48 // Más cerca

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Amaury.

— Ahora invítala a salir — dijo Carlos.

— No la voy a invitar a salir — respondí en un susurro.

— ¿Por qué no? Ya le ofreciste llevarla a casa. ¿Qué más puede pasar?

Estábamos esperando que llegara la maestra de inglés en la cafetería, con libros abiertos, repasando y hablando de tonterías. Me atreví a confesarle a Carlos que me gustaba Elena y que el día que él y otros se ausentaron en clases, le había dicho que la llevaba a casa. Dijo "Obvio te dijo que no", antes de que pudiera responderle que ella se negó. Él sentía que la conocía muy bien. Y para ser sincero, eso me irritaba.

— Porque es Elena. — repliqué —. No puedo invitarla a salir si se ha negado que la lleve a casa. Y mírala.

Elena estaba sentada con las estudiantes de psicología y mercadotecnia tan lindas como ella.

— Si ya la vi — dijo Carlos —. Esta guapa.

— Por favor — dije riendo —. Pareces idiota.

— ¿Qué? Es mi amiga pero reconozco que es un bombón. Lástima que...

Me volví a él entrecerrando los ojos.

— ¿Qué?

— Ya sabes. Es religiosa y todo eso. Se nota que no le interesa estar con alguien. Es feliz así.

— Quizá por eso me gusta.

— ¡Aaaaay tú! Ahora resulta que te gustan las inalcanzables.

Reí y negué con la cabeza.

— La otra vez me platico su historia — comento Carlos mientras sacaba unas sabritas de su mochila.

— ¿Su historia?

— Sí. Estaba bien clavada del papa de su hija, ¿sabías? Pero él nunca supo de la criatura hasta que todos sus amigos en común vieron las fotos y lo murmuraron. La busco y ella con fuerza de voluntad lo mando a volar. Por eso te digo que no está urgida. Muchas otras han caído y terminan más jodidamente lastimadas que antes.

— Ah.

Volví a mirar a Elena. Castaña, con cabello largo, ondulado y el flequillo de lado y moldeado, era la única de la universidad que no exageraba en su manera de vestir y de peinar. Su cara ligeramente maquillada. Evite hacer contacto visual porque sé que ella lo notaria, en mis ojos, esa mirada centelleante que daba a conocer mi apego hacia ella.

— De este año no pasa. — dije

— ¿Qué? — pregunto Carlos mientras masticaba una papa.

— De tener novia.

— Pero no será Elena.

— ¿Y por qué no? ¿Crees que merezco menos?

Alcé la vista para mirarlo a la cara. Carlos levanto la comisura de sus labios ligeramente. Él observo mis facciones, mis brazos, me examino en cada gesto y cada parte.

— Sólo te digo que te busques a otra — dijo Carlos.

— ¿Qué? ¿Por qué? ¡No me digas que también te gusta!

Carlos dio arcadas cuando estuvo a punto de tragar su refresco y rio, levantándose de su lugar. Todas las miradas se volvieron a nosotros. Yo lo mire perplejo pero muerto de risa por dentro.

— Es guapa pero es mi amiga, idiota — dijo tosiendo.

Reímos a carcajadas.

Volteé y Elena y sus amigas nos veían con ojos como platos. Yo levante la barbilla sonriendo. Ella frunció el ceño, quizá se le hacía extraño que ahora estaba muy amigable; nunca le había hecho un gesto tan cortés.

Una mamá imperfecta amada por un Dios perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora