Cierro los ojos y cuento diez, quince, veinte. Ya está, ya ha pasado, ya no hay nada que sentir. Mi madre está envolviéndome en sus brazos con todas sus fuerzas, mientras de lejos, Kelly está llorando en su sala de juegos. Ay cuanto lo siento Kelly, siento tristeza hacerte pasar por esto.
— ¡Sácalo hija! ¡Sácalo! — dice mi mamá frotándome la espalda tras haberme llevado al baño corriendo para vomitar.
— ¡Mamá duele! — grito entre sollozos, inclinada ante la taza.
— Si hija, lo sé, aguanta por favor, pronto estarás bien. Toma agua.
— No, necesito recuperar el aliento.
Me levante y fui al jardín de la casa. Inhale y exhale el aire fresco. Los rayos de sol iluminaban las flores y la verde hierba. Tenía ganas de llorar y me ahogaba la culpa de no estar cuerda para ser la mamá que Kelly necesitaba. Estaba haciéndola pasar el mismo infierno del que yo estaba presa.
Más tarde.
La regla de desintoxicación era que no saliera de casa sola, y solo explícitamente, para ir a las citas con doctores y la psicóloga. Tomaba electrolitos, comía una dieta estricta, y mamá seguía ayudándome a cuidar de Kelly, y si se iba a trabajar, mi abuelita llegaba a tomar su lugar de momento hasta que cualquiera de mis dos padres regresase del trabajo. Esta tarde mi mamá ha tenido que salir a una cita de trabajo.
— Por favor, en lo que llega tu abuelita ve a Kelly. Siéntate con ella en el sillón y ve una película. En unos minutos llega...
— ¡Si mamá, estaremos bien, ya vete! — contesté enojada.
Ella suspiro y se fue sin más. Me molestaba tanto que se preocupara demasiado, pero sé que es injusto, yo provoque que ella pensara que podría dejar sola a Kelly para salir corriendo a conseguir drogas.
— Hija, buenas tardes mi niña – dijo mi abuelita al entrar a la sala.
Kelly sonrió y extendió sus pequeñas manos hacia ella, mientras le hacía piropos y caras chistosas se aproximó para sostenerla en sus brazos.
— ¿Cómo estás hoy? — pregunto mientras se sentaba a mi lado.
Miraba fijamente a la televisión, viendo qué serie de Netflix vería antes de que empezara con sus sermones.
— ¡De la mierda, abuelita!
— ¡Elena!
— ¿Qué? Te estoy siendo honesta. Esto es un infierno.
Ella me miro suspicaz.
— He orado mucho por ti, hija. ¿Cuándo me vas a acompañar a...?
— ¡No empieces abuelita! — resoplé con hastío y subí a mi habitación dejándola sola con la niña.
Cerré la puerta de un portazo y me avente boca abajo sobre mi cama. Tome una almohada y grite hundiendo mi cabeza en ella. Cuando termine mi pequeño "berrinche", me hallé de nuevo, en el escenario de oscuro sufrimiento. Esto no terminaba ni siquiera cuando la pena aminoraba lo suficiente para dejarme dormir. Me acurruqué bajo las cobijas y tomé el móvil. Entre a instagram y busque el perfil de Alejandra. Tenía infinidad de estados cortos sobre grabaciones en una fiesta, tomando, drogada, bailando con chicos y chicas. Por un momento sentí recelo. Ofendida cerré la aplicación y avente el celular a un lado. Me cruce de brazos, viendo hacia la ventana. El sereno empezaba a bajar y las nubes a oscurecerse tras la noche que comenzaba a hacerse presente. De pronto vino a mi mente Leah. Entonces volví al móvil y busque su perfil de instagram. Cuando entre vi que había actualizado su feed, y tenía dos nuevas publicaciones. Di clic a una con el dedo y observé una captura de pantalla que parecía que provenía de su propio celular, pero la imagen era una canción llamada "Vasijas rotas", y de fondo, la canción comenzó a sonar:
Mi alma estaba rota y herida
Pero tu gracia la restauro
Mi corazón sintió encogerse ante esas palabras.
Manos vacías que tú llenaste
Soy libre en ti
Soy libre en ti
Las lágrimas corrieron por mi rostro lentamente, mientras me llevaba una mano al pecho.
