37. Demasiada vida corriendo por mis venas.

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LECTORES. AVISO IMPORTANTE: Se que la mayoría de los que me leen en esta historia son cristianos, así que aviso que este capítulo es fuerte. Tendrá vocabulario muy basto y pensamientos fuera de lugar. No digo que esto este bien, muchos saben que no. Pero lo hice para darle una personalidad más marcada a este personaje. Así que les pido discreción. Sin más, los invito a disfrutar de este capítulo y a darle estrellita si loes ha gustado. Dios los bendiga!!!!

Amaury.

Las gotas de sudor empaparon mi rostro. Mi pecho se hinchaba en cada respiro y estaba ya muy cansado, pero satisfecho por el éxito en la reta de basquetbol. Los de mi equipo habíamos ganado y el otro equipo nos invitó las pizzas y unas cervezas. Yo opte por un refresco, no estaba dispuesto a perder la cordura el día de hoy. Y no era el plan.

—     ¡Qué buen juego bro! — celebró Diego uno de mis ex compañeros del anexo

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— ¡Qué buen juego bro! — celebró Diego uno de mis ex compañeros del anexo.

Me senté en el asfalto frente a las canchas y trague saliva. Recargué mi cabeza sobre la pared mientras observaba a unas chicas jugando basquetbol. Ahora la reta era en el grupo femenil.

— ¿Cómo te ha ido en la escuela, licenciado? — preguntó Diego codeándome con sarcasmo.

— ¿Licenciado? Que idiota. — espeté negando con la cabeza riendo.

— ¿Alguna chica linda que me quieras presentar? — insistió Diego.

Indignado ante sus palabras hice una expresión de asco.

— No hay, ahí hay mujeres que son más inteligentes que tú.

— Eso crees tú, pero también ellas se saben divertir, ¿Qué no? — alardeó Diego —. Deberías de ir a por una.

— No estoy interesado — respondí brusco.

— ¿Alguna chica sexy?

Se me vino a la mente las veces que le vi el culo a Elena. O cuando caminaba tres pasos delante de mí y noté su tatuaje en la espalda alta, cuando traía puesta una blusa de hombros descubiertos. Se notaba realmente sexy.

— No — mentí.

— ¡No digas! Aunque con cara de arrepentimiento pero cuerpo de tentación — dijo otro de los chicos a mi lado.

Todos se carcajearon. Negué con la cabeza y la expresión endurecida.

— Puede que una. Pero ya la conocen, está de más que les diga quién es.

— ¿Quién? — preguntó Diego, sus ojos brillaron.

Ellos conocían a la mayoría de chicas fiesteras y desordenadas de la colonia. Una que otra soltera o casada, ya daba igual, había cinismo y una vida desenfrenada cuando se trataba de acostarse con chicas. Lo que me avergonzaba era que yo permanecía virgen a pesar de todo. Siempre iba a las fiestas, pero nunca pasaba de un beso o tocar los pechos de alguna chica. Por alguna razón no llegaba a más y todo se iba a la borda, sin más.

Una mamá imperfecta amada por un Dios perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora