Daniela.
La música de Hillsong Young en mis audífonos no bastaba para ahogar el escándalo que armaban los cretinos de las últimas filas del autobús escolar.
Seguí viendo hacia afuera ajustando más los audífonos y encerrándome en el pequeño espacio que iba de mi asiento.
— ¡Hey! — gritó alguien a mi espalda.
— ¡Hace que no te escucha! — responde Esteban —. Grítalo con más fuerza, anda, ve.
— ¡Heeeeeey! ¡Holaaaa!
Sueltan risas y manotazos al aire. Los demás en el bus se ríen. Sé que es contra mí y para mí. Pongo los ojos en blanco y le subo a la música.
— Ya déjenla ya casi baja y su mamá la va a estar esperando — dice otro de ellos, llamado Luis.
Lo oí pero me seguí haciendo la desentendida. De vez en cuando, si no les hacía caso, Esteban se acercaba sigilosamente y tiraba un pequeño pellizco a una de las aletas de mis orejas. Saber que era el hazme reír de la escuela era algo que me mantenía en línea y trataba de no sobresalir entre las demás chicas. Más porque era la única con problemas de concentración y por ende de rendimiento académico, y la raíz de todo eso eran los desacuerdos y problemas en casa. Mamá no ayudaba mucho siendo una madre soltera con poco tiempo y poca paciencia.
Una bola de papel golpeo mi coronilla y las risas no se hicieron esperar.
— ¡Idiota, era el dibujo de artes que dejo la profesora Claudia! — protestó Luis.
— ¿Ese dibujo? Estaba todo cucho y horrible, deberías darte por vencido con la clase de artes. — comento otro de sus amigos.
— ¡Weeey enséñale como inflar un globo con la nariz! — dijo alguien más.
— ¡Luis! ¡Luis! ¡Luis! — reclamaron los alumnos del fondo.
Yo me levante la capucha de mi sudadera roja encima del uniforme porque ya estaba harta y sentía que la cabeza me iba a explotar. Siempre es lo mismo.
Me volví un poco viendo por el rabillo del ojo. Luis inflaba con toda astucia e imponente el globo con las fosas nasales. Todos lo vitoreaban y aplaudían. Rodee los ojos porque me parecía una verdadera estupidez y lamento sonar psicópata que desee que se le atorara un pedazo de plástico de los globos. En mis adentros pido perdón y ame arrepiento.
A veces me preguntaba que de atractivo le veían la mayoría de las chicas de su clase. Todas morían por Luis y no era alto, ni de ojos azules, ni de cuerpo esbelto y fornido. Y su personalidad, bueno, dejaba mucho que desear. No era caballeroso o un tipo detallista. Siempre hablaba de manera machista e insolente con las mujeres. Pero claro, en un mundo como este, ser gracioso, encontrarle chiste a las imperfecciones de las demás personas, o incluso jugar muy bien al fútbol; te dejaba en el estándar de los populares y guapos. Eso era lo volvía locas a las chicas de mi salón. A excepción de mí.
Cuando llegue a mi destino me levante lentamente tratando de pasar desapercibida, pero antes de que Luis contara un chiste sobre otra compañera de clase, grito mi nombre y después hizo ruidos extraños parecidos al de un cerdito. Se escucharon silbidos, algún abuecheo.
— ¡Oing!
Todos me habían apodado la cuatro ojos o cara de cerdito, uno; porque usaba lentes en clase y por la forma de mi nariz. Y dos; porque un día Regina, la chica más popular de mi salón, tiro mi botella de agua sobre mis pies. Para mi mala suerte no contábamos en casa con suficiente presupuesto para jabón y no había agua porque mi madre no había pagado el servicio. En fin, un día antes me encontré que no tenía calcetas limpias, y fui con las mismas del día anterior. Tras quitarme los zapatos todos se dieron cuenta del mal olor y desde ahí no dejaron de apodarme los pies de queso y hacer ruidos similares a las de un cerdo. Ha sido una tortura en todo lo que llevo de la preparatoria. Aún mis amigas no saben de las molestias que paso en la escuela.
— Hola, ¿lista? — me pregunta mi madre al bajar del bus.
Una oleada de voces y gritos repugnantes se aleja mientras el autobús avanza. Mi mama frunce el ceño indagando el porqué de ese hecho.
— ¿Por qué gritan y siempre hacen esos ruidos extraños?
— ¡Avanza, no digas nada! — espeto alejándome a grandes zancadas.
— ¡Espera!
Nunca debí de quitarme los zapatos. Me cruzo de brazos y avanzo sintiendo el calor incendiarme todo el cuerpo. Comienzo a sudar, a temblar de miedo y rabia, porque no se como ni cuando defenderme. Lo único que logro hacer es encerrarme en mi cuarto a llorar y tener que desistir del mundo.
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Una mamá imperfecta amada por un Dios perfecto
SpiritualitéSpin-off de la novela "Amar merece la pena". Elena, es una joven madre soltera, que sufre las altas y bajas de la maternidad. Con apenas diecinueve años , en medio de semejante responsabilidad, ella pierde el propósito de su vida y se marchita día...