Sublime gracia del Señor
Que a un pecador salvo
Fui ciego, más hoy veo yo
Perdido, y él me halló
Conforme suena la música y escucho la letra de la canción, me pongo más y más sentimental.
Ahora puedo ver
Oh, puedo ver sus ojos de amor
Quebrantado fue, para darnos su salvación.
¿Qué significaban esas palabras realmente? ¿Quebrantado? A pesar de no entender del todo, esas palabras atraviesan mi corazón como un cuchillo y hace que me doblegue en mi cama y comience a sollozar. Trato de no gritar para que nadie me escuche. Abrazo la almohada con fuerza; mientras sigo escuchando.
Ahora puedo ver, oh puedo ver sus ojos de amor.
Sus ojos de amor. ¿Cómo es ver los ojos de Dios? ¿Qué es esto que estoy sintiendo?
Salgo de la aplicación y decido escuchar la canción completa. Entro a spotify, busco y pongo reproducir. Me desvisto, camino hacia el baño mientras seco mi rostro de lágrimas que brotan y brotan. Ya no quiero sentirme una basura, no amada o decepcionar a los que más me aman. Ya no quiero esto, no puedo más. Cierro con seguro la puerta del baño tras de mí y abro la llave de la ducha. Entro, no tenía intenciones de bañarme, pero me he sentido llamada a este lugar para poder desahogarme.
Sublime gracia del Señor que a un pecador salvó.
El agua cae sobre mi cabeza hasta empaparme todo el cuerpo. Me arrodillo soltando lo que parece un alarido desgarrador, y lo suelto todo. No sé cómo hacerlo, pero dicen que si de corazón le dices a Dios tu sufrir, él te escuchara. No lo sé, no estoy segura como hablar con él, pero lo hago.
— ¡Si existes! ¡Si aún me amas, ayúdame! ¡Dios ayúdame! — susurró entre sollozos — ¡Por favor, ya no quiero esto! ¡Quítame este dolor, estos malos deseos! ¡Ayúdame!
Me pongo en posición fetal e imploro por más ayuda. La canción suena de fondo y eso es lo que más me incita a quebrantarme. Necesito un milagro para que yo deje la adicción que tanto me asedia.
— Dios te necesito, ayúdame — es lo último que consigo decir antes de seguir llorando.
En el fondo de mi corazón yo estaba segura que él me escuchaba. Que algo estaba sucediendo. Ya había perdido el control de todo y lo único que me quedaba era la poca dignidad que aquel tipo que quiso violarme me había dejado. Y mi alma y mi corazón anhelaban consuelo. Solamente me quedaba rendirme. Me sentía rota y vacía, así como lo cantaba la chica al principio de la canción. Quiero ser libre, quiero de su gracia. Desconozco ese ambiente espiritual, me es familiar por las pocas veces que fui a la iglesia con mi abuelita hace años, pero no conocía realmente a Dios. Quiero que él entre a mi vida.
Me levanto lentamente y dejo que el agua caiga, alzo un poco la cabeza y el agua cae en mi rostro. Me empiezo a sentir en paz. Aunque sigo llorando, sé que algo o alguien esta cerca de mí, consolándome. Si es Dios, que así sea. Ya no importa nada más. Solo quiero ser sanada.
— ¡Hija! ¿Estás bien? — pregunta mi abuelita tocando la puerta tres veces.
Me vuelvo hacia la puerta, agachada cayendo el agua en mi espalda, y contesto:
— Si abuelita, todo bien.
— Ok, me dices si necesitas algo; le daré de cenar a Kelly.
— Si, gracias.
Oigo sus pasos y el cerrar de la puerta de la habitación.
¿Pero qué rayos acaba de pasar? ¿Qué estoy sintiendo? No lo sé, pero se siente totalmente e inexplicablemente muy bien. Al salir de la ducha; inhalo y exhalo el aire y ambiente fresco de una paz inconcebible.
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Una mamá imperfecta amada por un Dios perfecto
SpiritualSpin-off de la novela "Amar merece la pena". Elena, es una joven madre soltera, que sufre las altas y bajas de la maternidad. Con apenas diecinueve años , en medio de semejante responsabilidad, ella pierde el propósito de su vida y se marchita día...