bolso y un teléfono móvil en mano. Su cara tiene forma de muñeca y se ve deslumbrante. Sus caderas no han tenido niños y están acentuadas por un cinturón de moda. Su cintura, delgada y elegante. Su camisa no está manchada. Parece como si no hubiera una preocupación en el mundo en su cara. Como algo de una revista. O tal vez me parece que es como sacada de una revista porque ese reflejo tiene meses que no lo noto en mi día a día frente al espejo. Todo lo que no sea un par de pantalones elásticos y flojos o una camiseta con vómito de bebé me parece tan elegante. Miro a esta mujer entrando en la tienda y me acuerdo ligeramente de cuando me veía similar. No en todos los sentidos, por supuesto, pero me relaciono con algunas cosas. Como saltar hacia adentro del coche sin escanear mi mente; "caminaré una tarde con la bebé en la carriola, o dormiré un rato, olvídalo. ¿Tengo suficientes pañales? ¿Un cambio extra de ropa para mí para antes de salir, y la bebé? ¿Aperitivos si tengo hambre? ¿De dónde salió esta gran mancha en mi camisa? Ugh, lo que sea. Es demasiado tarde para cambiar. Ya se nos hizo tarde para el paseo." Extraño llevar lo que quería cuando salía a pasear ya sea a la calle, a tomar un helado a la plaza o a comer con los amigos. Apenas y tengo tiempo para mí. Ahora me pregunto dónde es cómodo amamantar fácilmente o poder guiar a mi nena de un año para dar pasitos. Recuerdo cuando tenía el tiempo, no solo de estar sola, sino hasta de peinarme. Ahora si lo lavo tres veces a la semana es un lujo. Mi cintura está acentuada por el portabebés y el peso del bebé. Algunas estrías y piel suelta, también. No deseo lejos cómo es mi vida ahora, de hecho, estoy tan agradecida de mi hija. Pero decir que no lo echo de menos es una mentira.

Ya con un año de edad, a mi hija... no la cambiaría por nada. Me mantiene en marcha. Me ha dado un propósito para seguir. Me empuja a ser mejor y me ha hecho crecer de muchas maneras. No culpo a esta mujer que veo, y la animo desde el coche, aunque ella no lo sepa. Tomé las decisiones para llegar a donde estoy hoy, y estoy muy orgullosa de mi hija. Y yo misma. Pero de verdad, puede ser difícil.

− ¡Elena! – mi madre grita desde la ventanilla del coche.

Yo parpadeo, saliendo de entre mis pensamientos viendo aún a la chica joven salir de la tienda de accesorios; sonriente y segura.

− ¿Qué paso? No te oí, perdón.

− Te estoy preguntando que sabor de helado vas a querer, y estas... no sé, distraída. ¿A quién estabas viendo? – dice mi madre volviéndose atrás para buscar aquello que me estaba distrayendo.

Reí.

− A nadie, solo estaba esperando. No sé, cómprame el de siempre; el de oreo.

Mi mamá pone los ojos en blanco, niega con la cabeza y sonríe. Entonces, se da media vuelta y regresa con mi papá que ya está por pasar a la caja a pagar los helados.

Y Kelly que está a mi lado, ha comenzado a ponerse de mal humor por el fastidioso calor dentro del coche.

− ¡Mamá! ¡Mamá! – dice entre gemidos.

Suspiro y salgo del auto, por lo que se desata casi la segunda guerra mundial porque Kelly ha empezado una rabieta entre gritos y pataletas. Pero esta rabieta no es como las otras, es súper intensa, que necesita una fuerza bruta para sostenerla y poder llevarla a mis brazos para poder tranquilizarla.

− ¡Ya voy pequeña, ya voy! – grite agitada.

Me mordía entre lloros y alaridos. Quiso como salir corriendo, trate de sostenerla pero no podía. La gente a nuestro alrededor pasaba, viéndonos fijamente y de manera perpleja. Mi madre a lo lejos observaba pero no podía auxiliarme porque estaban pagando y recibiendo los helados. Entonces una señora que se encontraba en su tienda de abarrotes salió preocupada y preguntó:

Una mamá imperfecta amada por un Dios perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora